Edición n° 2718 . 01/05/2024

La llegada de Lula (y Brasil) es una victoria, pero en disputa.

Por Solange Martínez y Magali Gómez**

El presidente electo Luiz Inacio Lula Da Silva, que encabezará el gobierno del gigante del sur por tercera vez, ya se encuentra negociando con el Centrao, el PSD, União Brasil y el MDB y diversos actores de su “Frente amplio por la Democracia”, como él mismo lo llamó, los posibles candidatos para asumir la conducción de ministerios y ambas Cámaras.

El nuevo gabinete de ministros demandaría funcionarios para nuevas carteras, además de las 23 existentes. Esto porque Lula ya adelantó su intención de des-fusionar ámbitos que el bolsonarismo unió, en un proceso de achicamiento del Estado, poniendo bajo la misma órbita de Economía, por ejemplo, Planificación, Finanzas y PyMEs. Además de reorganizar las existentes, el ex metalúrgico dijo que se crearían Ministerios como los de Pueblos Originarios e Igualdad Racial. Sectores que, por su parte, el nacionalismo conservador bolsonarista ha ninguneado, reprimido y combatido durante sus años de gestión.

Jair Bolsonaro, el primer presidente que no se reelige, recién promediando la semana declaró públicamente «Con nuestra robusta representación en el Congreso y con la fuerza de nuestros valores, Dios, patria, familia y libertad, formamos distintos liderazgos en Brasil. Nuestro sueño sigue más vivo que nunca, somos del orden y del progreso», sin reconocer, sin embargo, la victoria de Lula.

A pesar de que la diferencia superó escasamente el millón y medio de votos, el mismo  domingo por la noche y frente a los ojos del mundo entero, el Tribunal Superior Electoral reconoció la victoria del líder del PT y de allí en adelante, figuras de todo el amplio arco político aliado a Bolsonaro debieron seguir el mismo camino, entre ellos el gobernador electo del estado de San Pablo, exministro de Infraestructura Tarsicio de Freitas, el reelecto gobernador del estado de Minas Gerais, Romeu Zema o el exministro de Justicia y Seguridad Pública, Sergio Moro tristemente célebre exjuez del Lava Jato que condenó a Lula a prisión. Los juicios fueron anulados por falta de pruebas, luego de permanecer 580 días encarcelado.

Así, el núcleo duro de extrema derecha del ex paracaidista del ejército, fue quedando relegado pero no por ello, sin poder de fuego. Por esos días también, el Sindicato de Camioneros aliados al presidente en funciones tomó la iniciativa de cortar rutas y accesos a las principales ciudades, bloqueando el tránsito y comprometiendo el abastecimiento de productos, en 21 de los 27 estados, lo que desencadenó la intervención de las fuerzas de seguridad federal, autorizadas por el Tribunal Supremo de Justicia.

El escenario social, caldeado y preocupante por el nivel de violencia política que tiñó la campaña, con petistas asesinados es probablemente lo que constituye una novedad en esta elección. Tras años de una política gubernamental que impulsó la militarización de la sociedad civil, el saldo es la profundización de la ruptura de los lazos sociales y el aumento de un clima antidemocrático donde parece válido enfrentar un proyecto político con balas o con rumores y mensajes ambivalentes del mismo primer mandatario. 

En este contexto, los primeros cien días del gobierno lulista se enfrentará a grandes desafíos, comenzando por la pacificación social para lograr estabilidad y gobernabilidad, necesarias para avanzar en temas urgentes como el hambre, la inflación y el desempleo. La reactivación económica con distribución de la riqueza es, sin dudas, uno de los objetivos centrales a corto plazo, que demandará la correlación de fuerzas necesarias en el Congreso para el aumento del gasto fiscal destinado a programas sociales y también una aceitada política de financiamiento estatal a pequeñas y medianas empresas y aumento de la inversión pública y privada en la rueda de la economía nacional.

Si bien Lula no pudo afirmar que revocará la nefasta reforma laboral del 2017, afirmó que convocará a una mesa de diálogo y negociación tripartita entre el Estado, el sector empresarial y el movimiento de trabajadores y trabajadoras a fin de delimitar el piso mínimo de derechos, con la posible modificación de algunos puntos de la legislación laboral. Este proceso incluiría, además, la discusión de la regulación del trabajo en plataformas. En este punto, según una investigación realizada por la Universidad de Oxford y publicada en marzo de este año sobre las condiciones de trabajo, remuneración, contratos, gestión y representación de los trabajadores brasileños de Uber, Rappi, 99, iFood, UberEats y GetNinjas, indicaba que los salarios percibidos no llegaban al mínimo local, que la desprotección física y legal es moneda corriente, al igual que las dificultades para agremiarse, entre otros factores de pauperización laboral, hoy, completamente desregulada.

En materia de política internacional, el presidente electo que volverá al Planalto en enero del próximo año, afirmó que Brasil como “una sola gran nación” recuperará su rol regional y global para la integración, mencionando espacios y organismos como el BRICS, la UNASUR y la CELAC. Cuenta para ello con el reconocimiento de todos los países latinoamericanos (además de Estados Unidos, Europa y Eurasia).

Andrés Manuel López Obrador, presidente mexicano, en una comunicación que compartió al aire en sus redes sociales saludaba “felicidades, estamos muy contentos en México con tu triunfo que es el triunfo del pueblo de Brasil”, convocándolo a participar (junto con Argentina, actual presidencia pro tempore de la CELAC) el 24 de noviembre de la próxima reunión de los países del Pacifico. Este claro gesto político desencorsetado de la letra formal de los organismos regionales, parece más bien estar guiado por el objetivo de realizar el primer y probablemente histórico encuentro entre el “presidente electo, hermano, amigo, compañero Lula” y los presidentes Gabriel Boric (Chile), Gustavo Petro (Colombia) y Pedro Castillo (Perú), como parte de una ola de gobiernos populares -progresistas- que llegaron a la administración del gobierno recientemente en la región antecedidos de grandes movilizaciones e insurrecciones populares, pero enfrentan al poder fáctico económico, mediático, judicial y narco transnacionalizado, con sus particulares expresiones locales.

Para crecer músculo político y estratégico, la integración y la unidad continental desde México a la Argentina parece ser el necesario y urgente camino posible. La “llegada” de Brasil es una victoria, pero está en disputa.

*Solange Martinez. Investigadora del CEIL Manuel Ugarte (UNLa), conductora de Esquina América (Radio MegafonUNLa) y analista argentina del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

*Magali Gomez. Lic. en Ciencias de la Comunicación (UBA), maestranda en Relaciones Internacionales (FLACSO), docente/investigadora del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana Manuel Ugarte de la UNLa.