(POR CECILIA MIGLIO/ Especial para Motor económico)
Esta nota intenta dar una visión humana sobre los desafíos y la resiliencia de los profesionales y auxiliares de la salud en su labor diaria. Se centra en la convivencia, el manejo y la comunicación del dolor,la gestión de situaciones adversas y las estrategias correspondientes, el autocuidado y la gestión de emociones.
En el complejo mundo de la comunicación, existe una tarea particularmente desafiante: transmitir el dolor y lo irremediable. ¿Cómo transitan y viven las personas dedicadas a esta labor? ¿Cómo transmiten, procesan y manejan las consecuencias aquellos que tienen la responsabilidad de comunicar situaciones de muerte, enfermedad o abandono a otros?
Estos profesionales son los encargados de comunicar la realidad, a veces dura y cruel, que puede cambiar vidas en un instante. Pero ¿qué sucede con ellos? ¿Cómo manejan la carga emocional que conlleva su labor?
En el ámbito de la salud, los profesionales que trabajan en entornos donde se encuentran con dolor y sufrimiento a diario pueden experimentar altos niveles de estrés emocional y agotamiento. Según Johnson en su obra “La importancia de la empatía en la comunicación de malas noticias” (2016), publicada en el JournalofEmpathetic Medicine, destaca la necesidad de desarrollar habilidades empáticas para manejar estas situaciones de manera efectiva: “los profesionales de la salud que trabajan en entornos donde se encuentran con dolor y sufrimiento a diario pueden experimentar estrés emocional y agotamiento, lo que puede llevar a la fatiga de la compasión”. Este fenómeno, conocido como fatiga de la compasión, puede tener serias repercusiones en la salud mental y el bienestar de estos trabajadores.
Por su parte, Smith, en “El impacto emocional en los profesionales de la salud” (2019), publicado en la Revista de Psicología Médica, explora las consecuencias emocionales de trabajar en un entorno de constante dolor y pérdida. Señala que “el dolor crónico y la muerte de los pacientes pueden generar sentimientos de impotencia, tristeza y pérdida en los profesionales de la salud”. Estas experiencias pueden afectar profundamente a quienes tienen la responsabilidad de cuidar y acompañar a los pacientes en sus momentos más difíciles.
Tres historias: Marcela, Adrián y Leonardo
Con el objetivo de profundizar en las experiencias relacionadas con el inicio de la pandemia del COVID-19, la comunicación de situaciones difíciles, el delicado equilibrio entre la cercanía emocional y la distancia profesional, y la importancia de documentar estas vivencias para las generaciones futuras, realizamos una serie de conversaciones telefónicas. Dialogamos con tres trabajadores cuya dedicación y compromiso han sido fundamentales durante la pandemia y más allá.
C.M.: ¿Cuál es la primera imagen o momento que viene a tu mente cuando pensás en el inicio de la pandemia del COVID-19? ¿Cómo se manifestó físicamente esa experiencia y qué recuerdos sensoriales tenés de ese momento?
Marcela Vigiani es psicóloga y supervisora de Hogares Convivenciales con 15 años de trayectoria. Se desempeña como supervisora de hogares convivenciales propios y conveniados con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA), velando por el bienestar de niñas, niños y adolescentes en situaciones de vulnerabilidad. Durante la pandemia, su rol se volvió aún más crucial, ya que estos hogares enfrentaron desafíos adicionales debido al aislamiento y las restricciones. Marcela recuerda: “La primera imagen que tengo es la de una guerra viral o bacteriana, una escena distópica. Me cuidaba mucho porque pensaba que, si me contagiaba, me iba a pasar lo peor: intubarme y morir. Después, el gobierno tomó medidas de cuidado como el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO), el confinamiento… con las que acordé.” El recuerdo sensorial era la tensión, mayormente por miedo.”
Adrián Barrios es Licenciado en Enfermería especializado en Emergencias Prehospitalarias, con más de 20 años de experiencia. Su labor incluye la primera respuesta en situaciones críticas y el traslado seguro de pacientes. Además, es docente en salud en la Universidad Nacional Arturo Jauretche, donde forma a futuros profesionales en el campo de las emergencias sanitarias.
Adrián relata: «La primera sensación que tuve fue la de miedo. La televisión mostraba lo que era el virus, pero yo lo veía en los hospitales porque estaba en la Unidad de Terapia Intensiva Móvil (UTIM), que trasladaba pacientes de terapia a terapia. Tenía que trasladar pacientes infectados con COVID sin estar vacunado. La vacuna tardó cerca de 9 o 10 meses en llegar al país, y en ese tramo estuvimos con la ambulancia trasladando muchísimos pacientes infectados sin estar vacunados. Eso me generó muchísima angustia, muchísimo miedo de morirme, mucho miedo de contagiar a mis seres queridos, a mis hijas, a mi mujer, a mis amigos.
Físicamente no me afectó, sino emocionalmente. Porque cada vez que estaba de guardia, iba y volvía con miedo. Utilizaba todos los equipos de protección especial: traje tibetano, mascarilla, doble guante. Me bañaba en amonio cuaternario al ponerme el traje, al quitármelo… porque ahí te infectás más al desvestirte y al vestirte que al tocar un paciente. Viví con mucha angustia, porque es como si hay guerra y si sos un soldado; tenés que ir. Después, con el advenimiento de la vacuna, bajó un poco más la ansiedad y la angustia, pero igual vacunado te podías enfermar. Y te digo lo de la angustia, porque entré a Terapias Intensivas y vi muchísimos cadáveres en bolsas rojas (donde meten a los cuerpos con infecciones). He dejado pacientes en las morgues. Vi los hospitales con sus servicios de guardia desbordados.
Una vez, me quedé encerrado en un ascensor con el médico y un paciente con respirador dentro de una cápsula. Se trabó el ascensor y estuvimos durante una hora y media hasta que… bueno, pasé un montón de cosas.
Se me viene una imagen de mucha angustia y mucho miedo de morirme como todo el mundo, y a la par, el miedo de infectar a mis seres queridos. Que se muera alguien por mi culpa, porque yo lo infecté. Duchas de amonio cuaternario, doble trapo de piso en la entrada de mi casa tiraba la ropa afuera y era una angustia pensar cuándo iba a venir la vacuna.»
Leonardo Gabriel Cubler es un Médico Emergentólogo con 23 años de experiencia en la medicina. Trabaja en dos hospitales de gran relevancia: el Hospital Interzonal General de Agudos “Pedro Fiorito” de Avellaneda y el Hospital de Alta Complejidad “El Cruce” de Florencio Varela, donde enfrenta situaciones críticas, toma decisiones rápidas y brinda atención a pacientes generalmente en estado grave. Leonardo recuerda: “La primera imagen que se me viene a la cabeza cuando pienso en la pandemia es, un tanto extraña, se ubica en el tiempo en que aún no había casos detectados en Argentina; creo que sería enero de 2020. Yo estaba de vacaciones en Córdoba con familia y amigos. Un día de mucho calor… en un arroyito bastante alejado del pueblo, hablábamos de la posibilidad de que esa peste llegara a nosotros. Lo explico: día de verano, sol y diversión. El peligro estaba a medio mundo de distancia… En ese momento de relajación, aparecen frente a nosotros un grupo de orientales, quizá chinos, cuando la epidemia estaba haciendo estragos en China. Y pensé (o apareció en mi mente lo que ya venía madurando) que la peste iba a llegar, incluso a los lugares más alejados y protegidos. Lo supe. Y tuve miedo.”
C.M.: A lo largo de tu carrera, ¿tuviste que dar la noticia de un fallecimiento o de una situación sin vuelta atrás? ¿Cómo se transmite el dolor en estas situaciones? ¿Qué estrategias utilizás para comunicar estas noticias difíciles a los pacientes y/o a sus familiares?
Marcela:“Me ha tocado dar noticias difíciles porque trabajo supervisando hogares de niños. Muchas veces, el Equipo Técnico del Hogar, que es el que está en la cotidianidad con los chicos y las chicas, pide un refuerzo. Al ser parte de la vida cotidiana de los chicos, interfiere mucho el vínculo una vez que alguien da una mala noticia. Muchas veces se convierte en el portador de algo malo que no quieren escuchar, por ejemplo: ‘No vas a ver más a tu madre, a tu padre’. Esto sucede por decisiones de otro ente, como el Juzgado y las Defensorías Zonales que intervienen.
Así que he acompañado situaciones súper difíciles, en las que hay que decirle a un grupo de hermanos, por ejemplo, de 8, 5 y 2 años (con la dificultad que implica la diferencia de edad), que se interrumpirán las vinculaciones con la madre. Esto es porque los organismos lo han definido así y pasarían a un sistema de adopción.
¿Y cómo se transmite esto? Con mucho valor, porque son niños. Pero siempre con la verdad y con mucho respeto y comprensión, y muy preparada para atajar lo que viene después.
Es caso por caso; no hay un estándar para estas situaciones para transmitir estas malas noticias. Y todo es en función de la edad y de la historia de los niños. Pero reitero, hay claves que no se pueden eludir, como es decir la verdad, aunque sea dolorosa, mirándolos a los ojos y acompañando ese dolor.”
Adrián:“Esta pregunta no es concerniente a lo mío, porque soy enfermero y el tema de informaciones de fallecidos lo da el médico, por un tema legal o hegemónico que se ha instaurado. El enfermero no está habilitado; no es lo correspondiente dar información del estado de salud de un paciente y mucho menos si falleció. Pero vi muchos compañeros y amigos médicos que se encargaban de eso. Más aún, trabajé 10 años en el Shock Room del Hospital San Martín de La Plata. Ver a toda una familia esperando afuera y que salga el médico y les diga que el familiar se había muerto, y todo ese dolor que uno ve, emita el comunicado, sea testigo… te lo llevás en la cabeza a tu casa y te preguntas: ‘¿Cuándo me pasará a mí con un ser querido?’ Vi cómo los médicos daban partes de personas que se morían, vi cómo reaccionaba la familia… 10 años en la Guardia del Policlínico. Y bueno, no están muy preparados los médicos con estrategias; ven algo levemente en la Universidad cuando estudiaron Medicina. No muchos tienen una buena estrategia. Por más estrategia que haya… la noticia es mala, fea. Y la reacción es muy difícil por parte de los seres queridos. No hay una capacitación en estrategias de comunicatividad ante situaciones críticas como la pérdida de un ser querido.”
Leonardo:“Me preguntas si en mi carrera tuve que dar malas noticias. Lamentablemente, por mi especialidad (emergentología/cuidados críticos), esto es demasiado usual: todos los días. Esto
varía entre decirle a alguien que su familiar sigue en terapia intensiva, con un respirador—como algo mínimo, tal vez rutinario—, a anunciarle a un padre o una madre que su hija ha muerto. Te digo eso como el mayor dolor que le puedo transmitir a una persona. Es una mezcla de tristeza con ansiedad para pasar ese horrible momento y un poco de culpa también… por no haber producido el milagro que todos esperan.
También me preguntas si uso alguna táctica en particular. Suelo ir charlando con las familias varias veces antes del desenlace y les trato de allanar el camino. Es una mezcla artesanal de decir lo que se debe (sin mentir nunca) y rebuscar en mi cabeza las palabras adecuadas que puedan mitigar el dolor. Es difícil. Pero creo que lo hago bien, por lo que recibo de vuelta de la gente una vez pasado el momento terrible.”
C.M.: ¿Cómo se establece el equilibrio entre la cercanía emocional y la distancia profesional en situaciones difíciles? ¿Tu lugar de trabajo ofrece algún tipo de apoyo psicológico o lo hacés de manera particular? ¿Se realizan reuniones con colegas para discutir los casos y compartir cómo se han manejado estas situaciones? ¿Se dedica tiempo para procesar colectivamente estas experiencias como una forma de cuidado personal?
Marcela:«Esta respuesta es muy difícil. Por lo menos en mi caso, yo apelo a la profesionalidad máxima posible, aunque se trate de niños y duela, ¿no? ‘Apriete el zapato’, como decimos. En mi caso, yo sé que les duele más a ellos: la vida que llevan, que han tenido, las que les tocó en suerte. Entonces, yo siento que eso reordena todo y yo me puedo ubicar. Siento que, siendo fuerte y profesional en esas situaciones, es lo mejor que les puedo hacer como intervención.
Entonces, de alguna manera, me pongo un semblante, una armadura, me ‘disfrazo de fuerte’ un rato y avanzo. No trabajamos solos; en estos casos, siempre trabajamos en dupla… eso es vital, porque nos vamos acompañando. Vamos cambiando los roles y, por suerte, el equipo donde yo trabajo hace muchos años está conducido por una excelente Coordinadora que abre esos espacios. Trabajamos con emergencias con los chicos que tienen problemas y no hay mucho tiempo para trabajar este tipo de cosas.
Nosotros tenemos una supervisión externa, que gestionó nuestra Coordinadora para trabajar los casos difíciles y también entre compañeros. Somos aproximadamente más de 30 supervisores y estamos divididos en Primera Infancia, Infancia y Adolescencia, y cada equipo trabaja estas cosas. A veces, alguien está muy conmovido y se hace algo especial sobre eso; se aborda ese tema.»
Adrián:«Es algo muy utópico. En realidad, somos de carne y hueso; tenemos sentimientos, miedos, angustias, intrigas y, durante mis 20 años, jamás tuve un abordaje psicológico. Lo que dicen los libros de emergencias, que vienen todos de otros países—del norte, precisamente de Estados Unidos—, es que después de un incidente, ya sea de un incendio con muertos, de un choque o algo como lo que pasó con el tren con gente muerta, gente viva sufriendo y familiares, cuando termina el evento, el equipo de trabajo se tiene que desactivar y tienen que hacer un feedback; tienen que charlar entre ellos. Pero acá, en nuestro país, no se usa. No se realizan reuniones con colegas ni apoyo psicológico. Y todas esas angustias, miedos y estos momentos de estrés no tienen arribo psicológico profesional. Es decir, vas a un accidente con 4 muertos y 20 heridos, terminás y vas a otro accidente.”
Leonardo:“…Poder encontrar ese equilibrio es tan difícil y personal como cada familia. En cada ocasión, hay que generar el vínculo. A veces es sencillo; a veces, es casi imposible. Te plantas en la misión de dar consuelo y no agregar más dolor a las personas, que sientan que se hizo todo lo que se debía. Y, sobre todo, darle apoyo a las decisiones que tomen las familias. (Explico eso… por ejemplo, a veces una familia debe decidir si continuar o no con el tratamiento del paciente, o hacerle o no una cirugía. Y toman la decisión con la poca información que vos puedas brindarles. Y cuando eso sale mal… poder dejar en claro que la decisión que se tomó era la adecuada desde su conocimiento o creencias).”
“En cuanto al apoyo emocional o psicológico, es bastante irregular. Hay instituciones que sí lo hacen de manera regalada y otras donde uno tiene que ir a buscar esa ayuda.”
“Con los colegas y amigos, a veces se dan charlas más profundas, donde nos decimos las cosas que más nos afectaron en nuestra carrera y los momentos más duros. Pero es una charla informal… entre amigos. No sé cuánto valor ‘terapéutico’ tenga.”
“Muchos hacen terapia de modo particular.”
C.M.: ¿Sería beneficioso documentar estas experiencias en un registro accesible para las futuras generaciones de profesionales de la salud, con el fin de proporcionar una visión valiosa sobre la resiliencia y las estrategias de afrontamiento en el campo de la salud?
Marcela: “Creo que sería muy valioso que alguien se interese en esto, en la óptica del profesional de la salud. En la pandemia, sobre todo, estuvo tan vapuleado y fue tan difícil. Hay testimonios durísimos de médicos que tenían que ir ahí a enfrentarse con el virus al principio. Se reportaron varios médicos fallecidos. En fin, sí creo que es súper interesante; es necesario testimoniar esto.”
Adrián:«Lo vengo trabajando con mis alumnos de la Universidad Jauretche, que van a ser futuros técnicos en emergencias. Mi objetivo es contarles de qué se trata la emergencia y las cosas que no están escritas en los libros. Por ejemplo, a mí me balearon la ambulancia y me amenazaron de muerte; me he metido en lugares calientes, lugares que no están descritos en los libros.
Desde que estoy en la carrera, vengo arengando a los alumnos. Les digo que cuando se suban a una ambulancia y empiecen a trabajar en la verdadera emergencia, traten de buscar terapia y canalizarlo por alguna vía, porque el sistema no les brinda absolutamente nada. Eso es lo que trato de dejarles, por experiencia propia.
Otros docentes, colegas míos, creo que no lo hacen. Pero al haber pasado por todo lo que pasé
—muchas cosas que no están escritas en los libros—, de hecho, en la Universidad tenemos simuladores de alta fidelidad, maniquíes electrónicos. Pero nada es lo mismo que la realidad. Nada es lo mismo que llegar a una casa en un incendio y ver que un bebé murió calcinado, o que la familia está llorando, o llevar a una persona con una amputación en la ambulancia, o llegar a un accidente.
Durante muchos años, fui a trabajar con el Operativo Sol y, a la altura de General Lavalle, he visto choques frontales, con muertos, atrapados vivos que no los puedes sacar hasta la llegada de los bomberos. Todas situaciones de ese tipo que, cuando termina el evento y evacúas a la última persona de la escena, te queda en la cabeza dando vueltas. Soñás o te cuesta conciliar el sueño, porque te impacta.
Tengas la experiencia que tengas y con los años que tengo, yo a los que vienen detrás mío, tanto alumnos como colegas, compañeros jovencitos que tuve en el SAME, les digo que esto te va limando. Lo mismo les pasa a los policías. ¿Viste que hay más patrulleros que ambulancias? Los policías ven muchas miserias humanas: gente que se quiere suicidar, el que le pega a la mujer, violadores, los que maltratan a sus familias y eso va limando la cabeza, porque no es una profesión como trabajar, que sé yo, en una panadería.”
“Siempre la emergencia es linda, me encanta, la tengo tatuada en el alma. Es salvarle la vida a la gente, pero tenés esa arista negativa que es la de ver cosas feas y eso que experimentás te lo llevás en la cabeza a tu casa y a tu vida.”
“Si la institución donde trabajás no te brinda un apoyo psicológico, entonces empezá a buscar, por tus propios medios, un espacio de asistencia psicológica de manera particular.»
Leonardo:“…Es una pregunta preciosa. Por supuesto que creo que es importante. En la carrera, poco se te forma en situaciones de vida y muerte; se hace hincapié en lo técnico, pero casi nada en lo emocional.”
“Debo decir que los médicos nos sentimos bastante incomprendidos en cuanto al dolor que llevamos usualmente en nuestra mente o alma. Casi nadie convive con eso todos los días de su vida. Creo que eso hace que haya mucha incidencia de enfermedades mentales, adicciones y suicidio entre los nuestros. ¿Sabés cómo le dicen a la caja de jubilaciones de los médicos? ‘La caja de las viudas’. Muchos médicos mueren jóvenes. ¡Así que todo lo que se haga ayuda!”
EL ÚLTIMO VIAJE DE DARÍO
Casi cerrando el borrador de esta nota conocimos a Darío Soto, ex ambulanciero del 107 Hospital San Martín de La Plata. Sus tareas habituales eran trasladar pacientes, realizar varios viajes al Banco de Sangre y cubrir emergencias. Lo que finalmente lo motivó a tramitar su jubilación fue un incidente que se convirtió en su último viaje.
Una niña de 10 años se subió a un bidet sin tornillos para mirarse al espejo. El bidet se tumbó, se partió y afectó de punta a punta una de sus piernas. Al encontrarse con ese panorama, pidieron auxilio a una ambulancia privada de alta complejidad. Sin embargo, se negaron a prestar ayuda debido a que la familia adeudaba unas cuotas. La indignación y el pedido de auxilio se volvieron desesperantes, y finalmente acudieron, pero se encontraron con otro obstáculo: no podían meter la camilla en el estrecho ascensor.
Fue entonces cuando Darío tomó la decisión de cargar a la niña en sus brazos y trasladarla al Hospital de Niños de La Plata. Al llegar, ya era tarde. Las palabras que escuchó por parte de los médicos de guardia fueron desgarradoras: ‘No pudimos hacer nada’.
Darío no pudo regresar a la ambulancia después de ese episodio. Sufrió dos infartos y ahora tiene siete stents coronarios. A pesar de todo, sigue adelante y maneja un taxi. Su parada fija está en otro hospital, en las puertas del San Roque de Gonnet.
El documento, titulado ‘Recomendaciones para equipos de salud mental en el cuidado de la salud mental de los trabajadores, profesionales y no profesionales en hospitales generales’, menciona que los equipos profesionales y auxiliares de la salud cargan con un peso inmenso. Que durante y después de la exposición a un Incidente Crítico, aumentan las probabilidades de padecer problemas de salud mental. Además, destaca que aquellos que tienen acceso a servicios de asistencia social y encuentran estrategias de cuidado tras un desastre, tendrán mejores posibilidades a largo plazo de recuperarse del impacto que podría generarse por la exposición al evento.
Así, nos sumergimos en la reflexión sobre la herencia y los desafíos que encarandiariamente estos valientes trabajadores. Recordamos la figura de Carlos Gherardi, un médico que en los años setenta estableció la primera unidad de cuidados intensivos en nuestro país, marcando un hito en la medicina y sentando las bases de un legado de dedicación y cuidado que perdura hasta hoy.
En el día a día, enfrentan el desafío de comunicar noticias dolorosas, a menudo con una mezcla de impotencia y sinceridad, pronunciando la frase ‘No pudimos hacer más’. Esta expresión no solo refleja sus limitaciones sino también su compromiso ético con la verdad. La sociedad a menudo tiene sentimientos encontrados hacia quienes comunican la verdad, viéndolos como ‘pájaros de mal agüero’ o valorándolos por su labor crítica.
Es crucial reconocer los desafíos emocionales y psicológicos que enfrentan y establecer dispositivos de contención para brindarles el soporte necesario. También, es imperativo recopilar informes, historias y estadísticas sobre sus intervenciones para comprender mejor estos desafíos.
Debemos reconocer a la gestión bonaerense por los esfuerzos denodados durante la pandemia con nuevas instalaciones, contratación de personal y una enorme logística para la vacunación. Este problema requiere no solo del gobierno, sino también de crear lazos interinstitucionales entre universidades públicas y privadas para generar dispositivos que trabajen sobre y con estos equipos encargados de manejar situaciones tan difíciles.
Es un sistema por cambiar, un desafío conjunto de varias instituciones e interdisciplinas, sin importar el partido político que gobierne, ya sea a nivel nacional, provincial o municipal.
Con estas reflexiones finales, hacemos un llamado a la acción para centrarnos en el bienestar integral de quienes nos cuidan.