El plan antiinflacionario de la convertibilidad detonó en 2001 en un entorno parecido al actual. El programa, víctima de sus rigideces
( Por Raúl Dellatorre / Página 12 / Director de Motor Económico )»El período histórico que precedió a la implosión de la Convertibilidad, en diciembre de 2001, estuvo signado por cuatro años de recesión con deflación en los primeros tres años. Aquella crisis –que comenzó en el último trimestre de 1998– detonó como consecuencia de haber sostenido en el tiempo políticas antiinflacionarias centradas únicamente en la retracción fiscal y cambiaria». Es decir, al igual que la fórmula aplicada en la actualidad. ¿También culminará en una implosión similar el actual modelo de ajuste? ¿Hay otro 2001 en el horizonte?
El primer párrafo, entrecomillado, está extraído del Informe de Coyuntura del mes de agosto que publican el Senado de la provincia de Buenos Aires y la Universidad de Tres de Febrero (Untref), elaborado por un equipo de economistas encabezado por Roberto Feletti.
El trabajo observa que «hoy el gobierno de Milei no cuenta con ingresos de capitales producto de privatizaciones de empresas estatales y tampoco tiene la posibilidad de endeudarse en el exterior. Son dos factores de los que sí dispusieron dos experiencias políticas anteriores con orientación similar: la convertibilidad durante la gestión de Carlos Menem (1991-1999) y el primer bienio del gobierno de Mauricio Macri (2016-2018)».
Pero con lo que sí cuenta el gobierno actual, como dificultad adicional, es con una acumulación de deuda y un calendario de vencimientos que ponen en primer plano económico y político, el desafío de afrontar esos compromisos.
En materia de recursos en divisas, el gobierno de Javier Milei no está recibiendo ningún beneficio de los lauros que se le atribuían a Luis Caputo como gestor de créditos externos. Tampoco tuvo resultados la intención de lograr un nuevo crédito por 15 mil millones de dólares del FMI, ni siquiera la pretensión posterior, más mesurada, de conseguir 5000 millones de la misma fuente. Ni las demandas de financiamiento a la banca internacional, hasta el momento. Y ni siquiera cumplieron con las expectativas los ingresos de divisas por liquidación de exportaciones.
Así, el gobierno llega a esta altura del año, entrando en el cuarto trimestre, con reservas internacionales reducidas y un cronograma de compromisos de deuda que comprometen el futuro inmediato. Tan sólo en el año 2025, se suman vencimientos en divisas de deuda pública (incluyendo la nación más provincias, a las que el Banco Central debería venderle los dólares para el pago) en el orden de los 24.000 millones de dólares.
Frente a ello, consigna el informe de los economistas bonaerenses, el Banco Central cuenta con reservas internacionales que apenas representan el 4 por ciento del PBI. Es el rango más bajo de Sudamérica, y a mucha distancia del 17 por ciento de Brasil y de Colombia, el 11 por ciento de Chile y mucho mayor respecto del 29 por ciento de Perú.
«Por esto, el gobierno libertario está inmerso en un escenario en el que las probabilidades de un desencadenamiento de una crisis y su espiralización en el corto plazo son muy altas: la “doble D” (devaluación y default) sobrevuela los finales de 2024», concluye el informe.
Vale recordar que esta hipótesis de la «doble D» también estaba sobre el escenario del análisis de la situación durante el año 2001, después de que en el mes de marzo Domingo Cavallo se incorporara al gobierno de Fernando de la Rúa como ministro de Economía. Entre canjes de bonos, «blindajes», aumento de impuestos y violentos recortes de gastos, el fin de la convertibilidad se presentía como destino inevitable.
¿Cómo se llegaría? ¿Con default de la deuda y posterior devaluación saliendo del 1 a 1 (paridad 1 peso igual a 1 dólar, vigente desde 1992), como finalmente sucedió? ¿O se intentaría saltar a la dolarización, como proponía el economista Gabriel Rubinstein? ¿Y no sería necesaria una devaluación previa antes de dolarizar?
Las hipótesis de la «dos D» y de las «tres D» danzaban sobre la pista a lo largo de 2001, expuestas mejor que en ningún otro lado en Página 12, por notas de Julio Nudler. Era la crónica de un final anunciado, para un plan económico sumamente rígido en materia fiscal y cambiaria «para erradicar definitivamente la inflación», como se enunció en 1992.
Adicionalmente, el análisis del equipo que encabeza Feletti agrega con respecto a la situación actual:
«El panorama general de las políticas cambiaria, fiscal y monetaria muestra que el ancla fiscal está cerca de encontrar un límite (político y social), por la profundidad de la recesión y el impacto de ésta en la recaudación de ingresos públicos. El aumento de los agregados monetarios, la dificultad para engrosar las reservas y la pérdida de competitividad del tipo de cambio conforman un escenario muy complejo, surcado por fuertes presiones devaluacionistas».
La política del shock fiscal con fuerte recesión va mostrando sus límites. El auxilio de los fondos del exterior jamás llegó. El capital financiero faltó a la cita. Como en 2001, cuando Cavallo llegó en marzo al Palacio de Hacienda apoyado por los banqueros que parecían llevarlo en andas. Pero, al mismo tiempo, preparaban un lento pero persistente proceso de «reducción de su exposición financiera en el país», más comunmente llamado fuga de divisas. El rol de Cavallo fue facilitarla.