Edición n° 2876 . 06/10/2024

MENOS CANSADO TRABAJO MEJOR 

Otra flexibilidad laboral es posible, y está alineada con perspectivas modernas que promueven el bienestar en el trabajo y entienden que menos precarización supone también más impacto en la productividad. La ley “de las 40 horas” viene a recalcular la optimización de la jornada y a reducir la llamada pobreza de tiempo. Lo que hace 10 años parecía una idea loca de un par de comunistas, ya no produce rechazo. Es justicia social.

Por: Eduardo Chávez Molina/Arte: Rodolfo Jofre

A la memoria de  Cecilia Orellana Abarzúa

Chile ya transita un camino novedoso en políticas laborales. Comenzó a ejecutarse la reducción de la jornada de 45 a 40 horas semanales, y el plan es alcanzar el objetivo en los próximos 5 años.  

La propuesta apunta al cambio en la cultura laboral: de una co-presencialidad propia de las relaciones patronales tradicionales hacia una más moderna, con funciones más precisas. Disminuir gradualmente las horas de trabajo sin afectar la remuneración motiva a los trabajadores, sienten que están más cerca de encontrar un equilibrio entre su vida laboral y personal. Este bienestar sumado a una reformulación de los usos del tiempo se supone que genera impacto positivo, también, en la productividad empresarial y hasta en la prosperidad económica de un país. La política  de la bancada comunista chilena genera debate en toda Latinoamérica. 

I CONTRA LA POBREZA 

La ley 21.561 es la nueva norma chilena que regula las horas de trabajo. Sitúa el debate en torno a una discusión que no dialoga directamente con la lógica distributiva de los ingresos (ganancia versus salarios) sino en los tiempos de uso en la jornada laboral. Habilita la intervención pública para definir estas condiciones de empleo y así evita que queden sujetas a la arbitrariedad del mercado.

En los últimos años -y acrecentado post covid- el mercado laboral quedó atravesado por “la gran renuncia”: lxs trabajadorxs abandonan los  empleos abiertamente hostiles porque dejan pocas expectativas profesionales o de desarrollo personal, por la cantidad de tiempo dedicado al mismo, por las condiciones de disciplinamiento corporal, los bajos salarios, el reemplazo de las tareas rutinarias por automatización y la inteligencia artificial, y por qué no, el maltrato.

El debate por la reducción de la jornada moderniza la problemática  en relación a la pobreza y la exclusión, y es en referencia al uso del tiempo.

Pasar trabajando gran parte de las horas de nuestro día nos vuelve pobres. La idea de “pobreza del uso del tiempo” se refiere a la falta de acceso a recursos temporales que afectan la calidad de vida de una persona o una comunidad. A diferencia de la pobreza material, enfocada en la falta de ingresos o recursos materiales, la pobreza del uso del tiempo se relaciona con la distribución desigual de las horas del día, y en su impacto en el bienestar social.

Regular es poner un marco de protección en una relación asimétrica entre iguales. Libres de contratar pero regidos por marcos de relaciones de poder jerarquizadas, el mundo de trabajadores necesita ciertos mecanismos de cuidado, porque ese vínculo de poder los deja en condiciones de debilidad. Esta medida sí dialoga con otras políticas laborales con perspectiva de los trabajadores, como el salario mínimo, los salarios de referencia sectorial, los tribunales laborales y la seguridad laboral. Y con medidas con perspectiva de género que promueven una distribución más equitativa, como el acceso a permisos remunerados por enfermedad y cuidado familiar, implementación de horarios laborales flexibles, provisión de servicios de cuidado infantil y de personas mayores asequibles y de calidad. 

II VIAJE DE IDA A LAS 40 HORAS

Esta reducción paulatina de las horas laborales iniciada a fines de abril refleja un compromiso del gobierno chileno con las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Al establecer una jornada laboral más corta, estas medidas buscan adaptarse a las cambiantes realidades laborales y sociales, reconocen la importancia de garantizar un equilibrio saludable entre el trabajo y la vida personal. 

Aterrizaje de una política: 

¿Cómo se calculan las 40 horas semanales? Se promedian hasta en un período de 4 semanas, siempre y cuando no se superen las 45 horas en dos semanas consecutivas.

¿Qué dicen los sindicatos? A través de la negociación colectiva o pactos directos con los sindicatos, se puede ampliar el tope de horas de trabajo a 52 horas semanales, incluyendo horas extras. Esto es aplicable únicamente a los afiliados a los sindicatos.

¿Cómo se compensan las horas extras? Con hasta 5 días de descanso acumulables a los feriados legales, lo que brinda flexibilidad tanto para los empleadores como para los trabajadores en la gestión del tiempo.

¿Cómo se organizan las jornadas? Al igual que con los contratos a tiempo parcial, se pueden acordar diferentes alternativas con el trabajador o con su sindicato. La empresa puede elegir la opción más eficiente para cada período.

La flexibilidad laboral en un sentido amplio -y no restringido a las condiciones laborales más precarias- y la búsqueda de estrategias óptimas de producción son desafíos clave para las empresas, especialmente en un contexto donde la precarización del empleo ya no es sostenible. Como precisa Ana María Fernández, doctora en Ciencias del Trabajo, en su informe para el Observatorio Económico: en Chile, las estadísticas de la OCDE muestran que el país tiene una baja productividad laboral en comparación con otros miembros de la organización, a pesar de tener una alta tasa de utilización de mano de obra.

Aunque los indicadores de accidentabilidad han mejorado en la última década en Chile, aún persisten preocupaciones en términos de seguridad laboral. Los accidentes de trabajo y de trayecto, así como las enfermedades profesionales, tienen un impacto significativo en la pérdida de días laborales, los costos adicionales y la disminución de la productividad.

La reforma que acompaña a la reducción de la jornada laboral incluye incentivos estatales en fomento productivo y capacitación, los cuales pueden ser aprovechados por las empresas, incluyendo medianas y pequeñas, para mejorar su eficiencia y competitividad. 

III EL VALOR AGREGADO 

La reducción de la jornada laboral ha sido durante mucho tiempo una demanda histórica de los movimientos populares y una exigencia central de la clase trabajadora organizada. Es que la necesidad de generar ingresos dicta las experiencias vitales de las personas, y la lucha por recuperar tiempo libre y control sobre el propio tiempo ha sido una parte fundamental de las luchas obreras.

En el contexto chileno, que el país sea uno de los que más horas se trabaja remuneradamente dentro de la OCDE es significativo. Siguiendo los trabajos de especialistas de la Universidad de Chile y de la Fundación Sol, es preocupante ver que, a pesar de las demandas por una reducción de la jornada laboral, las horas trabajadas no han disminuido considerablemente en Chile, y la remuneración real para los trabajadores no ha mejorado. Esto sugiere un desequilibrio en la distribución del valor generado por el trabajo entre los trabajadores y el capital. En Chile, de las 8 horas trabajadas remuneradamente, solo 3 van a salarios. La desigualdad se agrava aún más por la existencia de una grave Pobreza de Tiempo, especialmente entre las mujeres.

La implementación de una ley que rige solamente para trabajadores formales registrados puede tener un impacto más amplio en la sociedad, incluso en aquellos que no están directamente afectados por la legislación. Aunque la ley pueda comenzar su aplicación en establecimientos más grandes y con mayor incidencia de organización sindical, su efecto se sentirá en todo el conjunto de asalariados del país. Además, puede influir en la percepción de los derechos laborales y en la presión para mejorar las condiciones laborales en otros sectores y países vecinos, como un avance hacia la justicia social y la equidad en el mundo del trabajo.