Edición n° 2876 . 06/10/2024

Washington se niega a escuchar a Rusia y ‎a China‎

( por Thierry Meyssan) Moscú pasó toda la semana pasada esperando por una respuesta de Washington a su ‎proposición de tratado bilateral sobre garantías de paz. Pero Washington ‎nunca mencionó la propuesta rusa. Por el contrario, Estados Unidos acusó a Rusia de ‎estar preparándose para atacar Ucrania y de montar una provocación destinada a ‎justificar una invasión. Rusia no puede retroceder pero cualquier acción de su parte ‎puede degenerar en un tercer conflicto bélico mundial. ‎

La prensa occidental no logra entender ni seguir lo que realmente sucede en las relaciones entre ‎las tres superpotencias mundiales –China, Estados Unidos y Rusia– simplemente porque ‎se obstina en compartimentarlas, enfoca cada problema por separado y se empeña en ignorar ‎los vínculos entre ellos. Lo más importante es que la prensa occidental ignora la diferencia entre ‎el derecho anglosajón y el de las Naciones Unidas, lo cual la lleva a cometer numerosos errores ‎de interpretación. ‎

Durante la última semana, representantes de Estados Unidos y Rusia se reunieron 3 veces para ‎conversar sobre garantías de paz. Esos encuentros tuvieron lugar en:

*Ginebra, a nivel de viceministros de Relaciones Exteriores; ‎
‎*en Bruselas, en el seno de la comisión OTAN-Rusia
‎*Viena, en el marco de la Organización para la Seguridad y la Cooperación ‎en Europa (OSCE). ‎

Estados Unidos reiteró sus advertencias sobre el estacionamiento de 100 000 soldados rusos… en ‎suelo ruso. Por su parte, Rusia expresó su indignación ante la negativa de Estados Unidos a ‎abordar su proposición de paz. ‎

Simultáneamente, en Washington, el Congreso debatía sobre nuevas sanciones ‎contra Rusia mientras que el Departamento de Estado adoptaba frente a China la misma actitud ‎que ante Rusia y el Departamento de Defensa planteaba aumentar el arsenal nuclear de ‎Estados Unidos. ‎

Como telón de fondo, Estados Unidos realizó una operación de desestabilización en Kazajastán y ‎empujo la Unión Europea a instaurar un bloqueo económico total contra Transnistria.‎

En resumen, mientras Estados Unidos se niega a tener en cuenta los reproches rusos y evita ‎responder a los argumentos de Moscú, ahora se dice que Moscú amenaza con desplegar tropas ‎en el Caribe. ‎

El único elemento positivo registrado en los últimos días es un posible reinicio de negociaciones ‎entre Estados Unidos y Rusia sobre el control de los misiles nucleares de alcance intermedio –es ‎importante recordar que Estados Unidos anuló el anterior tratado sobre ese armamento. ‎

‎EL CONTENIDO DE LAS NEGOCIACIONES

‎A su llegada a Ginebra, la delegación estadounidense comenzó cenando amigablemente con la ‎delegación rusa. Pero al día siguiente, al iniciar las conversaciones, los ‎estadounidenses informaron a sus interlocutores rusos que su mandato se limitaba a conversar ‎sobre el despliegue de tropas de Estados Unidos y Rusia en Ucrania. ‎

Al llegar a Ginebra, el jefe de la delegación rusa, el viceministro de Exteriores Serguei Riabkov, ‎había recalcado: ‎


«Otras prioridades son más importantes para nosotros: no ampliación de la OTAN, ‎eliminación de la infraestructura creada, rechazo de ciertas medidas y eso no sobre una ‎base ‎recíproca sino sobre una base unilateral de parte de Occidente.»‎ [1]

Asi que los rusos respondieron que el mandato de la delegación estadounidense no respondía ‎al tema inicial del encuentro, que eran las garantías tendientes a garantizar la paz mundial. ‎

A partir de ahí, la negociadora estadounidense Wendy Sherman y Serguei Riabkov pasaron ‎revista a los temas que podrían abordar ulteriormente y sólo encontraron uno: negociar un nuevo ‎tratado sobre los misiles nucleares de alcance intermedio, ya que Estados Unidos salió del ‎Tratado INF durante la administración Trump. ‎

Al día siguiente, Wendy Sherman participaba en la reunión de la Comisión OTAN-Rusia, ‎en Bruselas. Después de la retirada de Estados Unidos ante los talibanes en Afganistán y de ‎la traición anglosajona hacia Francia, relacionada con el acuerdo AUKUS, Los embajadores de ‎los demás países de la OTAN no tenían la menor idea sobre las intenciones de Washington. ‎La señora Sherman los dejó hablar primero y después dijo, dirigiéndose a la delegación rusa:‎ «Ciertamente, somos 30, aquí ante ustedes. Pero somos uno en nuestras posiciones.»‎

Después de haber dicho eso, Wendy Sherman esbozó un panorama de lo que, según ella, sería ‎Europa si Washington cediese ante Moscú, un continente divido otra vez en dos zonas de ‎influencia –una atlantista y la otra rusa– como en tiempos de la guerra fría. ‎

Los recuerdos que esa presentación de las cosas despertó evitaron que los embajadores de ‎los demás países miembros de la OTAN oyesen lo que se dijo después. La observación de la ‎delegación rusa, recordando que Rusia ya no es soviética y que no quiere dividir el continente ‎quedó como un ruido de fondo. Es posible que los rusos hayan presentado nuevamente ‎su exigencia de estricto respeto de la Carta de la ONU y de la palabra dada, pero ‎nadie se acuerda de eso. ‎

La prensa estadounidense ha comentado esa reunión afirmando que de ella surgió una nueva ‎razón de existir para la OTAN –fuertemente criticada por Donald Trump durante su mandato ‎presidencial y por el presidente francés Emmanuel Macron. ¿Y cuál sería esa «razón ‎de existir»? Combatir a Rusia. ‎

En esas condiciones, la tercera reunión, la de la OSCE, en Viena, fue únicamente –según el ‎término utilizado por el ministro ruso de Exteriores Serguei Lavrov– «dilatoria». La OSCE ‎no tiene absolutamente ningún poder de decisión, es sólo un foro creado durante la guerra fría ‎como medio de evaluar las posiciones. La presidencia sueca del Consejo Permanente de la OSCE ‎fue el fiel reflejo de la actitud general de Suecia, país oficialmente neutral pero muy ocupado en ‎debatir internamente su próxima incorporación a la OTAN. Los miembros de la OTAN ‎se mantuvieron a la defensiva mientras que Estados Unidos, por su parte, sólo trataba de ganar ‎tiempo. Ni siquiera hubo un comunicado final al término de esa reunión. ‎

Moscú había calculado que Washington rechazaría de plano sus proposiciones, pero se quedó ‎sorprendido ante la manera como los miembros de la OTAN y la OSCE se dejaron manipular por ‎los diplomáticos estadounidenses. ‎

Es la segunda vez que Vladimir Putin tropieza con el comportamiento irracional de los miembros ‎de la Unión Europea. Ya en 2007, Putin creyó que los países de Europa occidental se atreverían a ‎alejarse de su amo estadounidense para ir a la Conferencia de Munich sobre la seguridad y ‎los exhortó a preguntarse cuáles eran sus propios intereses [2]. Putin creyó entonces, erróneamente, que lograría despertar la atención de los europeos, ‎sobre todo la de los alemanes. Lo mismo acaba de suceder ahora. ‎

Eso tiene una sola explicación. La mayoría de los dirigentes europeos –con la notable excepción ‎de los rusos– simplemente no quieren ser independientes, renuncian a su propia responsabilidad ‎y prefieren someterse, bajar la cabeza ante un orden mundial ilegítimo y cruel. ‎

HISTERIA EN WASHINGTON

En la Casa Blanca saben bien que Estados Unidos ya no tiene los medios que necesita su política ‎exterior. Pero la clase dirigente estadounidense no lo sabe. En el Congreso se vieron tomas de ‎posiciones grandilocuentes de políticos que denunciaban el cinismo ruso, sobre todo el del ‎presidente Vladimir Putin. Los congresistas estadounidenses llegaran incluso a hablar de ‎‎“sancionarlo” directamente a él, lo cual implicaría romper las relaciones diplomáticas con ‎su país. Ninguno parece haberse dado cuenta de que Estados Unidos ya no es la primera ‎potencia militar del mundo y de que su país se ha visto reemplazado por Rusia y China. ‎

En un registro menos estúpido que la discusión de “sanciones” contra el presidente Putin, ‎los congresistas estadounidenses se enfrentaron entre sí sobre el posible restablecimiento de las sanciones contra ‎el gasoducto ruso Nord Stream 2. El senador republicano Marco Rubio defendió la idea de que ‎hay imponer sanciones a los alemanes que pactan con «el diablo», incluyendo al ex canciller ‎socialdemócrata Gerhard Schroder, para que tengan que someterse [3]. Los demócratas, al contrario, siguiendo directivas de la ‎Casa Blanca, sostienen que sería más sensato propiciar que los alemanes decidan por sí mismos ‎sumarse al «bando correcto» en vez de obligarlos. El gobierno ucraniano se ha sumado a esta ‎última tendencia, recordando que los alemanes habían negociado con Rusia garantías en cuanto ‎al no uso de las entregas de gas ruso como arma [4].‎

Este absurdo debate ha sido posible únicamente porque todo el mundo ha olvidado la razón que ‎llevó al presidente estadounidense Joe Biden a levantar las sanciones contra Nord Stream 2… ‎justo antes de su encuentro de Ginebra con el presidente Vladimir Putin [5]: fue una manera de pasarle a los europeos la factura de los daños de guerra ‎causados a Siria. Lo que hizo Biden fue aceptar que los europeos pagaran por el gas ruso, ‎a precios más asequibles… pero menos ventajosos que lo previsto. Ya nadie parece recordar que ‎Estados Unidos perdió la guerra contra Siria. ‎

TODO SE MANTIENE COMO ANTES

Lejos de ceder sobre la cuestión de fondo, el Departamento de Estado ha extendido a China la ‎narrativa que ya aplicaba contra Rusia. Según la diplomacia estadounidense, ahora no sólo Rusia ‎querría invadir Ucrania e imponer su ley a todo el este de Europa sino que China también pretende ‎conquistar todo el mar de China.

El litigio de Estados Unidos contra Rusia es posterior a la disolución de la URSS, pero su litigio ‎con China es mucho más viejo, proviene del trágico periodo colonial. ‎

Para soslayar los argumentos de Pekín, el Departamento de Estado se apoya en una decisión ‎emitida en 2016 por la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya (CPA, también llamada Tribunal ‎Permanente de Arbitraje) que se pronunció contra China en un litigio territorial entre ese país ‎y Filipinas [6]. Pero una corte de arbitraje no es un tribunal y, como la República ‎Popular China no reconoce la CPA, esta última aceptó la versión filipina del litigio. Lejos de ‎demostrar algo, este asunto sólo es una muestra más de la particular interpretación ‎estadounidense del derecho internacional en general y de la Carta de la ONU en particular. ‎

China reclama, con todo derecho, las islas que gobernaba en el siglo XVIII y que quedaron ‎abandonadas cuando la China de aquella época se derrumbó ante los embates de la ‎colonización. La mayoría de esas islas quedaron inhabitadas hasta hace una treintena de años, ‎o sea hasta la disolución de la URSS. Con su pretensión de atribuir esas islas a ‎sus aliados regionales, Estados Unidos da muestras de las mismas ínfulas imperialistas que ‎muestra en Europa al pretender poner el centro y el este de Europa bajo el mando de la OTAN. ‎

Además, durante la misma semana, Washington continuó su operación de desestabilización en ‎Kazajastán y estimuló los llamados a derrocar el gobierno kazajo emitidos, desde París, por ‎el oligarca Mukhtar Ablyazov. Y finalmente empujó la Unión Europea a instaurar un bloqueo ‎económico contra Transnistria, pequeño Estado no reconocido situado en una franja de territorio ‎entre Ucrania y Moldavia [7]. Si bien parece haber perdido ‎la partida en Kazajastán, Estados Unidos ya está preparando el siguiente episodio en Transnistria. ‎

El hecho es que Estados Unidos se niega a ver la realidad y sigue enviando emisarios a cada uno ‎de sus vasallos para convencerlos de la supuesta inminencia de un ataque ruso en Ucrania, ‎donde Rusia estaría incluso montando una provocación bajo bandera falsa para justificar una invasión. ‎

CONCLUSIÓN PROVISIONAL

En la semana que acaba de transcurrir quedó demostrado, como era de esperar, que ‎Estados Unidos no tiene intenciones de respetar la Carta de la ONU ni su propia palabra. ‎Estados Unidos no retrocederá por voluntad propia y sus proposiciones no buscan otra cosa que ‎perennizar la situación actual. ‎

La estrategia estadounidense parece basarse en la idea de que rusos y chinos no se atreverán a ‎asumir el riesgo de una confrontación. Es la «teoría del loco» («the madman theory») que ‎el presidente Richard Nixon ya utilizó hace años contra la Unión Soviética, la teoría de quien actúa ‎según el siguiente esquema: “Es cierto que no tengo la razón y que no soy el más fuerte. Pero ‎estoy loco, mis reacciones son irracionales e imprevisibles. No me interesa ganar pero puedo ‎hacer mucho daño.” Los políticos de Washington deberían recordar que esa actitud no permitió ‎ganar la guerra en Vietnam. ‎

Es evidente que Rusia tenía prevista la jugada siguiente cuando publicó su proyecto de tratado ‎bilateral con garantías para asegurar la paz. Pero tendrá que adaptarla porque Washington ‎ha logrado unir a sus medrosos vasallos. Si se llega al enfrentamiento, este será nuclear y ‎las víctimas se contarán por cientos de millones. ‎

Mientras Washington prepara la próxima escaramuza en Transnistria, Moscú se dispone a ‎realizar su siguiente jugada, quizás en el Caraibe y siguiendo el modelo de la crisis creada alrededor ‎de los misiles soviéticos instalados en Cuba, en octubre de 1962, con vista a obtener un efecto ‎de shock que haga entender a la clase dirigente estadounidense que Estados Unidos ha perdido la ‎superioridad de la que tanto abusó en el pasado. ‎