El Gobierno brasileño anunció un plan para hacer bajar el precio de los automóviles, con la intención de asegurar que puedan adquirirse modelos por menos de 12.000 dólares. El plan de Lula recuerda uno lanzado en la década de 1990 por Itamar Franco, que tuvo al Fusca como ícono.
El Gobierno de Brasil anunció un plan de carros populares con el que pretende reducir el precio de los automóviles como forma de «modernizar el parque industrial y estimular el consumo» en el país. El plan establece exoneraciones fiscales para los automóviles más baratos, así como los que redunden en mayores puestos de trabajo para la industria.
El programa de carros populares fue presentado por el Gobierno brasileño aprovechando el Día de la Industria. Durante esa jornada, el presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, el vicepresidente, Geraldo Alckminn, y el ministro de Economía, Fernando Haddad, remarcaron la necesidad de que los brasileños puedan acceder a automóviles de forma más barata.
Básicamente, el programa consistirá en una reducción de tres impuestos que afectan al precio de los vehículos: el PIS (Programa de Integración Social) y Confins (Contribución para el Financiamiento de la Seguridad Social) y el IPI (Impuesto sobre Productos Industrializados).
Según el anuncio, se reducirá los impuestos a los vehículos que tengan un precio de venta en el mercado de hasta 120.000 reales, es decir, casi 24.000 dólares. De acuerdo a las previsiones del Gobierno brasileño, ese beneficio llegará a 33 modelos de 11 marcas diferentes.
La exoneración, a su vez, será variable y escalonada de acuerdo a tres factores considerados prioritarios por el Gobierno de Lula: en primer lugar la eficiencia energética del vehículo, en segundo la capacidad de ese modelo de generar «empleo y crecimiento» y por último su precio.
Así, recibirán mayores exoneraciones los que generen menos emisiones, los que tengan más partes fabricadas en Brasil y los que tengan menor precio de venta antes de la exoneración. La menor exoneración impositiva será de 1,5% y la máxima podrá alcanzar el 10,95% del precio de mercado del vehículo.
A pesar de que el Gobierno ya adelantó algunos detalles, el Ministerio de Hacienda brasileño tendrá 15 días para terminar estudios que determinarán cuánto tiempo se extenderá la medida, ya que el Ejecutivo brasileño remarcó que se trata de unbe neficio «temporal».
Además, el Gobierno de Lula estudia algunas acciones adicionales como exoneraciones a las plantas ensambladoras o a los fabricantes que tengan venta directa de sus automóviles.
Según recoge la cadena Globo, la intención del Gobierno es llevar el precio mínimo de los automóviles en el mercado brasileño hasta los 60.000 reales, unos 11.980 dólares. Actualmente, recuerda el medio brasileño, los modelos más baratos para los brasileños son el Renault Kwid y el Fiat Mobi, que pueden adquirirse por 68.990 reales, unos 13.775 dólares.
De todos modos, los vehículos más vendidos en el mercado brasileño superan esa cifra. El Fiat Strada, el modelo preferido por los brasileños con más de 112.000 unidades vendidas en 2022, supera los 100.000 reales, casi 20.000 dólares, en cualquiera de sus versiones.
La intención de bajar el precio de los automóviles más populares es una preocupación de Lula desde comienzos de su tercer Gobierno. A principios de mayo, el mandatario había advertido públicamente sobre el tema durante un evento empresarial.
«¿Qué pobre puede comprar un auto popular de 90.000 reales (17.970 dólares)? Un carro de 90.000 reales no es popular. Es para la clase media», reflexionó el presidente, según recogía el sitio UOL.
Los carros populares de Itamar Franco
La idea de un programa de carros populares no es nueva en Brasil. Aún muchos brasileños recuerdan el plan promovido en 1992 por el entonces presidente Itamar Franco (1992-1994) —quien sustituyó en la presidencia al renunciante Fernando Collor de Mello (1990-1992)— que hizo gestiones para que la multinacional Volkswagen volviera a fabricar en Brasil su popular modelo Fusca, que no se hacía en fábricas locales desde 1986.
A comienzos de 1993, Franco fue por más y lanzó el Programa de Carros Populares, que reducía el impuesto IPI a la simbólica cifra de 0,1% para vehículos que tuvieran motor de 1.0 y un precio no mayor a los 6.800 dólares. El Fusca se convirtió en el modelo emblema de este programa, aunque se debió incluir una excepción en las condiciones impositivas, ya que, en realidad, tenía un motor de 1.6. El plan incluso llegó a incluir la camioneta Volkswagen Kombi.