Edición n° 2737 . 20/05/2024

Un informe del Cepa refuta datos del discurso de Milei en Davos

El Centro de Economía Política Argentina cuestionó el relato histórico que realizó el presidente en el Foro Económico Mundial

Milei defendió en Davos las políticas de mercado y el capitalismo como instrumentos para terminar con la pobreza y el hambre en el planeta.

Frente a un auditorio que lo miraba con cierto estupor, el presidente Javier Milei sorprendió a los asistentes del Foro de Davos con un discurso doctrinario que, en rigor, es el que viene repitiendo desde hace años en Argentina. Entre otras cosas, comentó cómo la economía nacional pasó de ser la primera potencia mundial a hundirse en la decadencia tras “abrazar el colectivismo”, historió el crecimiento del PBI per cápita desde el año 0 hasta nuestros días, subrayó el éxito del neoliberalismo en el combate a la pobreza y defendió supermillonarios, acosados por el socialismo. Un informe del Centro de Economía Política Argentina (Cepa) analizó estas afirmaciones y las contrastó con datos históricos.

Milei dijo en Davos que entre el año 0 y el 1800, el PBI per cápita a nivel global “se mantuvo estancado”. Desde el centro de estudios que conducen Julia Strada y Hernán Letcher, recordaron las dudas que los especialistas en cuentas nacionales tienen sobre los datos cuantitativos disponibles hasta la Segunda Guerra Mundial.“Las estimaciones del PBI per cápita realizadas por distintas consultoras para tiempos históricos tan lejanos, son de dudosa veracidad”.

Las estadísticas históricas de Angus Maddison, comúnmente utilizadas por los economistas, tienen muchas prevenciones metodológicas. Y desde el Cepa destacan curiosidades” de los datos disponibles en esa base, para concluir que “es poco serio afrimar tan taxativamente que hay PBI constante en 18 siglos”.

Entre los apuntes que hacen sobre esa base, citan: hay mil años de historia (entre el año 1 y el 1000) que tienen una muy vaga estimación por la ausencia total de fuentes estadísticas en gran parte del planeta, es decir, tres continentes: América Latina, Asia, Africa. Además, hay 16 siglos (año 1 a 1600) en los que cuatro países desarrollados de Occidente (Australia, Canadá, Nueva Zelanda, EEUU) tienen el mismo valor. En ese mismo periodo, el único aumento real del PBI es de Europa.

El salto en el crecimiento económico desde el 1800, que cita Milei, “tiene que ver con el cambio en el modo de producción que significó la revolución industrial” y “lo único que se comprueba es que permitió un salto exponencial de la producción y valor agregado a nivel global”, como lo dijo Karl Marx. Pero nada dice de “la desigualdad y concentración de la riqueza”, problemática actual del capitalismo. El informe cita a Simon Kusnetz que ganó el Premio Nobel por su contribución al estudio del ingreso nacional, advirtió “el riesgo de sólo mirar el PBI per cápita como única manera de medir el bienestar”.

La Argentina potencia

El Cepa también cuestiona la afirmación, ya clásica de Milei, sobre la existencia de una Argentina potencia en 1895, que se extravió luego por su opción por “el colectivismo”. Dijo en Davos: “Cuando adoptamos el modelo de la libertad, allá por el año 1860, en 35 años nos convertimos en la primera potencia mundial, mientras que cuando abrazamos el colectivismo, a lo largo de los últimos cien años, vimos cómo nuestros ciudadanos comenzaron a empobrecerse sistemáticamente hasta caer al puesto número 140 del mundo”.

El centro de estudios aclara, en primer lugar, que en 170 años de vida institucional organizada (desde 1853 hasta 2023), en Argentina transcurrieron 111 años bajo programas económicos liberales y 59 bajo políticas heterodoxas.

Y la evolución tasa de crecimiento del PBI per cápita en los distintos períodos (“el punto a mirar, más que el puesto en el ranking de Argentina fin del siglo XIX”, dicen) muestra un declino desde fines del siglo XIX, mucho antes que el surgimiento del peronismo. Entre 1850 y 1890, señalan, hubo un período de expansión basado en “una gran incorporación de tierras al tiempo que lo producido se vendía a la metrópoli económica, Inglaterra”. La tasa de crecimiento del PBI per cápita, de 2,7% anual acumulativo, se estanca en el período subsiguiente (1895 a 1916), con un crecimiento negativo de 0,2%. Entre 1916 y 1943 se recupera al 1,2%.

En cambio, Argentina “tiene un muy buen desempeño entre 1945 y 1975”, época de sustitución de importaciones y desarrollo industrial en la que creció 1,9% anual acumulativo, al mismo ritmo que Estados Unidos, Reino Unido y Australia. La pobreza e indigencia fueron las más bajas que el país haya conocido. Desde 1975 “todo empeora”. El PBI per cápita del país baja 0,5% entre ese año y el 2001, mientras que “los demás países siguen creciendo”. Fue entre 2002 y 2015 cuando se produjo el mayor salto en el PBI per cápita: 4,7% anual acumulativo.

Si se analizan las tasas de crecimiento de la historia argentina desde el 1900 hasta la actualidad, sin considerar el aumento de la población, los números son los siguientes: Argentina como granero del mundo, entre 1900 y 1930, creció a un ritmo de 4,5% por año. La primera sustitución de importaciones (ISI), forzada por la crisis internacional entre 1931 y 1945, registró tasas de crecimiento anual de 2,18%. El primer gobierno de Perón creció a un ritmo de casi 4% anual entre 1946 y 1955. La segunda ISI, entre 1956 y 1974 sostuvo ese ritmo, creciendo a 3,84% anual. Del 76 a 2002 el crecimiento fue muy magro, de 0,86% anual. El gobierno de Néstor Kirchner registró la mejor tasa de crecimiento anual (8,74%), mientras que los gobiernos de CFK crecieron a 1,87% anual, con un cambio de ciclo internacional mediante, por la crisis internacional del 2008. “El de Macri fue catastrófico, con una caída de un punto por año”, mientras que el del Frente de Todos, “con pandemia mediante, creció a 1,49% anual”.

Estado sí o no

Con estos y otros datos, los economistas del Cepa desmantelaron también la visión de Milei sobre la justicia social como “aberración”, al tiempo que defendieron el rol del Estado en la economía, con algunos ejemplos relacionados con los nichos de negocios que genera el sector público y luego son aprovechados por el sector privado. El más cercano, el Vaca Muerta, desarrollada a partir del “rol protagónico que tuvo el Estado” en el cambio de tendencia de producción de YPF.

“Bajo la gestión Repsol, la producción de petróleo registró una declinación de más del 40% entre el año 2002 y el 2011; a partir de la estatización del 51% de las acciones de la empresa comienza a revertirse la tendencia por impulso de mayores inversiones en general y en particular por el desarrollo del Shale oil”, recuerdan. Bajo la gestión estatal, la producción de petróleo crudo de YPF registró un crecimiento del 73% entre 2012 y octubre de 2023. Pero el impacto va más allá, aseguran: “Gracias a los riesgos de exploración y desarrollo asumidos por la petrolera ya controlada por el Estado, se realizó la curva de aprendizaje que permitió el desarrollo económico del play Vaca Muerta; los actores privados (Tecpetrol, Pluspetrol, Pan American Energy), esperaron los resultados de la petrolera estatal para luego incorporarse a la actividad”.

A nivel global, citaron en este punto las referencias de la economista Mariana Mazzucato sobre los u$s 12 mil millones de dinero público en las seis principales productas de vacunas contra la pandemia, y el mismo desarrollo del iPhone, cuyos componentes calves fueron desarrollados “en la Universidad de Delaware con fondos de la Fundación Nacional para la Ciencia”.

En Argentina, destacaron los programas públicos desarrollados en la pandemia, como el ATP, que fortalecieron el financiamiento a la producción y alcanzó a 307 mil empresas y tres millones de trabajadores del sector privado, y el IFE, que asistió a 9 millones de personas.

En términos de concentración económica, los investigadores cuestionaron la negación de Milei y la escuela austríaca sobre “las fallas de mercado que reconocen hasta los propios neoclásicos”. Y apuntaron que, en los principales sectores económicos de Argentina “no hay competencia, hay cartelización” en la mayoría de las cadenas productivas.

Frente a la demanda de Milei a los grandes empresarios en Davos, de “no ceder al avance del Estado” porque “El Estado no es la solución, es el problema”, enumeraron algunos conceptos del economista Ha Joon Chang, en el libro “Pateando la escalera”. Señala, por ejemplo, que entre 1816 y el final de la segunda guerra mundial, el nivel de los aranceles estadounidenses era uno de los más altos del mundo. “Casi todos los países promovieron la industria naciente cuando estaban en fases iniciales de desarrollo”, recuerda. Al principio, las protecciones arancelarias fueron el componente dominante pero luego fueron acompañadas de subsidios a la exportación, reducciones arancelarias para los insumos usados en los productos para la exportación, asignación de derechos de monopolio, asociaciones de fabricantes, créditos dirigidos, planeamiento de la inversión y de la fuerza de trabajo, ayudas de I+D, y creación de instituciones para facilitar la cooperación entre los sectores público y privado.

“Paradoja para el liberalismo: cuando los países en desarrollo utilizaron políticas comerciales e industriales «malas», durante los años 1960-1980, crecieron mucho más rápido que cuando utilizaron políticas «buenas» durante las dos décadas siguientes. “Las políticas supuestamente «buenas» no son realmente buenas, mientras que las políticas «malas» son realmente buenas”.

Presión fiscal

También mencionaron otros datos: los 30 primeros países con mayor presión fiscal registran un promedio de 37,7%, mientras que tienen una pobreza de 15,6%. Como contracara, los 30 países con menor presión fiscal tienen una recaudación sobre PBI de 12,05% y la pobreza alcanza el 33% en promedio (salvo excepciones, como las utilizadas por Milei como supuestos ejemplos: Singapur o Malasia con baja pobreza y baja presión fiscal). Argentina, “mal que le pese a Milei”, dicen, “no se encuentra entre los países de mayor presión fiscal del mundo”.