Autora: Verónica Sforzin[1]/
Los grupos dominantes entre los que se encuentran los capitalistas tecnocráticos, como buenos hijos del individualismo capitalista, concentran sus recursos en el desarrollo de una tecnología que posibilite la vida eterna, la vida en otro planeta, la vida en aislada, es decir la vida alejada de los problemas sociales de la mayoría de la población mundial.
La película “No mires para arriba” (2021) retrata de manera excelente el perfil autista de los tecnócratas del Silicón Valley, capaces de destruir el mundo en aras del desarrollo tecnológico propio. Estas subjetividades son el resultado de una interacción permanente con la tecnología al servicio del poder concentrado, en donde la lógica de la casa común, y el bienestar de las sociedades no tiene significancia alguna.
Las redes sociales, las mediaciones y el medioambiente digital en el cual se socializan los nativos digitales es producto de estas corporaciones, diseñada, concebida e intrumentalizada bajo la lógica de la ganancia y los intereses geopolíticos. Los símbolos que utilizan estas nuevas generaciones, los discursos que los atraviesan, el sistema de saturación de información, de noticias falsas, de discursos de odio, son expresiones de un medioambiente digital al servicio de los grupos concentrados.
El capital financiero especulativo, apropiándose del desarrollo tecnológico, despliega una capacidad única de acaparar del proceso de construcción de sujetos y subjetividades para lograr que sean funcionales a sus necesidades: sujetos emocionales, fácilmente manipulables. Despliega una capacidad muy importante para reorganizar y mediar las relaciones sociales y las subjetividades a partir de imponer el terreno en donde se construyen: lo digital – virtual. Se impone así una nueva forma de producción de poder, según Zuboff, el poder instrumentario que busca el control del comportamiento.
Es decir, si el terreno desde donde se construye las subjetividades es el digital – virtual, terreno que no es democrático, en donde la idea de libertad individual es la ordenadora, impulsada por las corporaciones anglosajonas, tendremos grandes problemas para construir las condiciones materiales y la realidad social que permitan desplegar el sujeto y las subjetividades que se necesitan desde el Sur Global para sostener un proceso colectivo de transformación social.
El lugar central que hoy se les otorga a las tecnologías de la información y la comunicación hegemónicas en las sociedades es el problema estructural que sostiene esta situación de debilidad para los proyectos contrahegemónicos del Sur Global. Estas tecnologías, desprendidas del origen social, fetichizadas, son ubicadas en el centro de lo social, objetos que dictaminan lo que está bien y lo que está mal, el “hacia donde” de las sociedades y relaciones. El centro deja de ser el ser humano en comunidad, y pasa a ser una tecnología hegemónica que es el Caballo de Troya de los grupos de poder.
Subjetividades digitales y libertarias
Las últimas generaciones de América Latina y el Caribe, nativos digitales, se criaron usando el celular y los programas de las corporaciones del Silicón Valley. Antes de hablar supieron como “pasar” con el dedo una imagen o un video y luego adquirieron el lenguaje digital como su lengua materna, incluso fueron espectadores de cómo sus padres ya ubicaban en el centro de la escena, durante la crianza, a las redes sociales.
Este nuevo medio ambiente fue el lugar de socialización y subjetivación de una generación que, de manera compulsiva, comparte sus estados emocionales, haciendo de los afectos y lo íntimo una manera de expresión social, un fenómeno de época, y convirtiendo lo social en un mero soporte de la canalización de las emociones personales.
Las generaciones anteriores no supieron que decir frente al uso tecnológico, la brecha digital entre generaciones fue también manifestación de la incapacidad política de los Estados de poner en cuestión la tecnología extranjera. Cada paso que se dio en la región hacia la soberanía tecnológica fue sistemáticamente boicoteado por Estados Unidos, tuvimos como punto de inflexión el año 2015, año que la crisis definitiva del último proceso de revoluciones progresistas en América Latina.
Así, una generación no tuvo más Ley que la corporativa angloamericana. Y los Estados latinoamericanos, la academia, los partidos políticos sin una direccionalidad clara, una voz oficial, incorporaron acríticamente las nuevas mediaciones que venían a implosionar las viejas institucionalidades, mientras éstas avanzaban en infinitas propuestas educativas, culturales, sexuales, ideológicas, participativas para los más jóvenes.
Tanto lo material – objeto (las plataformas, redes sociales), como la realidad social que constituyen estas nuevas mediaciones que pos pandemia son medioambiente indiscutido en donde se constituye subjetividad, son fenómenos sociales novedosos que hay que analizar en sus diversas dimensiones para dar cuenta de las nuevas subjetividades digitales.
Lo público – privado, le estatal – corporativo y lo local – global (Sforzin, 2021) son reinterpretadas por estas generaciones.La consolidación de esta relación íntima entre las nuevas generaciones y el capital financiero especulativo en el terreno virtual es una gran victoria del capital anglosajón, el cual, escondido tras esta tecnología, consolida su cuota de poder, ya que gracias a estos consumos masivos, adictivos y desbordados pueden reproducir esta relación de tremenda desigualdad sin conflictos sociales, pero con altos costos subjetivos.
Mientras la corporación y sus intereses se encuentran invisibilizados tras el fetiche de la tecnología, las subjetividades de la era de la conectividad son subjetividades hiperexpuestas, subjetividades que se reconocen en tanto se expongan en las redes sociales.
Todo no se compra, todo no se vende
La subjetividad no es un producto, es un devenir del acontecer social. Mientras el capital dispone de una tecnología y un conocimiento que permite, como nunca antes en la historia, la manipulación social y subjetiva e intenta su apropiación para su reproducción, desde la comunidad y desde un pensamiento situado en las necesidades regionales, se nos plantean interrogantes acerca de qué procesosson necesarios sostener para la constitución de una subjetividad comunitaria, nacional, popular y latinoamericana.
Estos procesos emancipatoriosnecesariamente deben poner en cuestión las mediaciones hegemónicas, para avanzar en organización y lucha por el desarrollo soberano de los pueblos.
Generar condiciones materiales que discutan las subjetividades digitales, que las pongan en cuestión, permitirá que las nuevas generaciones no se replieguen en sí mismas, no se conformen con lo posible o se vuelvan nihilistas y vivan en una eterna expresión de odio y descontento, permitirá que continúen apostando a un futuro compartido y común.
Bibliografía utilizada
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Piedrahita Echandía, Claudia; Díaz Gómez, Álvaro; Vommaro, Pablo, compiladores (2012). Subjetividades políticas: desafíos y debates latinoamericanos. Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Bogotá.
Ramírez Grajeda, Beatriz y Anzaldua Arce, Raúl Enrique. Subjetividad y socialización en la era digital. Argumentos (Méx.) [online]. 2014, vol.27, n.76 [citado 2024-03-05], pp.171-189. Disponible en: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-57952014000300009&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0187-5795.
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[1]Doctora en Comunicación y licenciada en Sociología. Docente Titular Ordinaria de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata, Investigadora de la UNLP y del CIEPE – CLACSO. Autora del libro: Geopolítica de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Un análisis desde América Latina y el Caribe. Ganadora del premio ensayo Pensar Nuestra América con categorías propias de la fundación CICCUS y la Asociación Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales (ASOFIL), con el libro: Ética, poder y tecnologías. Redes sociales e inteligencia artificial desde el Sur Global.