Motivos del ascenso de la ultra derecha en Alemania
(POR MARCELO CARACOCHE) En Alemania, en las elecciones regionales del 1 de septiembre, la extrema derecha se anotó un triunfo notable en Turingia, el mismo lander donde el partido nacional socialista consiguió su primera victoria importante en 1930, entrando en el gobierno regional. El partido Alternative für Deutschland (AfD) conquistó el 33,1% de los votos, confirmando las encuestas. Es el primer partido en Turingia y el segundo en Sajonia.
La caída de consenso del gobierno tricolor o semáforo es notable, como así también el descrédito del canciller Olaf Scholz, que se confirma como el premier más impopular desde la posguerra.
La otra novedad es la afirmación de BSW, el partido de Sahra Wagenknecht, en su primera presentación en elecciones regionales, tercera fuerza en ambos Lander. Será seguramente una protagonista clave para la formación de los nuevos gobiernos.
La Conquista del Oeste
Se ha especulado mucho sobre las razones del éxito electoral de AfD, hay coincidencias con otras regiones de Europa donde, con diversos matices, se alza una “marea negra”. Pero hay una diferencia notable que es la afluencia a las urnas: el 74,4 % en Sajonia y el 73,6 % en Turingia, aquí no existe el desengaño de la política, lo que estamos viendo es una revolución que sacude el establishment político y electores que quieren expresar su opinión.
Recuerda al triunfo de Vox en España que llevó a Juan Carlos Monedero a escribir el 4 de diciembre de 2018 en su blog una entrada titulada «¿Existen en Andalucía 400.000 fachas?». AfD puede tener una conducción nazifascista, pero las estadísticas dicen que solo un 20% de los votantes pertenecen a esa área ideológica. El resto son personas que se sienten abandonadas por los partidos tradicionales y la prueba es la derrota neta del filonazi Björn Höcke en su propia circunscripción, ha conseguido entrar en el landtag solo porque su lista tiene la posibilidad de ocupar una banca incorporando al primer no elegido.
Parte de las causas se encuentran en la llamada reunificación de Alemania 35 años atrás. El proceso fue conducido en forma apresurada, punitiva y, sobre todo, depredadora. El economista Vladimiro Giacchè publicó en 2013 un libro donde estudia este proceso y no casualmente lo llamó «Anschluss. L’anessione«. Explica cómo la reunificación significó en realidad una anexión que llevó a la desindustrialización del Este, a la pérdida de millones de empleos y a una emigración masiva hacia el Oeste. La unión monetaria aceleró el colapso. Las grandes empresas occidentales se precipitaron a comprar un notable patrimonio de conocimientos, marcas y prestigios históricos a precio de saldo.
También opera como una visible discriminación la diferencia de salarios respecto al Oeste.
Obviamente, este resentimiento acumulado es campo propicio para que los demagogos de derecha al estilo de Trump o Milei recojan consenso, y ese es el caso de AfD, fundada por un grupo de profesores del Oeste que vieron muy claramente como crecía de manera sorda el resentimiento y la rabia.
Björn Höcke, por ejemplo, se trasladó al Este en 2008, o sea que es un Wessi, como llaman a los del Oeste, y allí inició su carrera. Encontraron un terreno fértil abandonado a sí mismo, sin sindicatos, sin iglesia o sociedad civil; la estrategia de AfD fue presentarse en los comicios de pueblitos y ciudades e intervenir en las decisiones administrativas; la Fundación Rosa Luxemburgo detectó que entre 2019 y 2023 fueron promulgadas en niveles locales 120 propuestas votadas conjuntamente por AfD y CDU, se trata de iniciativas desde abajo para «normalizar» el partido y su presencia en el lander, y sobre todo apunta a debilitar el Brandmauer, o sea el muro cortafuego equivalente al cordón sanitario en Francia para aislar a la ultraderecha.
Una característica de AfD que la gran prensa no menciona es el programa económico ultraliberal que proponen. Se oculta bajo el manto de la amenaza negra pero las coincidencias económicas con un Macron, por ejemplo, son evidentes. Obviamente genera una situación embarazosa que AfD adhiera sin problemas al modelo económico vigente de la UE.
Esto no ha sido obstáculo para que fuera votada por amplias franjas de jóvenes que valoran, por ejemplo, su presencia en los medios digitales, la comunicación inmediata y directa. Pueden ver en TikTok a la Weidel que, con su compañera sentimental, aparece en situaciones banales cotidianas y, sobre todo, «normales».
Es evidente la escasa o inexistente formación política de la juventud que vota AfD considerándolo un partido de centro, la expulsión de emigrantes y aun de extranjeros que tienen la ciudadanía alemana parece no molestarlos.
AfD sostiene una posición contraria a la guerra en Ucrania, y esto es comprensible, dado que existe sobre todo en los lander del Este un clima de inseguridad y temor por la política belicista de la UE, la frontera oriental está peligrosamente cerca del frente y el apoyo incondicional del gobierno a Zelensky, con la sangría económica que significa, no está bien visto por las desigualdades salariales citadas; a esto se une el anunciado regreso de los misiles americanos que recuerdan otros tiempos, pero esta vez sin los desfiles pacifistas de aquellos años.
AfD pretende conquistar el Oeste apoyándose en su discurso extremista que últimamente martilla con más fuerza sobre la cuestión de la emigración. La próxima cita a las urnas es el 22 de septiembre en Brandeburgo, en cuya capital Potsdam se delineó el mundo de posguerra.
Brandmauer
Apenas conocidos los resultados de las urnas, Michael Krestchmer, presidente de Sajonia por la CDU manifestó que «cristianos democráticos y BSW en teoría somos compatibles, sobre el partido de Sahra Wagenknecht no existe ningún veto». La respuesta de Sahra no se hizo esperar «Si quieren formar una coalición con nosotros tienen que hablar conmigo. Pienso que una conversación personal es más apropiada que un llamado telefónico».
BSW se ha transformado en la pieza fundamental para la formación de un nuevo gobierno que mantenga lejos del palacio a AfD. Con nueve meses de existencia, la apuesta de Sahra se ha demostrado acertada.
Paralelamente, partió el ataque a su partido. Se dice que es la otra cara de AfD, soberanista, populista, izquierda radical, el cronista del Corriere della Sera Paolo Valentino arriesga otra definición: híbrido neoperonista; consultando las líneas del programa del BSW diría que se acerca bastante, aunque su juicio expresa un punto de vista negativo, habitual en el Corriere si se trata de peronismo, sobre todo desde que Cristina Fernández de Kirchner lo llevó a juicio por difamación en 2008.
Sahra ha despejado dudas: no hará ninguna alianza con los etno-nacionalistas de AfD. Si se quiere construir en el Este un Brandmauer, el BSW estará disponible, pero ha postulado algunas exigencias que ya la grande prensa considera inaceptables. Krestchmer no mencionó la palabra «alianza» y el camino será difícil, mientras tanto las izquierdas tradicionales europeas se preguntan si el partido de Sahra puede considerarse izquierda.
Un punto que consideran incompatible es la posición sobre los emigrantes, han acusado de xenofobia al BSW, la xenofobia pertenece en realidad a AfD, el BSW sostiene que el recibimiento de extranjeros y solicitantes de asilo tiene que estar en relación con la disponibilidad económica para no continuar deteriorando el Welfare alemán, las dificultades de la economía alemana contribuyen a este proceso.
Hay una cuestión en suspenso sobre la que las izquierdas tipo PSOE o PD o los socialistas franceses callan, y es la mano de obra a bajo costo que la emigración provee. En Italia, la agricultura vive del trabajo de estas personas y la grande distribución vende a precios bajos haciendo pagar la diferencia a estas fajas de trabajadores desprotegidos. La confindustria italiana sin ningún pudor anuncia que se necesita mano de obra extranjera para «ser competitivos», no es que sean humanitarios o cristianos, es la situación ideal donde la relación laboral está sometida a la famosa Ley Bossi-Fini del gobierno de Berlusconi. Esta ley sujeta el permiso de estadía del trabajador en el país al contrato de trabajo regular y registrado. En una economía tambaleante, la inestabilidad es la norma, los trabajadores extranjeros viven sometidos a un chantaje permanente que ninguno de los gobiernos de centro izquierda derogó, la pérdida del trabajo transforma inmediatamente al trabajador en emigrante ilegal con consecuencias personales y familiares destructivas; la complicidad entre los estamentos políticos y empresariales se mantiene, todo se esconde detrás de la frase «los extranjeros hacen los trabajos que los italianos no quieren hacer más», obviamente se esconde el hecho de los salarios bajísimos, cristalizados y a veces en retroceso, el gobierno de Meloni ha rechazado la propuesta del salario mínimo y la precarización laboral es estructural.
Obviamente, una situación del género es ideal para la demagogia de la derecha al estilo de la Liga de Salvini, que truena contra los extranjeros que en realidad proveen mano de obra barata a los votantes de la Liga, pequeños empresarios industriales o agropecuarios. La estrategia es igual a la de AfD, enfrentar a los penúltimos con los últimos sin referencia alguna al modelo económico que permite y estimula esta guerra entre pobres. El abandono de los partidos de izquierda de esta franja de la población ha hecho el resto, el ciudadano europeo no tiene guías o referencias como en el pasado, ve lo que tiene delante de los ojos, personas llegadas de quizá donde que «le roban el trabajo».
No sabemos si la BSW llegará a gobernar, pero es el primer partido que enfrenta la cuestión hablando de cosas concretas y no de vagos conceptos universalísticos; además Sahra ha sido muy clara: «No podemos dejarle a AfD el monopolio de la cuestión emigración».
Hojas de otoño
Son más bien las hojas del calendario las que preocupan al canciller Scholz, además de la cita en Brandeburgo el 22 de septiembre, justo con el comienzo del otoño.
El lunes sucesivo al voto, Deutsche Bahn, la empresa estatal de ferrocarriles, anunció un plan de 30.000 despidos que se realizarán en cinco años. La dirección ha cambiado el paradigma de servicio público, la DB tiene que dar beneficios, la búsqueda de capitales es imperativa por lo cual han puesto en venta una de sus filiales, la empresa logística Schenker que podría rendir unos 15.000 millones de euros, pero esto es contradictorio, ya que Schenker es la única fuente segura de ingreso que posee. Dilema para el gobierno que tiene ya un agujero en el presupuesto de 12.000 millones.
Pero las noticias más inquietantes llegan desde Wolfsburg, en Baja Sajonia, donde está el establecimiento histórico de Volkswagen. La dirección anuncia un plan de restructuración que, como todos, se basa en bajar los costos, «racionalizar para enfrentar el desafío del auto eléctrico»; esto significa cesantías de trabajadores y no solo en Wolfsburg, también en los establecimientos de Hannover, Kassel, Braunschweig, Emden y Salzgitter. Se habla de un ahorro de 10.000 millones de euros.
Wolfsburg es la ciudad-motor como fue Detroit en Estados Unidos, una ciudad dormitorio construida sobre el río Aller. En la otra orilla se alza la fábrica Volkswagen, más imponente y extendida que la ciudad misma. El pabellón 11 de la fábrica es la sede habitual para los encuentros de sindicato, trabajadores y consejo de fábrica, las reuniones habituales congregan 5.000/6.000 trabajadores. El miércoles 4 de septiembre se encontraron allí más de 20.000 en un clima electrizante, donde los representantes laborales anunciaron que se opondrán a los despidos y la restructuración. Desde 1994, la empresa y trabajadores operaron en régimen de cogestión, un modelo único posteriormente replicado. Era un modelo cultural, el clásico ejemplo donde el conjunto se siente como «una familia». La crisis del modelo exportador y el retardo de la fábrica en el desarrollo del auto eléctrico están demoliendo desde adentro cogestión y armonía de clases.
Pero hay otro problema: el 20% de las acciones de Volkswagen lo posee el lander que desde 2013 gobierna el SPD, el partido de Scholz. Los despidos acarrean temblores sociales y políticos y difícilmente el SPD quedará afuera de la cuestión. El gobernador regional, Stephan Weil, ha anunciado que en su rol de accionista pondrá el veto a las decisiones de la dirección, el gobierno nacional se ha expresado en la misma dirección.
A comienzos de siglo, Alemania era considerada la enferma de Europa. Parece que después del apogeo triunfalista de la era Merkel se vuelve al punto de partida.