Caídos los intentos de acordar con el FMI y organismos una inyección de 20 mil millones, Caputo se juega todo a abrirse a que blanqueen cualquier tipo de capitales. El increíble pedido “timbero” de Pazo al agro que no liquida y el puerto en Santa Fe que muestra por qué el régimen de fomento inversor es una trampa.
( por Leandro Renou ) Pisando ya la mitad del año, en sus primeros seis meses de gestión, el Gobierno de Javier Milei no logró capturar dólares genuinos ni no genuinos, lo que puso al ministro de Economía, Luis Caputo -un nyc del mesadinerismo y experto en conseguir divisas- en una carrera desesperada para conseguir «un dólar de cualquier color», tal describieron ante Página I12 dirigentes cercanos al funcionario. Ese «dólar de cualquier color» es hoy, para Caputo, dos cuestiones: garantizarle al Presidente que salgan, si o sí, el Régimen de Incentivo a la Inversión (RIGI) y, sobre todo, el blanqueo de capitales, con la menor cantidad de modificaciones posibles.
En los despachos de la Casa Rosada están al tanto de que el blanqueo está seriamente observado en el Senado, porque es una puerta abierta a delitos de todo tipo, pero sobre todo negocios de blanqueo del narcotráfico. Ha habido en las últimas horas emisarios libertarios que le contaron a Milei que se está complicando el apoyo al blanqueo y que son necesarias modificaciones. El tema está escalando casi más que el propio RIGI.
En Hacienda, cierran los ojos y le pegan fuerte al medio: «tienen que entrar divisas ya», aseguran. Es que el agro ya avisó que las liquidaciones de divisas de la cosecha gruesa no van a entrar «hasta que haya un mejor tipo de cambio», y el Fondo Monetario (FMI) les blanqueó a funcionarios de Hacienda que en las condiciones sociales del ajuste, que el propio Fondo banca, no está dispuesto a soltar entre 15 mil millones y 20 mil millones para equilibrar las cuentas del BCRA y permitirle al gobierno que abra el cepo cambiario. Más allá de la pirotécnia oficial de la recomposición de reservas, el organismo que comanda Kristalina Georgieva sabe que haciendo la cuenta del pago de importaciones pendientes, el saldo de dólares del Central se pone en negativo.
Los niveles de desesperación oficial hacen que hombres importantes del Palacio tengan gestos de urgencia ante sectores que tienen divisas. Hace unos días, el secretario de Industria y virtual viceministro de Economía, Juan Pazo, se reunió con dirigentes de la Mesa de Enlace, que le contaron que las bases no quieren vender. «Se equivocan, vendan y pásenlo a tasa», les dijo, en un consejo curioso para productores básicos.
El problema es que mientras eso pasa, hay dirigentes que le venden al Presidente una ficción: Marcos Pereda Born, vice de la Sociedad Rural y presidente del Consejo para el Comercio y la Producción (Cicyp), dijo que el tipo de cambio no está atrasado y que los productores van a vender. No se está viendo: el jueves último, el BCRA compró más de 250 millones de dólares y muchos creyeron que había entrado la plata del campo. Sólo 150 millones eran de liquidaciones de los sojeros, que vienen hace ritmo a ese meses y ya deberían estar, a esta altura del año, trabajando con liquidaciones de al menos 300 millones diarios.
La trampa del RIGI
En ese escenario, no queda otra que el blanqueo, porque es inyección de dinero urgente y Milei no parece estar en condiciones de llevar adelante su tan autopromocionado rol de «especialista en crecimiento con y sin dinero». Los beneficios que otorga casi que fomentan una puerta a actividades delictuales. Se establece una alícuota «cero» para quienes declaren hasta 100.000 dólares, pero ese beneficio será para quienes se comprometan a no retirar esos fondos hasta 2026. Además, será el Gobierno quien defina a qué inversiones se tendrá que destinar lo blanqueado. Caputo también quería las privatizaciones para conseguir divisas, pero el listado de empresas quedó achicado a una mínima expresión.
Por su parte, el RIGI es visto por algunos funcionarios como una vía de desembolsos posibles, pero no sólo es una trampa porque destruye a las pymes locales, sino que tampoco inyecta dinero inmedito. Hay un caso que circula con fuerza en el Gobierno y que sirve como ejemplo: el del puerto de fertilizantes Timbúes Norte, Rosario, que quiere construir la empresa Terminales y Servicios S.A. Ese puerto está esperando el RIGI para inyectar, recién en tres años, casi 500 millones de dólares, un número que el agro puede liquidar en menos de dos días.
Además, en Argentina ya hay 22 puertos desde los cuales se exporta y nuclean todas las liquidaciones del año, por unos 35 mil millones de dólares actuales. Con el RIGI, el nuevo puerto de Timbúes pagaría retenciones cero por 30 años, mientras que el resto del sector pagaría 33 por ciento de derechos de exportación por la soja. Es decir, no sólo no inyectará dólares frescos en un tiempo inmediato, sino que le sacará ventajas competitivas de largo aliento a todo el resto del sector.