Opinión Raúl Hutin. Secretario de la Central de Entidades Empresarias Nacionales (CEEN).
Resulta muy duro comprobar cómo se naturaliza que hay una mínima parte de la sociedad (entre un 15% y un 20%) que se está quedando con la parte del león, mientras que el 80% restante, cada día que pasa, ve su calidad de vida deteriorarse a pasos agigantados. Y ahí están los jubilados, recibiendo palos por reclamar los remedios que les aseguren nada menos que su vida, mientras su ingreso cayó en términos reales un 25%, y los laboratorios aumentaron sus precios un 220%. Ahí están también los trabajadores, tanto formales como informales, que han perdido capacidad adquisitiva de su salario de forma impiadosa, e incluso han sido insultados, como ocurrió con los empleados estatales, tratados todos como “ratas que se roban la plata del pueblo”.
También están las PYMES, que en su gran mayoría forman parte de una clase media en franca desaparición, quemando ahorros para poder mantener la nariz por encima de la línea de flotación, haciendo malabares para encontrar un nuevo punto de equilibrio entre ingresos y gastos. Inventan cada día cómo competir con una importación que recibe todas las ventajas (se eliminó el Impuesto PAÍS, se permite que entren productos por courier hasta U$S 3.000, donde los primeros U$S 400 son libres de impuestos; se puede pagar al exterior con moneda propia en cualquier momento, etc.), mientras nuestras empresas están profundamente agobiadas por tarifas que subieron un 450% y por impuestos que representan, en un producto final, el 50% del costo. A esto se suma un mercado interno que no deja de caer y que, por primera vez en la historia, muestra un año completo en rojo en el consumo masivo. Si la gente ya no tiene para consumir lo básico, ¿qué futuro les aseguramos a los fabricantes de productos manufacturados?
¿Cómo pueden festejar los 261.000 obreros que perdieron su empleo (según la medición de octubre)? ¿Y los 13.500 empresarios PYMES que tuvieron que cerrar sus puertas, dejando atrás años de historia y esfuerzo? Tampoco tienen motivos de celebración los científicos del CONICET, del INTI, del INTA y de las universidades, que vieron cómo el presupuesto destinado a la investigación y el desarrollo se redujo un 27,9%. Lo mismo ocurre con los docentes, cuyo salario sufrió un recorte del 28,5%. Sin inversión en ciencia y tecnología no hay futuro, y eso significa que estamos hipotecando el porvenir de nuestros hijos y nietos.
Los que están en el balcón festejando la reducción del déficit fiscal, ¿no saben acaso que el 33% se lo sacaron a los jubilados, que otro 20% surge del recorte del 76,8% en obra pública y del ajuste en las universidades, y que de los sueldos de los empleados públicos rapiñaron otro 20%?
Los que están brindando en la Sociedad Rural por la baja de la inflación, ¿no saben acaso que primero la llevaron al 25,5% en diciembre de 2023, para luego, a fuerza de motosierra sobre los más necesitados y nunca sobre los grandes capitales, matando a la gallina de los huevos de oro que es el mercado interno y coartando la posibilidad de adquirir bienes o servicios, bajarla al 3% mensual, que sigue siendo récord mundial?
Lógicamente, en el brindis en Casa Rosada se festejó la caída de la emisión monetaria, el recupero de reservas del Banco Central, el manejo del sector financiero y la recuperación de confianza de sus operadores, reflejado en la caída del “riesgo país”. Dicen que la macroeconomía está ordenada y que podemos ir nuevamente a mendigar al FMI. ¿Y la microeconomía? Nada se habló de los 4 millones más de pobres, del 18,8% de indigentes, de la cantidad de conciudadanos durmiendo en las calles, del millón y medio de niños que se van a dormir con una taza de mate cocido, ni de los alimentos almacenados por la Ministra Pettovello.
Indiscutiblemente, nos hicieron jugar a la mayoría de la sociedad en una cancha inclinada y con diferentes reglas. Por un lado, para las grandes empresas hubo reducción de impuestos y un blanqueo “gratuito”. Para el sector energético y minero, les regalaron el RIGI, con el cual no tienen que declarar nada ni pagar nada. Para el sector financiero, una tablita que les permitió una bicicleta más parecida a una moto de carrera, ya que ganaron en dólares entre el 20% y el 50% en el año, dependiendo del momento de entrada y salida. Para los gauchócratas habrá bajas en las retenciones. Mientras tanto, por el otro lado, “Trabajo, Producción y Soberanía” desaparecieron del diccionario de nuestras autoridades, relegadas hasta nuevo aviso.
El ciudadano medio, más allá de si votó o no a este Gobierno, está profundamente preocupado. Preocupado, primero, por el aumento de la agresividad que, como siempre, corre de arriba hacia abajo y nunca se sabe cómo termina. Preocupado por esta grieta que, en lugar de achicarse, se profundiza cada vez más. Preocupado por un país cada vez más caro en dólares, que expulsó al turismo internacional y renovó el “deme dos”. Preocupado porque vuelven los viejos y fracasados conceptos que destruyeron el andamiaje industrial del país a fuerza de mentiras e intereses creados. Preocupado por una democracia cada vez más debilitada.
En definitiva, el balance que hacemos las PYMES del primer año de gobierno es malo. Es ocioso compararlo con el anterior, ya que también fue malo. Estamos cansados de tirar del carro y que nunca caiga ni un mendrugo para el pueblo.