Edición n° 2725 . 08/05/2024

¿Sueña el futuro con hombres eléctricos?

La Escuela de Frankfurt –con un argentino en sus orígenes– tiene cien años. De la incumplida “promesa de felicidad” del arte a la inteligencia artificial, qué debate su legado político y filosófico

Este año se cumplen cien años del origen del Instituto de Investigación Social de Frankfurt, o como se lo denominó en retrospectiva, la Escuela de Frankfurt. Dicha formación intelectual introdujo una forma novedosa de interrelacionar problemáticas económicas, epistemológicas y culturales, desde una perspectiva que cruzó –a partir de algunos de sus principales representantes– aportes materialistas sobre las sociedades con análisis freudianos sobre el sujeto.

Desde su origen, la crítica de la Escuela de Frankfurt interpeló fuertemente a las dimensiones culturales de los proyectos históricos de las sociedades capitalistas, proponiendo un amplio herramental conceptual para pensar la Industria Cultural en el marco de la naciente sociedad de masas; las vinculaciones entre arte, cultura y tecnología; la ligazón entre racionalidad social y racionalidad cognoscitiva, conformándose en uno de los movimientos intelectuales más importantes del siglo XX y parte de las teorías que componen el canon del pensamiento de izquierda y del marxismo cultural con efectos de lectura muy amplios, sobre todo en Latinoamérica.

Y en esta línea, Argentina está al comienzo y al final del carretel de estos cien años de historia. Al comienzo porque un miembro fundador y mecenas de la escuela fue un argentino: el curioso caso de Felix Weil (hijo del agroexportador holandés Hermann Weil) y, al final, porque justamente en abril de este año se incorporó por primera vez un latinoamericano y argentino al Instituto: Esteban Torres, especialista en sociología histórica.

La Escuela de Frankfurt está en el centro de los sueños dialécticos sobre una nueva sociedad posible. No solo en América Latina, sino en todo lugar donde se trata de fomentar un pensamiento crítico y una mirada diferente sobre lo existente.

Primeros años o la prehistoria del Instituto de Investigación Social

En los orígenes de la Teoría Crítica resuenan nombres alternativos a los más conocidos como Theodor Adorno, Max Horkheimer, Herbert Marcuse, Erich Fromm o incluso Walter Benjamin. Carina Mengo, docente de Epistemología de la Psicología (UNR) y miembro del Centro de Estudios de Teoría Crítica “Laura Sotelo” , indicó: “Estos cien años del Instituto se originan en la primera Semana de trabajo marxista producida en 1923 y creo que es muy interesante mencionarla, por su característica de trabajo colectivo. En esa semana participan nada más y nada menos que Karl Korsch, György Lukács, Hede Massing, Konstantin Zetkin –hijo de Clara Zetkin–, Felix Weil –uno de los que proporciona el dinero para la fundación del Instituto. Y los objetivos de esa primera semana tenían que ver con un panorama en el que la clase obrera era una clase revolucionaria y estos intelectuales se sentían parte de esa clase. Hay una esperanza y una expectativa en el movimiento obrero y en la revolución socialista”.

“Felix Weil es un militante revolucionario y viene a la Argentina con la autorización del Comité para realizar tareas secretas. Y es aquí donde escribe la primera historia del movimiento obrero argentino, con la paradoja de que fue escrita en idioma alemán”, continuó la investigadora de la UNR.

Y destacó: “Queríamos remarcar estos objetivos que tienen que ver con una práctica revolucionaria y con trabajar el nivel de investigación a partir de la aplicación del método marxista para conocer las características de la clase obrera y las particularidades del sistema capitalista. Entonces, quizás, aquí podemos encontrar que en estos primeros frankfurtianos nos hallamos ante intelectuales que no poseen las características de lo que conocemos como Escuela de Frankfurt porque, en general, cuando hablamos de la Escuela nos referimos a Adorno, Horkheimer, Benjamin, que tienen otras características, que los hace más intelectuales y menos militantes”.

Sobre esta primera Semana de trabajo marxista, Héctor Piccoli, poeta y traductor de libros fundamentales de esta etapa de la Escuela, agregó: “En el libro Gran Hotel Abismo, es importante remarcar la colección de personajes que se encuentran en la reunión fundante y que luego tendrán destinos muy diversos. Por ejemplo, Richard Sorge, un militante del Partido Comunista, que tuvo un papel determinante en el destino de la Segunda Guerra Mundial, yendo al oriente como espía soviético y ganando la confianza del gobierno fascista de Japón. Es la persona que le avisa a Stalin cuándo iba a ser atacado Pearl Harbor. Eso le permitió a Stalin correr el frente y decidió el destino posterior de la guerra”.

Esto para romper la idea de que la Escuela de Frankfurt está volando en una nube de teorías. Es un grupo polifacético y heteróclito. Dentro de eso está Benjamin, con un aspecto que me interesa marcar que es el Benjamin poeta, sus sonetos son de una belleza extrema y ciertamente complejos”.

Y para recuperar la constelación benjaminiana y el estilo de época de la Alemania pre hitleriana, Piccoli remarcó: “Está presente el tema de las cosas. Es increíble realmente en la Alemania de principios del Siglo XX el peso que tiene ding (cosa). Lo cósico de la cosa. Increíble la inscripción de la cosa en toda la literatura y la filosofía de ese momento. En Rainer Maria Rilke, por ejemplo. En el famoso poema “cosa” de ese autor, donde la cosa no es solamente el objeto, lo meramente objetual, sino que puede ser un animal –como en el caso de la pantera–, una obra de arte, etc. Heidegger y el problema de la cosa. Rilke y las cartas a Lou Andréas-Salomé, cuando habla de Auguste Rodin, de la mano que pone Rodin en el aire, es un ensayo tremendo. Es increíble la preocupación por eso, que también está en Benjamin”.

El psicoanálisis para pensar las relaciones entre sujeto y cultura

La incorporación del análisis freudiano del sujeto a las teorías marxistas es una de las novedades que introduce la Teoría Crítica en el marco del pensamiento social y del debate político. Este diálogo disciplinar –tan marcado en Marcuse, Adorno y Benjamin– tiene sus inicios incluso antes del trabajo de estos autores: “A fines de la década del 20, en vísperas de la toma del poder por Hitler, aparece un libro de Erich Fromm llamado Obreros y empleados en vísperas del Tercer Reich. Esto es muy importante en el desarrollo histórico de la Escuela de Frankfurt, porque marca un momento extremadamente expresivo de cómo Fromm trata de incorporar el psicoanálisis a la teoría del marxismo. Justamente, antes de que gane Hitler se pregunta: ‘¿Qué tiene en la cabeza un obrero alemán y cuáles son las fuerzas para enfrentarse al fascismo?’”, enfatizó Héctor Piccoli.

Un espacio del saber transversal

La Escuela de Frankfurt es transversal a múltiples saberes. Una característica que la hace releída e interpelada por diferentes disciplinas. Sobre esta transdisciplinariedad y sobre la dificultad de su limitación, Gabriela Samela, investigadora y profesora adjunta de Teorías de la Comunicación de la UBA, indicó:“La Escuela de Frankfurt es una de las corrientes de pensamiento que se ha vuelto fundante en los Estudios de la Comunicación. Hay una serie de textos, que corresponden al segundo momento, que son lecturas obligadas en las carreras de comunicación: el capítulo sobre la Industria Cultural, que forma parte del libro Dialéctica de la Ilustración, de Adorno y Horkheimer y también La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, de Walter Benjamin. A estos textos hay otros conjuntos que forman un corpus muy estudiado y revisado, como por ejemplo los textos de Adorno sobre el tiempo libre y la televisión como cultura de masas, otros textos de Walter Benjamin, como Pequeña historia de la fotografía y textos de Herbert Marcuse, particularmente Cultura afirmativa, pero también algunos ensayos posteriores de ese autor.

Estos aportes nos han permitido pensar la relación del sistema de medios de comunicación con la sociedad no solo en términos de cultura de masas, sino que, actualmente, en la era de la comunicación digital, también nos permiten hacernos preguntas sobre los procesos comunicacionales del presente. Y esa actualidad se nota en el dossier publicado en la Revista Avatares de la Comunicación y Cultura por los cien años de la Escuela de Frankfurt”, concluyó.

Por su parte, Víctor Lenarduzzi, profesor de Teorías y Prácticas de la Comunicación I de la UBA e investigador del Instituto de Investigaciones Gino Germani, agregó: “De distintas formas podemos hacer conexiones entre esas investigaciones empíricas primeras –que además demoraron mucho en estar accesibles a un público lector en español– con indagaciones como las de la personalidad autoritaria en Estados Unidos. Son clásicos que se volvieron de referencia, con sus cuestionamientos. Como plantea Ágnes Heller: los grandes textos de las ciencias sociales son aquellos donde siempre volvemos a la búsqueda de inspiración.

Y en relación al aspecto amplio de estos textos clásicos de la segunda generación de la Escuela de Frankfurt, profundizó: “Me parece que hay cuestiones siempre entrelazadas, en comunicación, arte y cultura, pero con lo contemporáneo. El carácter político de la técnica y el proyecto histórico sobre eso que hay”.

“Hasta cierta mutación actual que atravesamos que pone a la comunicación en el centro de las inquietudes, pero a la vez la desborda. Con una tecnificación de todos los aspectos de la vida e incluso con cosas que no sabemos que están atravesadas por un horizonte –como una suerte de digitalización de la praxis vital, o virtualización del mundo de la vida”, agregó Lenarduzzi.

Continuando para situar esas prácticas digitales contemporáneas en el marco del sistema de producción: “Como para pensar una fase de transformación del capitalismo, que algunas le dirán ‘capitalismo cognitivo’, ‘neoliberalismo’, ‘semiocapitalismo’. Toda una referencia que nos puede interpelar por ejemplo desde la Industria Cultural como una intervención crítica, donde el conjunto de la cultura y de lo social estaba mediatizado por esa lógica de lo industrializado. Ese es un lugar donde podemos buscar inspiración para pensar nuestra contemporaneidad. Y creo que eso estamos haciendo”.

Sujetos contemporáneos y praxis vital

Con esta línea de repensar la teoría crítica desde la actualidad, Lenarduzzi comentó: “Y esto viene de la mano con las maneras en que se constituyen los sujetos contemporáneos y que implica una pregunta política. Por ejemplo, sobre los nuevos modos del autoritarismo, que provienen del lado de las condiciones que se imponen como también de los modos en que se experimenta. Esto que aparece en Fromm o en los trabajos de Adorno sobre la personalidad autoritaria, con gran cantidad de población reducida a lo que estos autores entienden como autoconservación, es decir: la reducción a la sobrevivencia”.

“Esto permite comprender cómo se constituyen frustraciones, temores, ansiedades. Lugares que quedan sin elaborar. Todo el endurecimiento que implica vivir en determinadas condiciones de ciertos proyectos históricos. Entonces, por eso sugiero pensar el desarrollo técnico contemporáneo como una cuestión histórico-política. Como una alternativa que se ha elegido entre otras, y que somete a la población a un conjunto de condiciones complejas y a la vez atravesadas con una promesa de felicidad que no es lo uno o lo otro, sino un orden de la digi-virtualización contemporánea que contiene esa promesa de autorrealización combinada con un arrojo a la autoconservación”.

¿Estéticas postadornianas para pensar el arte hoy?

Esteban Juárez es profesor en la Facultad de Ciencias de la Comunicación y en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC e investigador visitante en la Goethe-Universität (Frankfurt a. M.). Ante la consulta sobre cómo podemos pensar hoy las nociones esbozadas por Adorno en su Teoría estética, respondió: “Una de las cuestiones importantes es el papel que ejerce el arte que llamamos negativo. La importancia del arte en los procesos de transformación social. Dentro del programa de Horkheimer como director, la investigación sobre arte es una investigación central. Porque el arte para Adorno es una promesa de felicidad. Una idea que ha acuñado Nietzsche y que en la actualidad es muy citada. Adorno la tomó y dice: esa promesa debe ser quebrada por el arte. Debe incumplirla, debe romper la promesa, negarla. Ese es el punto central a lo que hace a la cuestión política del arte”.

Y agregó dos preguntas fundantes de la teoría crítica: “Lo que importa es la pregunta: ¿Por qué los sujetos que sufren no transforman el mundo? ¿Por qué el impulso del sufrimiento lleva a lo contrario? Lo que las investigaciones que hace el Instituto lleva a comprobar es que los sujetos hacen todo lo posible para afirmar ese mundo”.

No hay felicidad subjetiva, del estado de ánimo. Tiene que ver con un nivel objetivo de la felicidad, que para que sea auténtica debe ser la felicidad de todos. No puede haber un momento de felicidad que implique el sufrimiento insoportable del otro. Y, por lo tanto, el arte es lo que encarna aquello que no se puede dar en la vida cotidiana de los hombres y mujeres. Es negarse a conceder algún grado de felicidad cuando en el mundo está completamente negada, y que esos vestigios de placer sirven como compensación de las negaciones permanente que han tenido los distintos sujetos en la historia”.

La felicidad negada del mundo

Sobre la noción de arte negativo, tan trabajada por Adorno, Juárez expresó: “Es el arte aquel que debe cargar con la felicidad negada del mundo. Ese es el arte que se niega a brindarle felicidad al mundo. Una expresión es Arnold Schönberg, con la atonalidad de su música. Es una obra inescuchable. Nuestro oído no está habituado para seguir lo que está pasando en esa obra. Entonces, esta negación a que sea escuchable es la negación a aquello que produce un sistema que necesita que los sujetos estén contentos”.

La cultura de masas como Kulturindustrie

Y lo opuesto al arte negativo es aquella industria del amusement, que mantiene a todos en pleno estado de distracción. Juárez enfatiza en la importancia de recuperar el término en alemán: “Y la palabra es fundamental que se diga en alemán: Kulturindustrie. Que es el choque de dos conceptos que hasta el siglo XX iban por caminos separados, que era la cultura y la industria. La industria nos prometía progreso, productividad, mientras que la kultur es el descanso de la individualidad, de lo diferente. El recojo del dolor del mundo. Estos autores juntaron dos términos injuntables. El término alemán marca un choque.

Lo que la Industria Cultural hace es no ver los problemas estéticos, que son mediaciones sociales. Nada más alejado de Adorno que pensar el arte para mejorar la vida de las personas. Ese problema es político para este autor”.

Y finalizó: “Para Adorno esas fuerzas colectivas que podrían aunarse para transformar el mundo han sido cooptadas por las relaciones de producción. Y las fuerzas productivas tienden a solidificar las relaciones de producción, más que quebrarlas. Y es ahí donde podemos leer el arte negativo, que muestra un proceso de no identidad. La expresión de eso que no puede ser expresado”.

Conformar un pensamiento crítico sobre las Inteligencias Artificiales

Al final de la mesa se trabajó el tema de la Inteligencia Artificial y su posible impacto sobre las dimensiones subjetivas y culturales contemporáneas. Sobre esta problemática, Héctor Piccoli expresó: “En la historia todo descubrimiento importante tiene un sentido doble, justamente por el carácter dialéctico de la historia. Desde la invención de la pólvora hasta hoy. El problema no está en la Inteligencia Artificial, sino en la detentación que hace el poder de esa nueva herramienta”. Sobre el mismo tema, Gabriela Samela, agregó: “Volvemos al Herbet Marcuse del Hombre unidimensional, que hablaba de situar a la técnica dentro del proyecto histórico que le dio vida. Por supuesto, la técnica en ese sentido produce un efecto sobre lo social y también puede ser reconvertida en diferentes formas, pero la Inteligencia Artificial forma parte de un proyecto, de negocios y político”. En la misma línea, Víctor Lenarduzzi indicó: “Así como el orden industrial tuvo un montón de consecuencias sociales, naturales, culturales, subjetivas y corporales; esta mutación contemporánea también necesita ser pensada bajo una mirada de conjunto, como una constelación”.

Finalmente, Esteban Juárez indagó sobre las dimensiones subjetivas y productivas de la Inteligencia Artificial como proyecto histórico: “La pregunta que yo me haría es qué clase de sujetos construye esa Inteligencia Artificial y qué clase de sujetos vuelve obsoletos. Hay que investigarla y no podemos tener cierta fascinación ingenua. Pero me parece que hay cuestiones que tienen que ver con que el algoritmo construye sujetos y vuelve obsoletos aquellos que no entran dentro de su clave. Hay que ver que efectivamente ahí hay un orden determinado. Y que la función crítica sigue siendo introducir caos en el orden. Lo que alguna vez hizo el arte.

Porque la idea de totalidad se ha vuelto concreta en el ciberespacio. Entonces, si la teoría crítica tiene un sentido, puede ser un programa de reflexión como ciudadanos que implique pensar cómo nos ha constituido el algoritmo a nosotros mismos y en qué medida podemos ser algo no idénticos a esos algoritmos, si eso es posible”.

La intención de esta mesa fue recuperar la latencia presente de la Teoría Crítica para interrogar un futuro común que exige cada vez más miradas críticas, dialécticas y microscópicas. Sus interpelaciones al contexto actual de post mass mediatización, las economías del arte y de la cultura, la plataformización del acceso a la cultura, las vidas info-tecno comunicacionales, las tecno-diversidades, entre otras resonancias son los temas que nos convocaron a repensar la Escuela de Frankfurt tras cien años de historia.

Sobre los participantes

Víctor Lenarduzzi es Licenciado en Comunicación Social. Magíster en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural y Doctor en Ciencias Sociales. Profesor Regular Asociado de Teorías y Prácticas de la Comunicación I en la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Investigador del Instituto de Investigaciones Gino Germani. Profesor de Arte y Cultura de Masas en la Facultad de Ciencias de la Educación, UNER. Co-autor del libro Escuela de Frankfurt: razón, arte y libertad.

Esteban Juárez es Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Cór­doba (Argentina). Profesor regular en la Facultad de Ciencias de la Comunicación y en la Facultad de Filosofía y Humanidades (UNC). Fue investigador visitante en la Goethe-Universität (Frankfurt a. M.). Director del proyecto de investigación “Estéticas de la negatividad. Autonomía y subversión en las perspectivas postadornianas”.

Carina Mengo es egresada en Filosofía por la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Docente de Epistemología de la Psicología (UNR) y miembro del Centro de Estudios de Teoría Crítica “Laura Sotelo”. Sus trabajos de docencia e investigación se desarrollan en el área de la Epistemología de la Psicología con especial énfasis en el estudio de las relaciones entre ciencia, cultura y teoría crítica. Ha publicado en diferentes obras colectivas de carácter nacional.

Héctor Piccoli es poeta, traductor y egresado en Letras por la Universidad Nacional de Rosario. Docente de Lengua Alemana y Literatura Alemana. Miembro fundador del CETEC “Laura Sotelo”. Autor de numerosos libros, entre los cuales pueden mencionarse: Permutaciones (en colaboración con E. M. Olivay, La Cachimba: 1975), Si no a enhestar el oro oído (La Cachimba: 1983), Filiación del rumor (Armando Vites, 1993), Fractales (CiberpoesíaeLe: 2002), Antología poética (Serapis: 2006), La nube vulnerada (Serapis: 2016), Pluriversalia (en colaboración con Claudio Sguro, CiberpoesíaeLe: 2019). En 2020 fue designado Profesor Honorario de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR.

Gabriela Samela es licenciada en Ciencias de la Comunicación y doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, donde se desempeña como investigadora y profesora adjunta de Teorías de la Comunicación. Forma parte del Comité Editorial de Avatares de la Comunicación y la Cultura, la revista científica de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, en la cual se publicó en junio el dossier “Comunicación, arte, poder y crítica cultural: cien años de la Escuela de Frankfurt”. Dicta la materia “Teorías de la subjetividad” en las Maestrías de la Fundación Walter Benjamin. Es autora del libro Subjetividades virtuales: las narrativas del yo en Internet (Teseo, 2018).