Por MatiasStrasorier y Maria Rizzo*
Hace un tiempo se habla de la casta y la bronca de la existencia de un grupo que tiene privilegios mientras que la mayoría vive con lo justo, sobrándole mes al final del sueldo. Pero ¿quién es “la casta” que saquea el bolsillo y vacía la heladera? En cuatro años de gobierno, Alberto Fernández no pudo cumplir su promesa de llenar la heladera, y el pueblo se manifestó en las urnas durante las últimas PASO.
La discusión sobre la casta fue puesta en debate a partir de los discursos de Javier Milei, que desde hace algunos años apunta a la existencia de una casta política y dirigencial. Esta palabra que resurge y resignifica la discusión cotidiana por estos días, la define la Real Academia Española: “En algunas sociedades, grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc”. En el etc. seguramente incluya a la economía, una variable determinante en la separación de grupos sociales por estos tiempos.
El concepto de casta fue captado por los 7 millones de electores que en las PASO eligieron a Milei, candidato que se postula con el discurso de “enfrentar a la casta”. A los que se pueden sumar, el ausentismo de 3,5 millones de electores (tomando la media de la democracia alrededor del 80%, votó el 69%) y 1,75 millones que optó por anular o votar en blanco. ¿Se podría decir que más de 12 millones de electores están enojados con la dirigencia política tradicional? ¿Qué tienen en común el enojo de 12 millones de personas?
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que existe un flagelo común entre los 12 millones de argentinos que en agosto de 2019 votaron a Alberto Fernández y los 12 millones que describimos en el párrafo anterior. Este flagelo común es la economía cotidiana de muchas familias que después de trabajar 8, 10 o 12 horas al día, el sueldo no les alcanza para llegar a fin de mes. En la Argentina se disputan permanentemente muchos derechos que conquistaron quienes producen y trabajan, desde los chacareros del “Grito de Alcorta” a los trabajadores del “17 de octubre”, hasta llegar a la pueblada de diciembre de 2001. Pero hay un derecho central por el que el pueblo lucha: Un Salario Digno.
Parte de esta lucha se observa en la disputa entre salarios y los precios de los bienes y servicios, lo que se denomina la puja distributiva. En dicha puja inflacionaria se generan ganadores y perdedores. Cuando el salario aumenta más que la inflación, la porción de la torta se incrementa para quienes producen y trabajan, recuperando el poder adquisitivo. Mientras que, cuando la inflación le gana al incremento salarial, la porción de la torta de los empresarios se agranda. Ahora la torta siempre es la misma: es el total de las riquezas producidas por la comunidad en su conjunto, el PBI.
Todo esto ocurre en el marco de una economía bimonetaria, en la cual el dólar le disputa el valor al peso. Eso que los economistas llaman devaluación, es una puja por el valor de la moneda y por la soberanía de nuestro país, de comercializar con moneda propia o estar arrodillados ante una moneda extranjera, pero esto es tema para profundizar en otro artículo.
¿Cómo fue la puja distributiva en los últimos 20 años?
Según el OITRAF (Observatorio Internacional del Trabajo del Futuro), entre el 2003 y 2007 el salario aumentó 128% mientras que los precios de las mercancías aumentaron 65%. Entre 2007 y 2011 el salario aumentó 160% mientras que los precios aumentaron 117%. En el período 2011-2015 el aumento del salario fue de 196% mientras que los precios aumentaron 176%. Durante el período 2015-19 los salarios aumentaron un 213% mientras que los precios aumentaron un 300%. El último período de gobierno, entre 2019 y la actualidad, los salarios aumentaron un 442% mientras que los precios aumentaron 448%.
Al analizar los números de los últimos 20 años observamos que en cada período de gobierno quienes presidieron el Estado Argentino, pudieron o quisieron inclinar la balanza de la puja distributiva en favor de quienes producen y trabajan o entre los grandes grupos empresariales. Generando ganadores y perdedores de la distribución del PBI en cada período. En base a eso se fundamenta nuestro análisis electoral, en el cuál observamos que 12 millones de argentinos no encontraron la diferencia económica entre los períodos 2015-19 y el 2019-23.
En 2019, unos 12 millones de argentinos votaron al Frente de Todos esperando recuperar el poder adquisitivo que tenían en 2015. En las generales, fueron 12.900.000 de argentinos y argentinas que eligieron que vuelva a gobernar el programa que en 2015 los dejaba con un salario mínimo de 600 dólares. Sin embargo, luego de 4 años de gestión del gobierno nacional, su poder adquisitivo se mantuvo más o menos como estaba en 2019, o lo que es igual a seguir con la heladera vacía.
Entonces, ¿quiénes ganaron durante el período 2019-23?
Es cierto que durante el 2019-23 sucedieron algunos hechos inesperados o virajes históricos como la Pandemia del COVID-19, la guerra OTAN-Rusia o la sequía. Aunque las crisis y sobresaltos globales son una marca propia del comienzo del Siglo XXI, entre las que podemos mencionar algunas como la crisis financiera del 2008, crisis de los PIGS, Guerra en Oriente Medio; sequías e inundaciones, incendios y otros desastres producto del cambio climático o crisis ambiental. Sin embargo la Pandemia del Covid-19 y la guerra OTAN-Rusia, parecen tener un mayor impacto, quizás es la cercanía del presente o el cambio de época de analógica a virtual, lo que le da una mayor relevancia.
Sin embargo, en materia económica en la República Argentina, los datos muestran que desde el sector agroexportador, el ingreso de divisas fue de más de USD 30.000 M de USD en 2021 y más 40.000 M de USD en 2022. Los buenos precios internacionales junto a la buena cosecha generaron un combo favorable. ¿Dónde fueron a parar? evidentemente no fue ni a recuperar los salarios de las y los trabajadores, ni a créditos, ni a aumentar el consumo, fue al pago de deuda principalmente de las empresas más importantes de la Argentina, que acceden a dólares baratos para cancelar la deuda que habían contraído en los años del macrismo.
Según información de la Bolsa de Comercio de Rosario, ADM (EE. UU), Cargill (EE.UU) COFCO (China) Bunge- Viterra (EEUU-CANADÁ), son los principales traders extranjeros que concentran alrededor del 60% de las ventas totales de granos y subproductos. A los que se sumó en 2021 y 2022, ACA -Asociación de Cooperativas Argentina- empresa nacional que habitualmente se ubica entre los 10 primeros, pero por debajo del top 5. Es evidente que el comercio exterior argentino está totalmente dominado por empresas extranjeras, que ganaron con el conflicto bélico.
Mientras que el caso de los productos agroalimentarios de consumo interno como fideos, aceite, harina, carne, leche, frutas y verduras, etc. encontramos también un grado de concentración importante. Pero empecemos por ver las ganancias declaradas durante el año 2020, plena pandemia COVID-19 en que el APSO (Aislamiento Preventivo Social y Obligatorio) fue una de las medidas centrales del gobierno nacional, la cual estuvo sostenida con medidas como los ATP y los IFE, subsidios para las empresas y para los laburantes, respectivamente.
Durante este año: Ledesma de la familia Blaquier declaró ganancias por $5.610 millones; ARCOR de Pagani declaró ganancias por $5.400 millones; y Molinos Río de La Plata, de Pérez Compac, declaró ganancias por $1.746 millones. Esto a un tipo de cambio oficial que en diciembre de 2020 estaba en $83,25 por dólar, mientras que el SMVM -Salario Mínimo Vital y Móvil- en ese momento rondaba los $20.000.
Es importante observar que el objetivo del sector empresarial es ganar dinero y aumentar o maximizar la GANANCIA, mientras que el objetivo del laburante es cobrar mejor sueldo, aumentar su salario, el INGRESO. Y eso ¿está mal? La respuesta es NO.
Sin embargo, hay una delgada línea ética y moral en el mercado de los alimentos, debido a que hablamos de una mercancía cuyo acceso marca la diferencia entre nutrición y desnutrición, entre salud y enfermedad, entre vivir o morir. Los alimentos son un bien social, con un rol vital, por lo tanto, la especulación y el aumento desmedido de los precios, el afán de ganar dinero subsumiendo la vida del otro, la hace la separación social típica de una casta.
Este grupo de empresarios alimentarios y Grupos Empresariales Transnacionales agroexportadores, se separan del resto de la sociedad argentina, aumentan los precios mes a mes disputando las riquezas. En los últimos 8 años obtuvieron grandes ganancias mientras los trabajadores perdieron la puja distributiva entre 2016 y 2019. Entre 2020 y la actualidad, la puja distributiva no varió, se mantuvo en el equilibrio que el gobierno macrista dejó. Las acciones de gobierno de Alberto Fernández como presidente de la Nación, caracterizadas por la moderación y el intento de consenso democrático, mantuvieron las ganancias de la casta empresarial.
En la “no intervención” del gobierno, el camino de la moderación para la búsqueda del consenso en una disputa para nada moderada, el no animarse a pelear contra nadie, finalmente generó un equilibrio en contra de los intereses de quienes “votaron” al Frente de Todos hace 4 años. En la quietud de la no tensión aparecen los monstruos, despertando la profundidad de la ira humana en contra del sistema político, dificultando el debate político para develar quiénes son la casta que vive privilegiadamente a costa de quienes producen y trabajan.
Cuando corremos el velo, vemos que la “casta” real es una red de empresas nucleadas en la COPAL, los que definen los precios de los alimentos, determinando quienes comen y quienes no. Y más allá de la red, observamos a la casta global: los fondos de inversión Blackrock, Vanguard y State Street. Estos son los que intervienen en la soberanía de los pueblos, a través del control de acciones empresariales o de compra de bonos de deudas estatales, lo que dificulta el “poder de decisión de un estado soberano” y por supuesto de su democracia.
¿Hay opciones electorales?
En las elecciones generales de octubre se ponen en disputa 2 proyectos. Uno es el de Mauricio Macri, representado en la candidatura de Javier Milei (quien ya declaró que el expresidente sería su principal embajador) y en la de Patricia Bullrich. El otro es el de la unidad del peronismo, representado en Sergio Massa, cuya máxima exponente popular sigue siendo Cristina Fernandez de Kirchner (actualmente proscrita y claramente traicionada por el actual presidente). ¿Cuál es el que puede defender a la casta y cuál al pueblo?
A pesar de la traición del actual presidente al programa de gobierno que casi 13 millones de argentinos eligieron en 2019, es en Unión por la Patria y en la figura de Sergio Massa donde el pueblo, quienes producen y trabajan, tienen la posibilidad de tensionar un programa de gobierno que le devuelva la dignidad. Un programa de gobierno que incline la balanza en su favor, mejore el salario, recupere el poder adquisitivo, la capacidad de ahorro y el avanzar en ser felices. También tensionar para que quienes ocupen funciones de gobierno direccionen las mismas en pos de la construcción de una Argentina inclusiva, federal, productiva y sustentable.
Strasorier es Director del Centro de Estudios Agrarios, Argentina. Maestrando en Estudios Sociales Agrarios (FLACSO) y Analista agropecuario. Rizzo es co-Directora del Centro de Estudios Agrarios, Médica Veterinaria, maestranda en Desarrollo Regional y Políticas Públicas de FLACSO y analista agropecuaria.