La Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de la Argentina, FADA, publicó un informe en el que afirma que el campo genera 3,9 millones de puestos de trabajo. Cuando nos adentramos en la información del Ministerio de Capital Humano, el cual publica los datos del OEDE (Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial), algunos números no cierran.
( Por Matías Strasorier y María Rizzo)
Al analizar los datos del OEDE, encontramos que la cantidad de empleo que el campo genera en la República Argentina, es alrededor de 1,14 millones de puestos de trabajo de las actividades vinculadas al campo. Tomando 60 de las actividades expuestas en el informe y una media de los tres trimestres de 2023, de las cuales por ejemplo transporte marítimo, terrestre y ferroviario no son actividades exclusivas del sector agropecuario, sin embargo podríamos contemplarlo como un sector que dinamiza el transporte, de manera significativa.
Es decir que el trabajo registrado, vinculado al campo, según el gobierno ronda el millón de ciudadanos argentinos. Bastante lejos de lo que plantea el informe de FADA. Sin embargo, en el punto “1.2 Método de Investigación”, la fundación aclara que “no se incluye de ninguna manera al sector público”, y que “el empleo total de las CAI se estimó teniendo en cuenta al trabajo privado formal (asalariados registrados), el trabajo no asalariado y el informal (asalariados no registrados)”.
FADA afirma que el campo genera el 23% del trabajo del país, lo cual significa que los 3,9 millones de puestos de trabajo, parecerían corresponder al 23% de los 13,5 millones de personas ocupadas que informa el INDEC en el Cuarto trimestre 2023. Recordemos que el INDEC informó que había una Población Económicamente Activa de 14,3 millones de personas; Ocupados: 13,5 millones de personas; Asalariados: 10 millones de personas; Asalariados con aportes jubilatorios: 6,4 millones de personas.
Entonces, FADA está contemplando los trabajos informales o mal llamados en negro, parte del trabajo esclavo, también parte la fuerza de trabajo familiar que aportan algunos productores, en realidad la familia, y muchas de las tareas de mujeres trabajadoras de la tierra, totalmente invisibilizadas. Esto sí es un punto a destacar, visibilizar que las mujeres y los hombres trabajando en el campo son los verdaderos generadores de riqueza. Esto significa que sin esas 3,9 millones de argentinas y argentinos, el campo no existiría, y vale decir que, existe a partir de la acción humana sobre la tierra, sobre los cultivos, sobre la ganadería, sobre las maquinarias, etc.
La Nueva Fase y desafíos para el trabajo agrario
Lo que no muestra el informe de FADA, ni las estadísticas del Ministerio de Capital Humano, es la irrupción de las nuevas tecnologías en el agro y su impacto en el trabajo agrario. Es que el pasaje de lo analógico a lo digital, está irrumpiendo, incomodando, sacudiendo la vida en general, en definitiva la irrupción de la Nueva Fase del sistema capitalista, como dice Lucas Aguilera, en su libro “Nueva Fase. Trabajo, Valor y Tiempo Disponible en el capitalismo del Siglo XXI”. Hoy estamos en un limbo de transición donde aparecen claros oscuros difíciles de dilucidar.
Aunque parezca increíble, aun hoy existen situaciones de esclavitud y trata de personas en el campo argentino. Basta recordar los hermanos Cornejo que estaban en esta situación en los campos de los Etchevehere, encontrados y rescatados por agentes de aquel entonces RENATEA durante el año 2013. Basta observar muchos trabajadores y trabajadoras golondrinas, que viajan y viven en condiciones infrahumanas, se les paga miseria, se les retienen los documentos, los transportan en camiones como a las vacas o peor, duermen en chozas, orinan y defecan donde puedan en el campo, porque ni las condiciones mínimas les garantizan sus explotadores. También es una realidad la cantidad de productores familiares sin luz eléctrica, sin conectividad rural, sin agua potable. Esta es la realidad que viven quienes producen y trabajan la tierra en algunas zonas de nuestra argentina desigual.
Mientras que por otro lado, las nuevas tecnologías han trastocado los tiempos y la vida, el trabajo y el descanso. En el agro vemos como las tareas que realizaba la trabajadora o el trabajador agrario, la productora o el productor, es decir los seres humanos que ponen sus cuerpos para trabajar la tierra, hoy son reemplazadas por nuevas herramientas. La robotización, el Internet de Todas las Cosas, los drones, etc. van realizando tareas que antes realizaba la humanidad. Tambos robotizados, maquinaria no tripulada, entre otras. También observamos como los profesionales, veterinarios, agrónomos, zootecnistas, etc. empiezan a ser reemplazados por la Inteligencia Artificial o algunas apps, que asesoran a través de un celular u otro dispositivo.
¿De dónde se obtuvo el conocimiento? ¿Pueden las nuevas tecnologías funcionar sin un ser humano? ¿Las nuevas tecnologías mejoran la calidad de vida de quienes trabajan la tierra? ¿Qué se hace con el tiempo que sobra? Algunos interrogantes de estos tiempos.
En nuestro país ya se pueden observar casos como tambos robotizados, drones pulverizadores o maquinaria no tripulada. Ya es una realidad, está transcurriendo, solo surge un interrogante más: ¿quienes pueden acceder a la tecnología y qué fin le damos como humanidad?
Imaginemos si no es posible transformar realidades, hacer más dignas las tareas o labores del campo, si no es posible que un productor o trabajador agrario de Patquía en La Rioja, de Quines en San Luis, de Las Loicas en Malargüe, de Sebastian el Cano o Rayo Cortado allá en el Norte de Córdoba, de Abra Pampa Jujuy, de Atamisqui o Quimilí en Santiago del Estero, etc, y miles de etc que hacen la realidad de una Argentina con desarrollo desigual y combinado.
Imaginemos esto de hacer las tareas menos forzadas, en las cuales las manos y las columnas de quienes trabajan no se las lleve un “surco”. Imaginemos esto de reducir los tiempos de labores y poder dedicarle más tiempo a la reflexión, a la capacitación, a la organización comunal. Imaginemos que la educación pueda estar al alcance de cualquier pibe conectado. Incluso las primeras atenciones de salud, una consulta médica virtual. También un asesoramiento técnico productivo. Todo eso que la virtualidad alcanza en los grandes centros urbanos, porque no llegando a cada rincón de nuestra patria, mejorando la calidad de vida de miles de trabajadores y trabajadoras agrarias.
Hoy, este sistema de explotación capitalista desplaza al ser humano con el uso de la informatización, la robotización, la Inteligencia Artificial, la IoT, etc. Convierte al hombre y a la mujer en un costo productivo más, cosificado y objetivado como fuerza de trabajo, haciendo que trabaje la misma cantidad de tiempo, produzca mucho más y con suerte se le pague lo mismo. Y el que no sirve queda fuera, reemplazado por un dron o robots, o por una apps.
Aumenta la explotación del hombre por el hombre, aumenta la desigualdad, aumenta la exclusión, al ritmo que aumentan las riquezas un puñado de explotadores.