“El código moral del fin del milenio
no condena la injusticia, sino el fracaso”
Eduardo Galeano
Saben que van a perder. Por eso imaginan y elaboran estrategias delirantes para decir que ganaron: un centro de cómputos propio paralelo al oficial para adelantar cifras inexistentes y luego poder reclamar fraude; contar los resultados en bancas (esta ya empezaron a aplicarla a través de sus voceros oficiosos y ensobrados); apropiarse de la victoria de algún gobernador aliado pero no tanto, esos a los que la Von Clausewitz del subdesarrollo, también conocida como “El Jefe”, les echó flit porque con el desparramo de La Libertad Avanza que había hecho en toda la geografía de la Patria, ella iba a teñir de violeta las urnas de octubre (gobernadores que, claro, están al salto por un bizcocho así que nunca se sabe).
No va a ser. Washington – go, les reclama una victoria que no van a poder ofrecer ni ahí: 45% de los votos. Es más, podrían conformarse con 40/35% y cantar empate (aunque tengan cara de culo). Menos de 30% y te mandan ese grupo de morochos bien empilchados de Nueva Orleans que llevan el ataúd en sus hombros y bailan rumbo a la puerta del Cementerio.
Algunos opinólogos especialistas trasiegan el asunto. Los más cínicos, como Feinmann “El Pésimo”, se preguntan “¿Qué es perder?” -como si sus empleadores al Norte del Río Grande no le hubiesen informado ya de los guarismos requeridos-, e intenta instalar que, si consigue una banca más de las que hoy tiene, “ganó”. Por su parte, un analista serio como Gustavo Córdoba, estima que hay “un contexto de suma complejidad para el gobierno” y que está “festejando la derrota anticipadamente”. El análisis que hasta el momento está haciendo su consultora, Zuban & Córdoba, es que el oficialismo “está empatando cinco provincias, está ganando dos y en el resto está perdiendo”. Hasta en los íntimos corredores de la Rosada se escuchan rumores preocupantes y gemidos angustiados que incluyen un mal presagio de La Pepona. Sólo el Gordo Dan parece mantenerse impertérrito. Pero es porque no entiende la que se le viene.
¿Qué pasará el día después? La timba económica y política ha abierto un desafío sobre el tema de la victoria libertaria o no en las casas de apuestas del mundo. Naturalmente no quieren adelantar los guarismos del momento, pero algunos que trafican información aseguran que es 5 a 1… ¿A qué no saben quiénes tienen 5?


Tío Donaldo
Si hasta el bueno de Trump ha puesto la victoria como condición sine qua non para concretar el matrimonio… o la entrega… o la estafa, como el lector prefiera. En mi época, las relaciones carnales pagas tenían un solo nombre: prostitución. Claro, si no hay cliente, no hay trata, ni trato…ni treta. Eso último intenta el Comendador Scott Bessent que cada día levanta el monto de la oferta dolarizada. Al cierre de esta nota eran 40.000 millones de verdes cabezones. Pero ahora que usted lee podrían ser 100.000, o 500.000… no importa; son promesas, amagos, guiños falsos a una esperanza desesperada: nunca se harán efectivos.
Pero insisto: el tío Donaldo no sabe ni quién es Milei, ni qué está tratando de acompañar (si es que se le puede decir acompaña a una extorsión). Hay una megalomanía gagá en el norteamericano que invita a pensar que el tipo cree que el mundo va a hacer lo que a él se le ocurra.
Basta ver la cara de desesperación del Secretario del Tesoro frente a la consideración de que todo está atado a la victoria libertaria en las elecciones para entender que lo que está en juego es un negocio de esa asociación ilícita que tienen armada Bessent, Caputo, Rob Citrone, el chileno Daza y un par de tahúres más que están usando al Papadas de profiláctico para sus relaciones. Lo invitan a la fiesta, pero de espectador. Permiten que Karina atienda el guardarropa. Y el Príncipe Idiota pretende que todos los argentinos paguemos el ágape.
Toda la puesta en escena, toda la parafernalia afectiva, todos los excesos de imposición son como la marca de agua de una relación que no ha avanzado más allá de los intereses privados de cuatro vivillos que siguen timbeando con la nuestra y que, cuando todo se vaya a la mierda van a decir, “yo no fui… yo no sabía”. Y se van a reír como Patán, el perro de Pierre Nodoyuna.


La infamia
Mentirosos. Oportunistas. Falsos como moneda de polietileno. Eso son los Provincias Unidas al Gobierno Libertario; los mismos que dejaron correr el DNU 70/2023; los que modificaron la Ley Bases…pero poquito; los que corrieron prestos a firmar el Pacto de Mayo; los que acaban de permitir que Milei pueda rifar la empresa nacional de energía nuclear.
Tipos que entregaron como una ofrenda la gobernabilidad al Pequeño Tirano Imbécil son los que ahora hacen una oposición de mentirita mientras se arrastran hasta un coqueto departamento de Recoleta, se reúnen con enviados del gobierno de EEUU y vuelven a conceder el rosquete. Eso sí: por las redes, para la campaña, le exigen al Presidente que no haga las cosas que ellos mismos le permitieron hacer con la complicidad de sus senadores y diputados.
Son el nuevo-eterno modelo de político corrupto, veteranos ejecutores de la estrategia del tero, gritar en un lado, pero poner los huevos en el otro. Los que creen que pueden engatusar al pueblo porque, de última, “la gente no tiene memoria”. Infames de folletín que perfuman a deshonestidad.
Si la sociedad estuviese más atenta; si los que justifican a otros (y de paso se justifican) explicando que “no tienen la culpa porque sólo pueden pensar en llegar a fin de mes”, si esos nabos de libro entendiesen que la única manera de recuperar el valor del salario tiene que ver con votar bien… La verdad es que sí: ¡tienen la culpa! Por no ejercer responsablemente sus derechos; por no utilizar a conciencia la herramienta del voto (acaso la única herramienta real que poseen); por no pensar. ¿Para qué corno quieren la Democracia? ¿Por qué reclaman un sistema que no comprenden acabadamente y que no quieren hacer el esfuerzo de entender?
Estamos ante comicios en los que va a primar el ausentismo. En los que, además, va a haber miles y miles de votos anulados, y más de categorías en blanco. Y eso no es culpa de los candidatos. Muchos se han esforzado explicando la nueva boleta única (obvio que no me refiero a la descerebrada libertaria que recomendó llevar la boleta doblada en el bolsillo) y lo han hecho con extremada responsabilidad republicana. Pero, como en el tango, si uno no quiere, dos no pueden.


Predestinación
Sostenía Rabindranath Tagore, poeta indio y premio Nobel de Literatura, que “El bien puede resistir derrotas; el mal no”. Esa idea abre un campo de especulaciones sobre el día después. Hay pocas certezas. Una de ellas es: “Si gana Milei, el dólar va a abrir entre 1800 y 2000 pesos. Si pierde, casi seguro que también”. Al menos, la devaluación, parecería ser evidente.
El resto es incógnita. ¿Cede a las presiones de Washington y de Macri? ¿Entrega el gabinete? ¿ “Toto” Caputo pasa a mejor vida (o sea se va a la playa)? ¿Asume “El Coloso”? ¿Trump cumple su promesa y nos da la espalda? ¿Estalla todo al carajo? ¿Karina abandona a su bro? ¿Guillermo Francos lo caga a trompadas a Santiago Caputo? ¿Villarruel ingresa a un convento? ¿Hay Asamblea Constituyente? ¿El empleado del mes de SOCMA es nominado?
Por sobre todas estas, emergen las dudas sobre la salud psíquica del Papadas. El esplendor del pathos y su capacidad para encajar el golpe. La posibilidad de que, por una vez, pueda percibir la realidad. El impacto que eso podría provocarle y la alternativa de una salida desesperada. Tanta crueldad, tanta violencia epidérmica, acaso requiera un remate acorde. Al fin y al cabo, como sentenció Graham Greene: “El fracaso es también una forma de la Muerte”.
Por Carlos Caramello.-