Los funcionarios del Ministerio de Economía, ayer, hoy y parece que mañana, trabajan con la pantalla Bloomberg a la vista, en sus oficinas, dependiendo su humor de los sucesos financieros. Imaginábamos que luego de frenar la grosera corrida inicial contra Silvina Batakis, producida solo por si las moscas, aparecerían las primeras acciones dirigidas a los sectores populares. Sin embargo, aumentar levemente el costo del dólar ahorro, no parece parte de un programa de fuste.
La hora reclama salir por arriba del laberinto; imaginar; crear; proponer con solidez que se deba reconocer por propios y ajenos.
Esa condición, sin embargo, no se podrá alcanzar dentro del marco conceptual del acuerdo con el FMI, en que los buenos alumnos tienen que explicar que tenemos y tendremos déficit cero, cuando todo el mundo desarrollado hace lo contrario para superar la crisis global.
Sacarse el FMI de encima, vuelve a ser una premisa necesaria.
Sabemos que Néstor Kirchner pudo, porque las divisas estaban en el Banco Central y además porque el país salía de una recesión que dejaba saldos de balanza comercial altos, los que permitieron contar con reservas aceptables, aún ante la mirada de los neoliberales y aún cometiendo el error de permitir por años el acceso a divisas para atesorar, en cantidades insólitas.
Lo hizo. Es fácil advertir que esa es condición necesaria de soberanía. Tener libertad para definir la política monetaria, financiera y cambiaria es esencial.
Hoy es más complejo, pero para encontrar la salida, deberíamos repasar una condición especial de la Argentina.
La deuda con el FMI, que Martín Guzmán tiró bien para adelante, a cambio de un cogobierno subordinado, equivale apenas a medio año de importaciones del país, redondeando: unos 40.000 Millones usd. Las divisas en manos de particulares y corporaciones, en los colchones o en el extranjero, son 9 veces ese valor.
Si el 10 a 15% de ese monto se integrara a un Fondo De Financiación de Importaciones Argentinas (FINIMP), cobrando una tasa pasiva de 3 o 4% anual, en lugar de juntar humedad en las cajas de seguridad o modestas latitas domésticas, se reducirían los egresos de divisas en igual monto y con una administración gasolera de los excedentes generados, se pagaría cómodamente al FMI.
¿Qué lo impide?
Pues, ¿quién pondría dinero en FINIMP sin tener más que la garantía de un Estado bombero, que se la ha pasado corriendo con mangueras sin agua por décadas?
Pero la verdad, no es el Estado quien usaría las divisas. Las importaciones a financiar sería las que realicen todos los industriales, pero en primera fila, las automotrices, los ensambladores en Tierra del Fuego, insumos agropecuarios, para acero, para aluminio. ¿Por qué no serían esas empresas las que garanticen el FINIMP?
¿No interesaría a Toyota, Renault, Ford, Volkswagen, licenciatarios de electrónica mundial, Techint, Aluar, y siguen todas las firmas estelares?
¿Invertirían argentinos dolarizados, en cuotas parte transferibles, de un FINIMP, garantizado por esas corporaciones, sumando al Estado con un 30% de la garantía y con la administración público-privada, a disposición de todo importador productivo?
No estamos seguros. ¿Estamos seguros de que no?
Ese sería el eslabón inicial de la cadena virtuosa. ¿Para qué sacarse de encima los cancerberos neoliberales?
Para poder actuar como un país “normal”, del mundo central, en el espacio que más nos importa: la mejora dela calidad de vida de las mayorías argentinas.
Esto solo se puede conseguir con trabajo de calidad para tod@s. Este trabajo será producto de macro programas nacionales, sea de vivienda, de alimentación popular, de saneamiento, de infraestructura rural, y más y más.
A su vez, esto necesita financiación del Tesoro, transformando la enorme masa de dinero inmovilizado en Leliqs, en recursos en movimiento.
Este proceso debe tratar al bendito déficit fiscal dentro de un proceso de jerarquización de la vida comunitaria argentina, eliminando el minimalismo de usar solo el dinero que entró ayer por caja. El financiamiento del Tesoro utilizado para producir volverá inexorablemente como impuestos generados por el mayor consumo. Analicen la política financiera alemana o cualquiera de los países hegemónicos.
Esta es la necesaria mutación conceptual por recorrer,que abarca también a los compañeros que solo ven la frazada corta y creen que hay que subsidiar a los humildes de varias formas, para que luego hagan la fila del hipermercado multinacional.
Decíamos: Solo el pueblo salvará al pueblo.
Compañeros, hoy es: Solo el trabajo productivo y de calidad, salvará al pueblo.
Y para alcanzarlo hay que armar la cadena virtuosa y comprometer a muchos, hasta a las multinacionales que llegaron aquí para atender el mercado interno. ¿Quieren ser consideradas industria nacional? Pues que piensen en términos nacionales.
Enrique M. Martínez
Instituto para la Producción Popular