Muchas de las reformas impulsadas en el Congreso proponen eliminar derechos laborales como condición necesaria para la generación de empleo. Es preciso dejar la pasividad y contraponer una propuesta de reforma laboral alternativa
Por Darío Romano////
Desde el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM) presentamos un documento titulado El debate actual sobre las instituciones del mundo del trabajo en la Argentina en colaboración con la Friedrich Ebert Stiftung (FES) y un conjunto de centros académicos y universitarios preocupados en construir una herramienta que aporte una mirada sobre la reforma laboral en nuestro país. Creemos necesario avanzar en una gran coalición que integre sindicatos, asociaciones empresarias, universidades, organizaciones de la sociedad civil para debatir, articular y consensuar una propuesta de reforma laboral progresiva, inclusiva, adaptada a los cambios en el mundo del trabajo y la producción, que logre interpelar a los trabajadores y a la sociedad en su conjunto.
La difícil coyuntura que atravesaba el mercado de trabajo argentino hace un año atrás en relación al aumento de la precariedad laboral, las desigualdades y fragmentación al interior del universo de trabajadores ha sido utilizada por parte de un sector de la política como justificación para relanzar propuestas tendientes a la desregulación y flexibilización de las normas e instituciones laborales como aparente solución a las problemáticas en el mundo del trabajo.
Es importante señalar que muchas de las reformas impulsadas en el congreso forman parte de un bloque de iniciativas que exceden al actual oficialismo y son promovidas por distintos partidos políticos (La Libertad Avanza, el PRO, buena parte del radicalismo, la Coalición Cívica) que, apalancados en demandas de sectores empleadores, proponen eliminar derechos laborales como condición necesaria para la generación de empleo.
Aún continua en la hoja de ruta una batería de propuestas y reformas tendientes a flexibilizar más derechos y, sobre todo, horadar el poder de las organizaciones sindicales como fue anunciado por el presidente Javier Milei el pasado 10 de diciembre por cadena nacional.
Quienes defendemos otro tipo de ideas o valores, debemos dejar la pasividad y contraponer una propuesta de reforma laboral alternativa, empezando por explicar que cambiar las normas laborales de un país no impulsarán por sí solas la creación de nuevos o mejores empleos como suele ser vendida la “reforma” desde la derecha o desde posiciones liberales o pro empresarias.
La generación de empleo depende más de pensar un conjunto de políticas macroeconómicas, de desarrollo productivo, tributarias, crediticias o de inversión que de cambiar leyes laborales. Este es el gran desafío a debatir y discutir de cara al futuro: qué modelo productivo queremos para generar empleos de calidad, que políticas públicas necesitamos y cómo debemos adecuar las normas para ello.
Por lo tanto, la reforma laboral debe ser parte de un debate mucho más amplio. Debe estar orientada a pensar cómo logramos que los millones de trabajadores que tienen escasos o nulos derechos puedan tener un empleo de mayor calidad, con mejores ingresos y mejores condiciones de trabajo.
Para ello, resulta fundamental dos cuestiones. En primer lugar, cualquier cambio en las normas o instituciones laborales debe contemplar soluciones a demandas genuinas tanto del sector de los trabajadores como de los empleadores y acordarse en espacios de participación tripartitos con presencia del Estado para, a través del Diálogo Social, generar cambios sostenibles en el tiempo que nos permitan superar la lógica pendular de la Argentina.
En segundo lugar, debemos generar una propuesta que logre interpelar a un universo de trabajadores heterogéneo y cada vez más fragmentado, cuyas necesidades y demandas varían en función de su posición en el mercado de trabajo o del tipo de empleo que tengan. En este sentido, la batería de propuestas debe ser compleja y dirigida a satisfacer tanto a los asalariados formales como a quienes trabajan en la informalidad, como aquellos trabajadores independientes de actividades vinculadas a la economía digital o aquellos que realizan actividades de autoempleo y casi de subsistencia.
Una verdadera reforma laboral inclusiva debe pensar en cada uno de estos trabajadores, interpretar sus necesidades y proponer en consecuencia. Es aquí donde radica uno de los principales desafíos que tenemos por delante en los próximos años.
* Coordinador área de trabajo y producción del CEM