El Indicador de Confianza Empresarial (ICE) del Indec marca que casi el 97 por ciento de las fábricas del país no planea contratar trabajadores en el corto plazo.
Los datos del Indec siguen adelantando grandes tensiones hacia adelante. Por ejemplo, según el Indicador de Confianza Empresarial (ICE) del Indec, casi el 97 por ciento de las fábricas del país no planea contratar personal en el corto plazo. Apenas el 3,4 por ciento proyecta aumentar su dotación entre noviembre y enero, una cifra incluso menor a la de septiembre. El dato confirma un mercado laboral prácticamente inmóvil.
El panorama para el verano muestra una estructura rígida: el 80,1 por ciento de las empresas no prevé cambios en su plantilla, mientras que el 16,5 por ciento sí espera recortes, aunque este porcentaje se redujo levemente. La producción acompaña la misma lógica: el 64,3 por ciento no anticipa variaciones, el 22,5 por ciento proyecta una caída y solo el 13,3 por ciento ve margen para crecer.
La paradoja es que este estancamiento convive con una mejora tenue en la confianza empresaria, que por primera vez en seis meses dejó atrás el deterioro. El índice avanzó a –22,8 puntos, impulsado por expectativas más favorables sobre la inflación y la demanda. Sin embargo, esa mejora no se traduce en decisiones de inversión ni en creación de empleo.
Las razones son estructurales. La principal barrera para producir y contratar sigue siendo la baja demanda interna, señalada como el mayor problema por más de la mitad de los industriales. A esto se suman la competencia importada y la incertidumbre macroeconómica, que continúan limitando la actividad. En octubre, más de la mitad de las empresas registró ventas por debajo de lo normal y un 27,6 por ciento calificó su situación actual como mala.
Los datos sectoriales refuerzan la tendencia. FIEL anticipó que la producción fabril de octubre cayó 5,3 por ciento interanual, en un mes marcado por las elecciones, aunque mostró una leve mejora mensual. El acumulado del año se mantiene en niveles similares a 2024, lo que refleja una industria que no logra recuperar el dinamismo.
En este contexto, voces empresarias retomaron e insisten en el debate sobre la necesidad de una política industrial moderna, capaz de incentivar la inversión y reconstruir capacidades productivas. La estabilidad macroeconómica es valorada por el sector, pero no alcanza para revertir la debilidad del empleo y de la actividad.


