La recesión generó una desinflación que demolió la actividad. Supermercados grandes reportarán en abril una caída promedio de venta de alimentos del 8 por ciento, con electro desplomándose entre 50 y 80 por ciento. La venta de lácteos cae entre 12 y 20 y los importados son más caros que los productos nacionales. Los comercios pequeños, además de la caída en las ventas, avisan que los tarifazos a la energía generarán cierre de locales.
“Es profundo el pozo, parece”. La frase corresponde a un directivo de una multinacional de alimentos, que hace varias semanas se reunió con gente del Fondo Monetario Internacional (FMI) y recibió una descripción radical de la economía argentina: “habrá una híper-recesión”, le diagnosticaron. Lamentablemente para el empresario, ya la venía viendo: a contramano de la teoría del Gobierno de Javier Milei, la recesión generada para bajar la inflación está desplomando la actividad a niveles pocas veces vistos.
Los datos del sector a los que accedió Página I12 son de impacto: la crisis de ingresos de las familias y jubilados, generada por la liberación de la economía y el freno a los salarios, hizo que, en abril, los precios suban sólo entre 2 y 3 puntos promedio. Podría esto ser una buena noticia si no fuera porque las ventas en supermercados cayeron entre 8 y 9 por ciento promedio en unidades, con algunas cadenas cayendo al 12 y al 14 interanual.
Esa cifra muestra el impacto en la canasta básica, pero los productos de electrónica y textiles que se venden en las cadenas cayeron entre 40 y 80 por ciento, según la firma. En pocas palabras, con la inflación de alimentos más baja de los últimos años, en lugar de reactivarse el consumo masivo, cayó a un abismo aún más profundo. “Es la primera vez en décadas que tenemos 4 meses consecutivos de caída en unidades vendidas”, contó otra fuente del retail a este diario. Hoy, en tándem con los productores de canasta básica nucleados en la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal) y los comercios pequeños y chinos, ahogan penas en un escenario que, hacia adelante, describen como “aún peor”.
Mirada opuesta de empresas y Gobierno
La foto de hoy muestra que, en los casi cinco meses de Milei, el consumo se desplomó, aún con una inflación yendo a un dígito. El mismo consumo, con la inflación récord que dejó Sergio Massa y más aún el período de Martín Guzmán, pasó más de 7 meses seguidos al alza. En el sector retail diagnostican a la perfección lo que explica esa paradoja. La última preocupación, por caso, no tiene que ver con vender más de X producto, sino que “el colectivo pasó de costar 100 a costar 200”.
La situación la cuentan los ceos del sector para explicar que, para el negocio del consumo (que explica siete de 10 puntos del PBI), la derivación del ahorro es clave: un mayorista de años en el mercado, entre risas con algunos colegas, se acordó cuando la ex presidenta, Cristina Fernández, les dijo a los empresarios que no se quejaran de los subsidios porque eran “sueldo indirecto”. Hoy, los que se quejaban padecen el aumento de los servicios, las prepagas, colegios privados, combustibles, seguros y peajes, todos servicios que no suben poco, tienen una nominalidad muy importante y, sobre todo, no le permiten a la clase media y media baja (la que mueve la rueda del consumo) usar excedentes para comprar alimentos y bebidas.
Para el sector supermercados, la recesión combinada con la liberación de precios explica lo que pasa con las ventas. Mientras tanto, el Gobierno vende que el ajuste fiscal y el ingreso de importados es el que corrigió los precios a la baja: la manteca uruguaya Conaprole se vende a 200 pesos más que la de La Serenísima, y el aceite de oliva y los fideos italianos son ampliamente más caros que los de Molinos. Un dato extra: tal es el golpe al consumo que La Serenísima puso su queso estrella, el cuartirolo, a menor precio que Verónica, la segunda marca y competidor.
El tarifazo y la pandemia en los lácteos
Lo curioso del escenario, también, es que en el retail entienden que “el consumo no se fue a ningún lado”. Es decir, ni en los barrios hay una reactivación. Fernando Savore, vicepresidente de la Federación de Almaceneros Bonaerenses, consideró que las ventas se sostienen al límite, pero se queja de un factor extra que pone en riesgo el negocio: el tarifazo de luz y gas. “Las facturas se fueron, en mi caso, de 97 mil pesos de luz a 237 mil. Y otros colegas pasaron de 120 a 400 mil. Es un aumento del 300 o 400 por ciento. El tema es quién lo puede pagar, porque hay que juntar más plata vendiendo lo mismo o menos”, detalló. Agregó el empresario que, en paralelo, “históricamente, cuanta más superficie tenes, más posibilidades de vender tenes, por exhibición y pasillos. Pero hoy, en función de las tarifas y caída de ventas, cambia la ecuación, cuanto más grande tenes el negocio más costo operativo tenes, por eso algunos piensan qué hacer con los locales”.
Para los híper, la energía en relación a las ventas también es un tema que se debate. Según contaron fuentes del sector a este diario, Bebidas -sacando textil y electro que están en rojo total- es el rubro que más se desplomó, con caídas arriba de 20 puntos en abril cuando el mes pasado mostró caídas del 30 Algo repuntó cervezas pero, según los productores, se debió al remate de mercadería con promos. Aguas y gaseosas sigue muy mal. Por otra parte, el caso de los lácteos es alarmante: la leche larga vida cayó casi un 20 por ciento en ventas en abril y la fluida, a un precio más barato, cerca de 10 puntos. Al día de hoy hay una diferencia de entre 300 y 500 pesos entre ambas. Los postres infantiles, en esa misma línea, también están de remate, con un precio por encima de los 1000 pesos, «ya no se venden casi nada». El desplome, en el rubro, está arriba de los 30 puntos, según los propios hipermercados. Algo similar, pero con unos puntos menos de caída, está pasando con los yogures.