50 años de las dos últimas conferencias del pensador, que murió horas después
POR DIEGO KENIS
El próximo sábado se cumplirá medio siglo de la muerte del pensador nacional Arturo Jauretche y entre el lunes 20 y el viernes 22 será el mismo aniversario de las últimas conferencias que brindó, con lo que se considera su legado metodológico. Los días y números de esta semana coincidirán con los del convulsionado 1974.
Cuando el viernes 24 de mayo de aquel año Jauretche se dispuso a subir al avión de regreso a Buenos Aires desde Bahía Blanca, donde se había presentado, algo le decía que no volvería a viajar. Quizá haya sospechado también que ya no tomaría sus cafés matinales en Esmeralda y Córdoba, a pocos pasos de su casa y a cinco esquinas de aquella en que su amigo y compañero Raúl Scalabrini Ortiz situó la espera de su hombre solo.
Una época moría, tras la fugaz conquista del retorno de Juan Domingo Perón, y algunos indicios de la siguiente ya se dejaban ver. Días antes, Jauretche había acompañado el funeral del padre Carlos Mugica, asesinado por la recién aparecida Alianza Anticomunista Argentina (AAA). Menos de un bimestre después se produciría el fallecimiento del Presidente Perón, con quien el pensador había sostenido largos coloquios durante sus primeros gobiernos. La Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA), a la que pertenecían Scalabrini Ortiz y él, había confluido en los tiempos fundacionales del movimiento peronista y Jauretche fue designado director del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Durante el tercer gobierno de Perón, cumplió el rol de presidente de la Editorial de la Universidad de Buenos Aires (EUDEBA) y ocupó un cargo directivo en el Fondo Nacional de las Artes.
La muerte de Jauretche ocurrió en la madrugada del sábado 25 de mayo de 1974 y no alcanzó a ser publicada en los matutinos. El domingo 26, los diarios más importantes reflejaron la noticia. La Opinión publicó columnas de Tomás Eloy Martínez y Alberto Szpunberg, y El Cronista recordó que exactamente un año antes, cuando el 25 de mayo de 1973 asumió su fugaz presidencia Héctor Cámpora, el escritor había sido vivado en la Plaza.
El velatorio se realizó en su propia casa, en Esmeralda al 800, y el entierro fue en Recoleta. Asistieron funcionarios del gobierno, como los ministros Jorge Taiana y Benito Llambí, pero el primer discurso lo pronunció el abogado Antonio Tridenti. Viejo compañero de Jauretche en FORJA, Tridenti era en 1974 el rector de la Universidad Nacional del Sur (UNS). Allí había recibido horas antes al pensador, para dictar las que serían sus últimas conferencias.
Al despedirse, pese a su premonición ante el avión, Jauretche parecía feliz. La participación juvenil en sus conferencias había diluido su habitual rechazo a los claustros universitarios, que lo había llevado a postergar una y otra vez la visita. Era abogado, pero en su última presentación repitió a la concurrencia el consejo de alejarse de la cuadratura académica para observar la realidad. Como festejo de esa íntima victoria, de una juventud que le discutía con pasión pero también con admiración, aceptó gustoso un convite a salirse de su dieta para compartir polenta a la tabla y anécdotas de sus siete décadas de vida. Las tenía frescas, porque estaba en plena escritura de sus Memorias.
El método jauretcheano
El rector Tridenti conversó con Jauretche en su despacho y lo declaró “huésped oficial” de la UNS, cuyos orígenes estaban muy emparentados con FORJA: en 1947, la apertura del entonces llamado Instituto Tecnológico del Sur fue impulsada por el abogado, ministro y legislador bonaerense Miguel López Francés, que militaba en esa agrupación. Primer rector del ITS, López Francés designó a Tridenti como docente y director del Departamento de Cultura, desde el que creó el Coro Universitario que aún funciona. La dictadura de 1955, que cambió la denominación de ITS por UNS, interrumpiría sus carreras.
Las conferencias de Jauretche fueron abiertas al público, pero estuvieron especialmente destinadas a estudiantes que cursaban un Ciclo Básico Común que sólo se implementó en 1974. Estaba diagramado como un sexto año de formación secundaria y servía como enlace entre las escuelas medias de la propia Universidad y el nivel superior. En ese marco, la visita de Jauretche representó la inauguración de un área de Estudios de la Realidad Nacional y Latinoamericana.
Ese fue el eje de las disertaciones, con una primera clase introductoria y otra destinada a difundir un método de análisis. Jauretche se propuso hacerlo a través de ejemplos, entre los que citó:
- la lucha contra el paludismo en el noroeste argentino durante el peronismo, que detectó que –contrariamente a lo que ocurría en Europa– los mosquitos autóctonos se beneficiaban del agua limpia;
- la arquitectura y orientación de varios edificios públicos, como el Centro Cívico de Santa Rosa, que no atendían a las características singulares del territorio y proveían agobiantes calores en verano y fríos intensos en invierno;
- una anécdota sobre su amigo Homero Manzi, que sostenía que el cocoliche salvó al país, porque fue el intento del inmigrante de hibridarse con lo local, mientras las elites buscaban parecerse a Europa;
- otra sobre Scalabrini Ortiz, al que le hizo notar la diferencia entre inmigrantes con ejercicio intelectual, que se distanciaban de su realidad, y quienes llegaron desde la pobreza y analfabetismo;
- una carta de Manuelita Rosas que atesoraba Antonio Carrizo, donde ella lamentaba que sus hijos completasen la educación “común”, porque la siguiente etapa los volvería “inglesitos”; y
- una lectura sobre el porqué de la descripción despectiva que Roberto J. Payró hizo de Bahía Blanca en Pago chico, entendiendo que el escritor pretendía una comunidad a imagen y semejanza de lo que consideraba la “civilización”.
En todos los casos, imprimía con los ejemplos un efecto didáctico, reforzando su premisa de que la observación material resulta más relevante que la hipótesis racional. En otras palabras: el método inductivo por sobre el deductivo, que forzaba la aplicación de conceptos prefabricados. Todo ello, dentro de una lectura antiimperialista que mostraba cómo el desprecio por la realidad circundante empalmaba con el rol del país como economía dependiente en el mercado mundial. En relación a ello, además, marcaba que de las potencias centrales no se tenían en cuenta sus etapas proteccionistas sobre la industria.
El prisma se posó sobre el planisferio mismo, porque –señaló Jauretche– el sur está trazado en la parte inferior de los mapas y América sobre uno de sus márgenes, aunque en el espacio exterior no hay arriba ni abajo y la esfera planetaria sólo tiene a Europa como centro de su superficie por decisión arbitraria de quien dibuja los mapas.
La transcripción de ambas charlas de Jauretche puede leerse en un material bastante difícil de conseguir. Enfoques para un estudio de la realidad nacional fue publicado por la UNS meses después, como un homenaje al pensador tras su muerte, que provocó gran impacto en la comunidad que horas antes lo había escuchado.
Pesada noche en ciernes
Para el otoño de 1974, la realidad que Jauretche recomendaba estudiar comenzaba a enrarecerse. Las ásperas disputas políticas –en particular, al interior del peronismo– ya estaban instaladas, y durante las mismas disertaciones voces estudiantiles polemizaron con el pensador, que no esquivó los debates. Fueron, recuerdan quienes asistieron, contrapuntos sin agresividad. De hecho, la misma Juventud Universitaria Peronista había auspiciado la segunda de las conferencias.
Era un gesto novedoso de acercamiento estudiantil hacia la gestión de Tridenti, quien en principio había sido visto como un alfil de la ortodoxia peronista para desplazar a Víctor Benamo, ligado a la Tendencia. Es posible que ese sutil cambio de posición se haya gestado pocos días antes, a principios de abril, cuando las agrupaciones estudiantiles marcharon hasta el Aula Magna del Rectorado bajo el cántico:
–Atención, atención… se corre la bolilla que Tridenti es gorilón.
El viejo abogado recibió a la militancia juvenil, escuchó sus reclamos y respondió que algunos podrían ser solucionados en breve y otros demandarían más tiempo.
No era un año fácil, 1974. Su primer semestre estuvo atravesado por los debates en torno a una nueva legislación universitaria, que finalmente fue aprobada y se conoció como Ley Taiana, por el entonces titular de la cartera educativa. En febrero se habían producido en Bahía Blanca los primeros atentados contra referentes estudiantiles, el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS) y el todavía rector Benamo. Durante la asamblea de la que participó Tridenti, la prensa detectó policías sin uniforme y los propios estudiantes debieron detener a un adolescente armado que dijo haber sido enviado como espía por la regional de la CGT que comandaba Rodolfo Ponce, que luego sería uno de los líderes de la AAA en la zona. A nivel nacional, el asesinato del estudiante Hugo Hansen, de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, había conmocionado en marzo al mundo académico. En la UNS, varios funcionarios comenzaron a recibir amenazas. Tridenti no pudo sostener la situación, y cedió a las presiones para renunciar.
Fue el prólogo de lo que vendría. Enfoques…, libro póstumo de Jauretche, circuló en mayo de 1975 y en su apertura se imprimió el nombre de Oscar Ivanissevich, el ministro de Cultura y Educación que desató una cacería en las universidades públicas. Para ese momento, Tridenti había sido reemplazado por el nazi rumano Remus Tetu, que desde el Rectorado de la UNS proveyó de armas, directivas y recursos a la patota local de la AAA. Varias personas que habían asistido a las charlas de Jauretche un año antes ya sufrían la persecución. El mes anterior a la aparición de Enfoques… la organización criminal al mando de Tetu había asesinado dentro de la propia UNS al dirigente estudiantil comunista David Watu Cilleruelo.
La realidad material cercana y cotidiana que aconsejaba estudiar el fallecido pensador se había teñido con los más oscuros colores de la noche.
El Cohete a la Luna .