Por Diego Lorca*
En 2023 el mundo fue testigo de más de una docena de jornadas de Huelga General en Francia en un clima de extrema represión que llevó más de 3000 detenciones por parte del gobierno globalista del ex banquero de los Rothschild, Emmanuel Macron.
Tal como lo anticipamos en nuestra nota del 20 de febrero titula «La madre de todas las reformas VS la madre de todas las batallas» el Gobierno de Francia avanzó por Decreto con la Reforma Previsional generando un amplio descontento popular y un clima generalizado de violencia y represión al pueblo. El 16 de marzo, Élisabeth Borneel, la Primera Ministra de Francia decidió hacer oídos sordos al 68% de los franceses que, según un sondeo de la consultora Ifop-Fiducial, se opone a dicha reforma.
Un antecedente cercano lo podemos encontrar en el año 2010 cuando la edad jubilatoria pasó de 60 a 62 años, los años de aporte pasaron a 42 y la jubilación se calculaba sobre una media del salario de los últimos 25 mejores años. La actual reforma pretende prolongar, una vez más, la edad jubilatoria a 64 años, 43 de aportes y calcular la jubilación tomando en cuenta los puntos acumulados durante toda la historia laboral. Si bien los efectos de la reforma se verán reflejados a partir de 2027, el pueblo francés no está dispuesto a empeñar su futuro.
¿Trabajar más porque se vive más?
Uno de los principales argumentos que esbozan los gobiernos neoliberales que proponen reformar el sistema de jubilaciones y pensiones, es que la humanidad ha ampliado su expectativa de vida y que eso hace posible trabajar más años. Además se propone la necesidad de “equilibrar” la desproporción entre la Población Económicamente Activa y la población de personas jubiladas que va creciendo con los años, sobre todo en Europa y países como Japón. Pero este argumento resulta una burda simplificación y una abstracción de factores históricos, sociales, culturales, y sobre todo, económicos.
Desde nuestro Observatorio, consideramos que para poder realizar un análisis más complejo, debemos recurrir no solo a la expectativa de vida, sino también al avance en la capacidad productiva del trabajo, sus determinaciones generales y a la tendencia a la acumulación de la riqueza que se observa actualmente, pero que viene dada históricamente.
Es cierto que los avances científicos en la salud, en la reducción de la mortalidad infantil y en la infraestructura en general, que se vienen desarrollando hace décadas generan las condiciones para que las y los trabajadores tengan una mejor calidad de vida y puedan vivir más años. Según un relevamiento realizado por Our Word in Data y publicado por Naciones Unidas, en el mundo preindustrial, la esperanza de vida era de 30 años en todas las regiones del mundo. Desde las sucesivas revoluciones industriales a partir del siglo XIX esto se ha ido modificando considerablemente. En la actualidad, la media mundial supera los 70 años y en los países con mayor expectativa de vida como por ejemplo Hong Kong, es de 85 años. En Latinoamérica, Chile y Argentina se encuentran entre los mejores ubicados con una expectativa de vida de 78.9 y 75.4 respectivamente.
Desde la gran crisis económica y financiera del 2008 producto de la quiebra de Lehman Brothers, el mundo está cambiando a una gran velocidad. Algunos denominan a estas transformaciones como Cuarta Revolución Industrial o como la Fase Digital del Capitalismo caracterizada por la Inteligencia Artificial y la automatización-robotización de los procesos productivos. Esta revolución científica, técnica y tecnológica produce profundas transformaciones en los modos de producir, circular y consumir mercancías debido al enorme salto en la capacidad productiva del trabajo que estamos viendo.
Ya en el siglo XIX, Carlos Marx en su célebre obra El Capital, nos decía que en términos generales, cuanto mayor sea la fuerza productiva del trabajo, tanto menor será el tiempo de trabajo requerido para la producción de una mercancía. Esta tendencia del sistema de producción capitalista se puede observar en el informe de Adecco Group Institute, que concluye que lo que en 1970 se producía en 8 horas, en el 2020 se producía en 1 hora y media.
Otro factor económico que se observa en crecimiento es la concentración de la riqueza. En enero de 2023 y en ocasión del Foro de Davos, OXFAM internacional publicó su informe “La Ley del más rico”, en el que concluyó que por primera vez en 25 años aumentaron la extrema riqueza y la extrema pobreza. El informe detalla que “El 1 % más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada desde 2020 a nivel global (valorada en 42 billones de dólares), casi el doble que el 99 % restante de la humanidad”, y que “La fortuna de los milmillonarios está creciendo a un ritmo de 2700 millones de dólares al día, al mismo tiempo que al menos 1700 millones de trabajadoras y trabajadores viven en países en los que la inflación crece por encima de sus salarios”.
En síntesis, nos seguimos preguntando: ¿Es necesario trabajar más años porque vivimos más?, o ¿es esta una simplificación típica de los economistas neoliberales que intentan ocultar el fracaso de sus políticas de ajuste?, ¿El problema es que no se genera riqueza o que no se la distribuye?.
Las calles de Francia conocen de revoluciones obreras
Desde la revolución francesa, pasando por la revolución de 1848, la Comuna de París de 1871 que instauró el primer gobierno obrero en la historia del capitalismo, hasta el Mayo francés del `68, el pueblo trabajador de Francia siempre ha sido protagonista de grandes transformaciones sociales, culturales y políticas que se han irradiado por todo el mundo. Reyes, Emperadores y hasta Presidentes han tenido que “abdicar” frente al poder de la clase trabajadora organizada en las calles parisinas.
Las actuales protestas se han extendido por todo Francia – Paris, Marsella, Nantes, Rennes, Lyon y otras ciudades del país – y afectan a sectores claves de la producción como las centrales nucleares y energéticas, puertos, refinerías, recolectores de residuos y transporte ferroviario. Además, se han sumado a las manifestaciones maestros, estudiantes, movimientos feministas y los llamados “diputados rebeldes”.
Según la intersindical, organización que convoca estas protestas, la respuesta más contundente hasta la fecha fue la jornada del jueves 23 de marzo en la que se calcula que 3 millones y medio de personas se movilizaron en todo el país y 800 mil en las calles parisinas.
La respuesta del gobierno sigue siendo la represión de los huelguistas llegando inclusive a la utilización de la “Requisición de los trabajadores” una medida que se remonta a la Segunda Guerra Mundial y que permite al Estado actuar, mediante la policía, obligando a las y los trabajadores a volver a sus lugares de trabajo bajo amenaza de ser multados o encarcelados. La requisición prevé penas de cárcel de seis meses y multas de 10.000 euros.
Mientras tanto Macron hace apariciones públicas en televisión afirmando que «Esta reforma es necesaria. No me hace feliz. Hubiera preferido no hacerla», a la par que reafirma su decisión de que «No toleraremos ningún desbordamiento», y compara las movilizaciones con los hechos «sediciosos» de quienes asaltaron el Capitolio en Estados Unidos en 2021 y el Planalto en Brasil en enero de este año.
La calle o la institucionalización de la lucha
En la actualidad la lucha contra la reforma previsional se está dando masivamente en las calles y lugares de trabajo, desde marchas en todo el país hasta numerosas expresiones artísticas que inundan las calles y las redes sociales de rebeldía, el pueblo francés está demostrando que su larga historia está contenida en este enfrentamiento. Pero también aparecen otras propuestas como el referéndum de la fascista neoconservadora de Marine Le Pen que pretenden sacar la lucha de la calle.
Si el pueblo francés pretende dar vuelta esta situación de injusticias y desigualdades, tendrá que revisar en su larga historia de lucha aquellos aprendizajes que dejaron tanta sangre derramada. De 1789 y 1848 habrá que recordar que la institucionalización de la lucha es el orden y el consenso que siempre pretende imponer e impuso la aristocracia financiera. De 1871 retomar que un gobierno obrero no sólo es posible, sino que es urgente y necesario. Se torna necesario elevar la discusión de la reforma previsional a la puesta en agenda de un programa político que responda a los intereses y demandas de las clases populares.
Lo que la historia nos deja como aprendizaje, es que la calle es el territorio del poder y que solo las y los trabajadores organizados pueden garantizar la realización de sus intereses y de su dignidad.
*Lic. En Psicología (UNSL), Diplomado en Economía Política y Relaciones del Trabajo (UBA), Director del Observatorio Internacional del Trabajo del Futuro (OITRAF).