Edición n° 3170 . 27/07/2025

Se acaban los dólares y el FMI vuelve a presionar: Caputo enfrenta un frente cambiario frágil


La caída abrupta de liquidaciones del campo dejó al Banco Central con escaso margen de acción. Mientras el FMI insiste con un dólar más flexible para acumular reservas, crecen la volatilidad en el mercado de pesos y la incertidumbre sobre la estabilidad cambiaria en las próximas semanas.


Con el fin del esquema transitorio de baja de retenciones al agro, las liquidaciones de divisas por parte del sector exportador cayeron en picada. Entre febrero y junio, el promedio diario de Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior (DJVE) se mantuvo en torno a los 200 millones de dólares, llegando a picos de 300 millones en mayo y junio. Sin embargo, desde el 1º de julio, el ingreso se desplomó a apenas 26 millones por día, es decir, solo el 10% del ritmo previo, según datos de la consultora LCG.

Este derrumbe anticipa semanas de fuerte restricción en la oferta de divisas. En lo que va de julio, el agro liquidó aproximadamente 3.200 millones de dólares, frente a los 3.800 millones de junio. Pero lo preocupante es el pronóstico: se espera que en las próximas semanas el ingreso mensual de dólares se reduzca a un rango de entre 500 y 1.000 millones, dejando un bache de al menos 2.000 millones de dólares por mes.

Ese volumen no es menor: duplica lo que el Tesoro planea colocar en bonos BONTE durante el mismo período. Además, los productores ya no tienen incentivo fiscal para liquidar con premura, lo que podría profundizar el estancamiento en la oferta de divisas mientras retienen la cosecha a la espera de mejores condiciones.

Presión del FMI y tensiones en el mercado

En paralelo, el Fondo Monetario Internacional redobló su mensaje: se necesita «un tipo de cambio flexible» que permita acumular reservas. Aunque en el informe oficial el FMI se enfoca en riesgos globales y estabilidad macroeconómica, en el caso argentino el subtexto es claro: con reservas aún frágiles, el organismo espera una mayor devaluación o, al menos, menor intervención oficial para sostener el tipo de cambio.

El problema es que esa presión coincide con un momento de alta vulnerabilidad interna. El Banco Central dejó de intervenir directamente en el mercado oficial, pero sostiene la calma cambiaria a través de ventas de contratos de dólar futuro. Esta estrategia tuvo un efecto inmediato: el martes pasado el dólar oficial bajó 20 pesos, cerrando en $1280 en el Banco Nación. Sin embargo, el costo fue alto: el interés abierto en futuros se disparó en apenas ocho ruedas, pasando de 4.000 a más de 6.300 millones de dólares.

Las reservas brutas, por su parte, aumentaron a u$s 40.650 millones, pero ese repunte responde más a movimientos contables de encajes que a compras genuinas de divisas.

Un mercado de pesos sin ancla

El frente monetario no luce mejor. Tras la última licitación del Tesoro, la emisión neta de pesos —sumada a la decisión del BCRA de no intervenir con fuerza en las tasas de interés— generó un contexto de alta volatilidad. Las cauciones a un día superaron el 50% de tasa intradiaria y las Lecaps cortas llegaron al 40% de Tasa Efectiva Mensual (TEM). Bonos indexados por inflación (CER) llegaron a rendir hasta 17% real, señal de un mercado que descuenta una inflación que no cede y una política monetaria sin coordinación visible.

Según el informe de Max Capital, esta volatilidad se explica por dos factores: la política de agregados monetarios, que limita la intervención directa del BCRA, y las colocaciones quincenales del Tesoro, que generan picos de exceso o falta de liquidez en lapsos cortos. En este contexto, todos los ojos están puestos en la próxima licitación del 25 de julio, que podría traer algo de alivio momentáneo.

Una estabilidad precaria

La arquitectura financiera actual descansa sobre pilares inestables: un agro sin incentivo para liquidar, un Banco Central que interviene en los márgenes sin agotar sus reservas, y un Tesoro que busca contener la presión emitiendo deuda en pesos de corto plazo.

El equilibrio cambiario se mantiene gracias a maniobras de corto alcance —futuros, tasas, licitaciones— pero sin una fuente estructural de dólares ni la posibilidad política de un salto devaluatorio brusco. La incógnita es cuánto tiempo más podrá sostenerse este esquema sin recurrir a medidas más drásticas.

Con el respaldo del FMI condicionado a avances en acumulación de reservas y ajuste fiscal, el margen de acción de Toto Caputo se estrecha. La calma de mercado, por ahora, es apenas un respiro en una economía donde cada ancla que se suelta deja más expuesta la fragilidad del modelo económico vigente.