Mariano Yberry
A casi cinco meses del conflicto en Ucrania, la Comisión Europea (CE) analiza un nuevo paquete de sanciones económicas contra Moscú, específicamente contra las importaciones de oro, mineral que abunda en el territorio ruso.
La medida no es estrictamente nueva: desde marzo pasado Reino Unido penalizó las operaciones con el oro ruso, mientras que Estados Unidos siguió sus pasos e impulsó en el G7 acciones similares, las cuales fueron replicadas por Japón y Canadá.
Las sanciones levantan las alertas del mercado global toda vez que Rusia es uno de los principales productores de oro del mundo, con un promedio de 330 millones de toneladas anuales e ingresos, tan sólo en 2021, por más 15.000 millones de dólares, según estimaciones del Gobierno británico.
En entrevista para Sputnik, el doctor en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de la Plata, Gabriel Merino, comenta que este nuevo y posible paquete de sanciones mantiene su intención de aislar a un «jugador sistémico» en el mercado mundial, usando la economía como un arma en contra de la Federación de Rusia.
«Rusia tiene la oportunidad, la necesidad de reorientar su mercado de exportaciones como lo hizo también en los hidrocarburos», señala el analista, quien apunta que India y China podrían ser opciones para el Gobierno ruso, el cual cuenta con reservas estimadas de 2.300 millones de toneladas de oro, valuadas por Business Insider en 140.000 millones de dólares.
Rusia es el tercer mayor productor de oro en el mundo, sólo detrás de China y Australia, de acuerdo con datos del Consejo Mundial del Oro. Por sus exportaciones de este mineral, el país gobernado por Putin habría ganado alrededor de 15.127 millones de dólares, de acuerdo con Bloomberg.
El fin del ‘imperio’ del dólar
El investigador del Instituto de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de La Plata considera que, en el corto plazo, las sanciones al oro ruso podrían afectar los precios del mismo. Sin embargo, las señales ante la amenaza de castigar las importaciones de Rusia apuntan más a que la decisión podría impulsar la consolidación de un sistema multimonetario de países emergentes.
«Hay un mundo que está generando condiciones para avanzar hacia un sistema multimonetario, todavía no hay un sistema, pero todas estas sanciones y la utilización del dólar como arma económica ha acelerado esta idea. Una de las claves para avanzar a este sistema multimonetario es que las potencias emergentes que quieren fortalecer sus monedas acumulen oro de respaldo. Se puede acelerar ese tema, pero es un escenario todavía incierto que puede tener repercusiones en distintos niveles», explica Merino.
El académico opina que la Unión Europea (UE) ha decidido alejarse de la idea de una autonomía estratégica de los Estados Unidos y Reino Unido, a pesar de que voces como la del CEO de Volkswagen, Herbert Diess, han hecho llamados a retomar las negociaciones con Rusia dado que una prolongación del conflicto en Europa del Este sería devastador para el viejo continente.
«El conflicto entre la OTAN y Rusia sirvió para estrechar los lazos con Washington y Londres. Particularmente, Europa queda subordinada a la estrategia de Estados Unidos. Es una decisión política-estratégica fortalecer Occidente en un escenario de transición mundial, con el liderazgo de Estados Unidos, pero tiene fuertes costos para Europa», señala Gabriel Merino.
Las sanciones al oro ruso podrían generar el mismo efecto bumerang que ya provocó las limitaciones al gas y al petróleo, así como a sus exportaciones agroalimentarias y de fertilizantes, y que se traducen en fenómenos como la crisis energética y la escasez de alimentos en Europa.
«Están teniendo un costo enorme Europa y hay una posibilidad que, en el caso del oro, tenga efectos similares, que afecte obviamente a Rusia, pero que se sienta un golpe muy fuerte en Occidente, pero particularmente Europa», considera el analista.
Hacia un nuevo orden mundial
Para Gabriel Merino, este posible paquete de sanciones refuerza la idea de que el mundo vive «una especie de guerra mundial híbrida» que se inició a finales de los 90 con el avance de la OTAN al Este de Europa, se intensificó en 2014 con el conflicto en Crimea y llegó a su punto álgido en 2020 con la pandemia de COVID-19.
«La pandemia produjo un nuevo momento geopolítico, se agudizaron un conjunto de contradicciones sistémicas. El conflicto en Ucrania es expresión de eso, de un conflicto global más profundo entre potencias emergentes con tendencias a formar un mundo multipolar y las viejas potencias, con sus aliados, pero esa contradicción sistémica se ha agudizado, con lo cual se profundizan los conflictos y eso se expresa en distintos enfrentamientos ya sea económicos, tecnológicos o bélicos», detalla el investigador.
En este contexto, «el conflicto estructural va a seguir» debido a que, desde principios de los 2000, se vive un proceso de reordenamiento geopolítico e ideológico causado, en parte, a la postura de «las fuerzas globalistas occidentales» y la respuesta de distintas «fuerzas sociales de distintos países del sur global o emergentes que empiezan a responder contra el mundo unipolar, contra la globalización financiera neoliberal».
Lo anterior se manifiesta en la llegada de Gobiernos progresistas a América Latina, la salida de Estados Unidos de Afganistán y la creación de grupos como la Organización de Cooperación de Shanghái, entre otros.
«Es aún más incierta la transición porque emerge un mundo no occidental, que viene en algunos casos del sur global, del viejo tercer mundo, es una transición de poder muy clara y con cambios muy profundos. Eso van a seguir en esa transición lo que vemos es que los conflictos se vuelven cada más intensos», advierte Gabriel Merino.