Edición n° 2706 . 19/04/2024

Principismo universitario y definiciones sectarias. Una polémica franca

La publicación del artículo Calzado liso para terreno escarpado ** en el cual planteé como preocupación la pre eminencia del tándem Osvaldo Bayer – Eduardo Galeano por sobre la dupla Arturo Jauretche – Raúl Scalabrini Ortiz trajo derivaciones imprevistas y atractivas. Al menos para los que afrontamos temáticas relacionadas con el pueblo, la patria, el subcontinente.

De varias charlas cruzadas –directas, telefónicas, por redes, en varios niveles- surgieron dos consideraciones de gente perspicaz: la influencia de las universidades sobre la militancia y el peso del sectarismo en el modo constructor. El primer aspecto manó de un comentario: “Fijate que ni vos en La Plata ni Enrique Lacolla en Córdoba son consultados por alumnos o docentes en los temas centrales que manejan muy bien”.

No había reflexionado al respecto, pero sí había registrado la sensación de distancia. Dejo de lado la impronta individual –hace cuatro décadas que vivo y trabajo en la Capital Federal, lo cual explica un lógico alejamiento en el trato cotidiano- y tomo la frase para zambullirme en la consideración conceptual. En un espacio grande pero a la vez relativamente acotado, las instituciones educativas voluminosas inciden.

¿De qué modo? Por defecto profesional, digamos, inclinan el análisis en favor de la Idea, en detrimento del Hecho. Esto también sucede en Sociales de la UBA, claro, pero su presencia en la Ciudad y los tres cordones circundantes se diluye. ¿Qué resulta? Una izquierdización de la mirada que deriva en el realce del “socialismo” por sobre la Comunidad Organizada y, en muchos casos, del blanco – negro y las expresiones restallantes por sobre la hondura que implica observar sucesiones complejas para actuar sobre ellas.

La cuestión no debería causar estupor. Hace rato se corrobora que una mayor cantidad de años en los sistemas educativos concluye en preferencias políticas liberal conservadoras. O como se las llame. Aquí no hay ataque al sistema formativo público; este periodista es defensor del mismo, pero no puede desconocer semejantes datos, y ellos deberían llamar a una profunda reflexión a los compañeros que en los claustros asumen la responsabilidad de enseñar.
(Una ráfaga irrumpe en la narración y me conduce a los 70. Era muy pibe; esperaba a mi padre en su auto. Un morocho que hoy sería equiparado física y políticamente a Bombita Rodríguez me alcanzó un periódico. Lo recibí con placer pues ya me sentía identificado con la UES. Lo abrí y en letra gigante decía “No a la Ley de Asociaciones Profesionales”. En el cuerpo de la nota desgranaba duras críticas al Plan Gelbard y a la política económica del gobierno de Juan Perón. Hoy, cuando muchos de los que enfatizaron esa postura vindican al polaco, no está demás recordar. Está bien realzar a la Gloriosa JP; pero no al punto de barrer bajo la alfombra enormes errores).

A lo largo de todo el período, muy en sordina luego, durante la lucha contra la dictadura, bien intensamente en el tramo inmediato posterior, una serie de elementos circularon entre la militancia y resultaron casi de rigor para el estudiantado. Las críticas casi sin tamiz a “la burocracia”, la película “Los traidores” de Gleyzer, y variados artículos destinados a mostrar cuál era el auténtico peronismo.

(En 1985, cuando ya trabajaba en el diario La Voz, me acerqué a la UNLP a buscar el título de Periodista y se dio una confusa charla con muchos alumnos; a raíz de una discusión de actualidad, apunté que resultaba necesario equilibrar el diagnóstico sobre Lorenzo Miguel: si por un lado había estado detenido por el régimen, por otro había resultado esencial para sostener la CGT Brasil que lideraba con pasión nuestro Saúl Ubaldini. Nada nada. Burócrata y listo, me decían. Subí a un colectivo y volví a mis tareas).

El gesto emergió, otra vez, en la década kirchnerista. Por algún motivo aquella visión dual, maniquea, iba ganando terreno en una nueva militancia. Como la agrupación que la convocaba había logrado influencia nacional, a las zonas antedichas debo involucrar a Buenos Aires. También allí se observaba la pre eminencia de la matriz universitaria entre sus responsables. Lo curioso es que el decir de la nueva variante no se condecía exactamente con el accionar de Néstor Kirchner, bastante pragmático por cierto.

Pero empezó a quedar muy bien el grito, la acusación horizontal más intensa que la vertical, y muy a pesar de la prédica gubernamental para establecer un país en serio y un capitalismo productivo, renacía el contraste entre un ya brumoso socialismo y Comunidad Organizada. Como si poco hubiera sucedido bajo la orientación de Martínez de Hoz primero y Cavallo después. Al tiempo, como recuerdan, ya desde la misma cúspide del movimiento, se descartó la presencia del movimiento obrero y se marchó hacia un quiebre que la debilitó.

(Esta vez la ráfaga temporal nos atrae hacia el presente. Hace pocas horas se difundió un texto con las “20 Verdades Económicas Peronistas”. El objetivo, los comentarios añadidos en la labor de difusión, tendía a evidenciar que el Gobierno actual no es peronista, algo que se congratulan en indicar desde franjas de izquierda hasta super peronistas de hora reciente. Otro dato curioso: la enunciación de los preceptos no contempla un sendero, sino que sugiere que los mismos deben establecerse ahora, de un momento para el otro).

Me gusta el debate. Pasa que para debatir es preciso absorber el presente y, mientras se sostienen convicciones profundas, evitar considerar “principios” al conjunto de los factores. Las discusiones actuales están atravesadas por aquella idealización universitaria y por el sectarismo más reciente. Por el inmediatismo. En vez de caracterizar como eje el Proyecto Nacional, se evalúa ideológicamente cada paso y se concluye que todo traspié, comanda el período.
Entonces, una reunión con un representante norteamericano pasa a ser una traición. De hecho, observo que el análisis de la política exterior argentina también ha entrado en el timón fijo de quienes necesitan mostrarla dañina para el interés nacional, en vez de evaluarla en el contexto y la situación real del país y la región. Visualizo, francamente, ese planteo férreo y forzado entre los queridos compañeros –algunos amigos personales- de Soberanos (ellos lo escriben con una rara X en la parte final, que me confunde), por citar a una de las corrientes emperradas en anticipar un futuro oscuro.

El problema se extendió hasta zonas que parecían inmunes al mismo en el seno del movimiento nacional. Así, varios compañeros fueron arrastrados a repudiar la acción oficial destinada a la explotación de la minería y el petróleo de nuestro país. Y como si ese ecologismo tan alejado del industrialismo peronista no hubiera sido suficiente, están poniendo en cuestión los acuerdos con China para impulsar el desarrollo de la energía nuclear. He ahí el sustrato, recordarán, de la nota citada en el párrafo inicial.

No creo que el Gobierno sea un cúmulo de aciertos. De hecho levantamos la perdiz como pocos en los temas monopolización y precios, así como planteamos discrepancias sobre el tenor de los célebres diálogos. Estimamos más trascendente los acuerdos con el Espacio Producción y Trabajo que con cualquier otra entidad empresarial. Es decir, fuimos evaluando el andar oficial asentados sobre las exigencias del movimiento obrero y por eso mismo no podemos obviar la herencia recibida ni dejar de lado que muchas de las consideraciones planteadas fueron escuchadas. Tampoco, que la política externa se ha desplegado dentro de los parámetros históricos de la Tercera Posición insertos en el mapa Multipolar de más reciente desarrollo.

El anclaje social del Gobierno, el lugar del cual proceden sus respaldos, y el destino particular de sus dirigentes –muy especialmente CFK- tampoco debería estar fuera del análisis. Si la orientación general no beneficia a esa franja social, es probable que el Frente De Todos pierda los comicios y la imagen histórica de sus responsables quede opacada para todos los tiempos. ¿Por qué actuaría en esa dirección? Al menos como elemento de duda esos dos condicionales deberían ocupar un tramo del balance y algo de las definiciones.
La historia siempre está abierta. Un nuevo golpe inflacionario podría desmadrar todo devenir. Pero una cosa es suponer ese destino y otra devaluar lo construido al punto de cooperar con el escepticismo que ayudaría a concretarlo.

El pensamiento político universitario, principista en la superficie, y el sectarismo a la hora de construir, perjudican la comprensión del aquí y el ahora en proyección. Por lo tanto, borronean la acción. Por supuesto que es obligación de la conducción política plantar banderas claras que orienten con justeza. Ahí hay un déficit palpable. Sin embargo, me niego a admitir que la militancia nacional popular, las dirigencias intermedias y los colegas situados en este campo carezcan de responsabilidades.

Las consignas terminantes, sin base conceptual, redundan en aplausos; a esos aplausos se los lleva el viento.

Buenos Aires, 21 de enero de 2022.
*Director La Señal Medios