El salto de los dólares financieros y la escalada del riesgo país sumaron motivos de preocupación en una economía que solo entrega malas noticias: la industria, la construcción y el comercio no encuentran piso en la caída, se multiplican los despidos y crece la conflictividad social. El Presidente y el ministro de Economía se van quedando solos con la motosierra y la licuadora.
Por David Cufré
El plan económico de Javier Milei hace agua cada vez por más agujeros y las promesas de una recuperación vigorosa en la segunda mitad del año se diluyen rápidamente. El Presidente se va quedando solo en la cruzada por convencer a los argentinos de que pronto habrá una salida en V. Para este año, no se encuentra economista o empresario que defienda esa hipótesis, incluidos aquellos que más simpatizan con el rumbo adoptado. Más bien, lo que se acumulan son tensiones y las advertencias de una agudización de la crisis. Hay una enorme incertidumbre por las inconsistencias a la vista del programa de gobierno y temores a una conducción política desquiciada.
La escalada del riesgo país a la zona de 1400 puntos es una demostración de esa desconfianza por parte de capitales financieros locales y del exterior, cuyos titulares son quienes más defienden la política económica. La corrida cambiaria también puso en evidencia la precariedad de la estabilidad previa. Lo que se observó en la semana fue una salida importante de inversores que ya realizaron la ganancia del carry trade -apuesta temporaria a instrumentos en pesos para embolsar altos intereses y, pasado un tiempo, comprar más dólares que los invertidos en un inicio- luego de la fuerte baja de tasas del Banco Central.
«Hay inversiones en títulos que rindieron hasta 45 por ciento en dólares, pero ante un escenario económico y político cada vez más complejo, muchos fondos consideraron que era momento de vender y embolsar la diferencia», explica Roberto Feletti, ex secretario de Comercio. Como sucedió repetidas veces en el gobierno de Mauricio Macri, los más amigos del oficialismo fueron los que dieron la señal de largada para la suba de los dólares financieros.
La estabilidad cambiaria ya estaba en discusión desde hacía semanas y la disparada del paralelo, el contado con liquidación y el MEP ratificó algo que en la Argentina es moneda corriente: no importa si el gobierno es amigo o enemigo de los mercados, cuando no tiene la sartén por el mango con una buena cantidad de reservas en el Banco Central, ante cualquier cambio de expectativas se desata una carrera hacia el billete verde que es visualizado como refugio, con lo cual las presiones por la devaluación se acrecientan.
La liquidación de exportaciones agrarias por debajo del promedio de los últimos cinco años, como precisó esta semana un informe de Coninagro, es otra evidencia de las dificultades del Gobierno para persuadir al sector productivo de que no habrá un nuevo salto cambiario, por el que además los ruralistas presionan. Domingo Cavallo, Miguel Angel Broda, Carlos Melconian y otros economistas del establishment los respaldan en su movida, al asegurar que el tipo de cambio quedó atrasado y que se necesita una nueva corrección. «Un service» al modelo, indican, que arranque con una nueva devaluación y despliegue una estrategia de estabilización más sofisticada de la que puso en escena el cuestionado ministro Luis Caputo.
No cierra
«No hay solidez del sector externo a pesar de la devaluación inicial. En poco menos de cinco meses la inflación se comió la ganancia de competitividad del incremento inicial del dólar del 118 por ciento. Ahora que llegó el momento de liquidación de la cosecha están con el mismo problema que el gobierno anterior», reflexiona Feletti. «No hay acumulación de reservas. Hace tres meses que están en el mismo lugar, con un volumen considerable de deudas comerciales por importaciones no pagadas y con la incertidumbre de si China renovará el swap por 5000 millones de dólares», agrega.
Sergio Chouza, de la Consultora Sarandí, advierte que la concesión del Gobierno a los exportadores para que liquiden el 20 por ciento de sus envíos al exterior a través del mercado de contado con liquidación le costará al Banco Central entre 15 mil millones y 16 mil millones de dólares este año, el triple de lo que destinó la administración anterior, cuando Sergio Massa creó el mecanismo en medio de la emergencia por la sequía y solo para el complejo sojero, no para toda la economía. Semejante inversión para mantener la estabilidad cambiaria es otra señal de la inconsistencia del programa, afirma.
«El escenario para el segundo semestre podría cambiar si hubiera un ingreso importante de divisas. Sin embargo, veo bastante lejana esa posibilidad, tanto por parte del FMI como de bancos o inversores privados. Más bien creo que el Gobierno tendrá una misión complicada para que China renueve el canje de monedas, lo que constituye otro factor de preocupación en el corto plazo», apunta Jorge Carrera, ex vicepresidente del Banco Central.
«Lo que pasó con España no es gratis. Es miembro de la Unión Europea y el bloque de por sí tiene una mirada negativa de la Argentina hace bastante tiempo, en especial por parte de los representantes de Alemania y Holanda», indica Alejandro Vanoli, ex titular del BCRA, en la misma línea de considerar poco probable que puedan venir de los organismos internacionales los dólares que el Gobierno está buscando.
Ancla en duda
El ancla fiscal también se ve amenazada por la resistencia al ajuste que empieza a brotar de distintos sectores y por distintos motivos. La postergación del aumento de tarifas de luz y gas para evitar su impacto inflacionario es un ejemplo. El aumento de partidas para las universidades, otro. La presión de las provincias, como ocurre ahora en Misiones, un tercero.
«El déficit del primer semestre siempre es más fácil de reducir por cómo son los compromisos del Estado. El Gobierno necesita la aprobación del paquete fiscal de la Ley Bases para cumplir con el déficit cero», sostiene Carrera. A su vez, la vuelta del impuesto a las Ganancias a la cuarta categoría sacará más recursos al consumo del sector privado, lo que agravará la caída de la demanda. Es decir que la solución pensada por un lado suma problemas por el otro.
La habilidad política del Gobierno para conseguir la aprobación de las leyes también se pone en duda. «Hay preocupación por parte del establishment por cómo se mueven las autoridades», refleja Vanoli. «Igualmente creo que la Ley Bases se aprobará, pero habrá que ver qué queda en pie del proyecto original», repara.
Economía real
«Recuperación en V no está en el menú por distintas razones. Una estructural es que el Gobierno eligió una recesión con un grado de salvajismo pocas veces visto para combatir la inflación. Y no es que las recesiones duran cuatro o cinco meses y en el sexto aprieto un botón y arranca. Se requiere mucha gestión desde el Estado para apuntalar sectores y guiar la economía para salir», alerta Carrera. «No alcanza con bajar la inflación. La masa salarial está caída y no hay señales de que vaya a mejorar a corto plazo, en un escenario de aumento del desempleo», completa.
«Tiene que haber fuerzas que no son las del cielo sino de la demanda agregada para que impulsen la recuperación, y no las estamos viendo», insiste Carrera. En ese sentido, Feletti también afirma que el consumo interno y la inversión en lugar de traccionar para arriba están hundiendo cada día más la actividad. En tanto, las exportaciones industriales no repuntan con el tipo de cambio actual.
«Tenemos una macroeconomía totalmente inconsistente. El invierno va a ser muy duro. No veo recuperación en V sino riesgos de un hundimiento más profundo», concluye Feletti.