(Por Raúl Hutin) Como muchas PYMES en Argentina, nuestro camino comenzó desde abajo. Nada fue sencillo: conseguir crédito bancario, atraer clientes y lograr financiación de los proveedores era como escalar una montaña con las uñas. Cada paso estaba lleno de obstáculos.
Durante el gobierno de Carlos Menem, las pymes textiles, el sector al que pertenezco, atravesaron una de sus peores crisis. Entre 1989 y 1999, y especialmente en los años 90, la apertura irrestricta de las importaciones generó despidos masivos. El consumo interno se desplomó, afectado por el desempleo y los salarios deprimidos. Como si esto fuera poco, las privatizaciones de servicios públicos como luz, agua, gas y teléfono trajeron aumentos desmedidos en las tarifas, sin ningún tipo de regulación.
A pesar de este contexto, decidimos resistir. Junto a nuestros trabajadores, transformamos una parte de la fábrica en un “Parri-Pollo”. Derribamos la portería y el comedor, y las parrillas fueron hechas por los propios empleados. Ellos, que eran textiles, se convirtieron en parrilleros, cocineros y atendían el mostrador. Todo con un solo objetivo: no dejar a nuestra gente en la calle. Esa fue nuestra manera de resistir y sostener a quienes llevaban años con nosotros.
La situación era tan crítica que en una ocasión, la directora del colegio de mis hijos llamó a mi esposa para preguntarle si nos habíamos olvidado de pagar la cuota. Su respuesta fue contundente: no lo habíamos olvidado, simplemente no teníamos el dinero y pedimos paciencia.
Por esos días, mi esposa y yo, dueños de una fábrica con más de 45 empleados, pasábamos el Día de la Madre, Navidad y Año Nuevo detrás del mostrador. Preparábamos paquetes, trozábamos pollos y juntábamos moneda a moneda para pagar los sueldos, cubrir las cuotas del colegio y seguir adelante.
Cada jornada era un desafío, una prueba de paciencia y fortaleza. Pero no nos dimos por vencidos. No nos fundimos. Salimos de esa etapa más fuertes, con la enseñanza de que, a pesar de las piedras que se cruzan día tras día en el camino de las PYMES, es posible avanzar.
Hoy estoy convencido de que las pequeñas y medianas empresas son el motor silencioso de nuestro país. Y si algo nos define, es nuestra capacidad de resistir y reinventarnos frente a la adversidad.
Empresario PyME y secretario de la Central de Entidades Empresarias Nacionales