(Por Raúl Hutin*) Es clara la diferencia entre productividad y competitividad. Nuestros empresarios industriales conocen bien esa diferencia y aplican la productividad permanentemente en sus plantas PYMES, pero esta se mide puertas adentro utilizando el método de mejora continua, produciendo cantidad necesaria para alcanzar los estándares, sabiendo que si no hay cantidad tampoco se consigue la calidad suficiente y necesaria.
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El Sr. Presidente olvida que la competitividad de un sector, en este caso el industrial, lo fija la política. Es ella la que determina el valor de la energía, es la política la que maneja los créditos y el split, es la que nos hunde con una carga impositiva intolerable que es el doble de nuestros vecinos de Sudamérica, es la que no toma las medidas necesarias para bajar los costos logísticos en un país de las dimensiones de Argentina, la que permite que los monopolios que dominan la mayoría de las cadenas de producción pongan los precios que se les antoja distorsionando aguas abajo el mercado, y es el que mantiene ficticiamente el dólar a un valor irreal que hace que todos los productos del país resulten caros.
Desde la simple hamburguesa Big-Mac que resulta ser la segunda marca más onerosa del mundo después de Suiza, pero la más cara de Latinoamérica, pasando por la yerba, el vino, las galletitas, los autos, los electrodomésticos, los útiles escolares y hasta el helado, todo, es más caro. Y cuando “todos dicen que llueve, abrí el paraguas”. No somos sólo los industriales los que estamos pasando por el peor momento de los últimos 30 años con caída del 9,4% en el año que termino, siempre teniendo en cuenta que varias cadenas industriales trabajaron con porcentajes elevadísimos de capacidad instalada o no tuvieron decrecimiento, sino que crecieron muy fuerte como ser: petróleo 86% o gas al 82% y lo que reflejan las estadísticas es un promedio ponderado.
El agro está pasando por momentos muy difíciles, tanto las grandes empresas granarías como los pequeños chacareros, la producción de leche cayo a consumos irreconocibles y uno de sus mayores exponentes se acaba de presentar en convocatoria, las economías regionales se están fundiendo y obligadas a tirar prácticamente la fruta a las acequias pese a la disminución en el año 2.024 de la producción total. Ejemplo: lo que está pasando con la pera o la manzana en el Valle de Rio Negro o con el vino y el damasco en Mendoza.
Para cambiar la realidad es necesario primero conocerla con absoluta precisión y no engañarnos entre nosotros con datos distorsionados. La inflación que marca el INDEC utilizando la fórmula del 2.004 vencida en setiembre del 2.024 no es real. Las cifras de la deuda externa no son precisas, el oro que se va a Europa sin destino claro tampoco y lo que es más grave aún son los $16.000 millones que perdió el ANSES con la venta “obligada” de bonos.
Productividad y competitividad tiene que caminar juntas y de la mano, un país no crece sin una o sin la otra y no ganamos nada con caprichos, siempre la realidad va a subir a la superficie como un corcho.
Los industriales PYMES queremos un país grande y próspero donde tengan lugar y trabajo todos los argentinos, que brinde seguridad y garantice el bienestar de sus ciudadanos y para ello es fundamental trabajar en forma mancomunada donde el estado fije reglas que permitan el desarrollo y no que quiebren más y más empresas como lamentablemente está sucediendo o se terminen yendo del país como anunció Mercedes Benz y Nissan.
Los empresarios pymes vemos con dolor como aumenta la desocupación, como nuestro Sr. Presidente se pone contento habiendo realizado “el mayor ajuste de la historia” y obligando a la sociedad a la peor calidad de vida del siglo ya que los trabajadores en estos momentos reciben el 43,2% de la torta que ayudan a construir, mientras que pocos años atrás era 50/50. Vemos con dolor la caída de la inversión lo que augura un mal futuro para la época del porvenir altamente tecnológica. Igual que la caída de la inversión en ciencia y tecnología que significa un certificado de empobrecimiento para los años futuros.
Tal como lo demuestra Trump, entrar abiertamente en la competencia comercial internacional es suicida, hoy los supermercados tienen el 50% de productos extranjeros a la venta y esos son dólares que se fugan del país más mano de obra que hoy esta ociosa. La importación de productos básicos necesarios para nuestra producción es bienvenida, el resto de los productos suntuarios es despilfarro. También es urgente y necesario separar los precios locales de los internacionales ya que nuestra gente gana un tercio de los sueldos de los países centrales. Si queremos hacer las cosas bien para el país, trabajemos en consecuencia.
Raul Hutin(*) /Secretario de la Central de Entidades Empresarias Nacionales