( Por Gastón Garriga )Cuando Cristina Fernández fue reemplazada en la Presidencia por Mauricio Macri, el hoy gobernador bonaerense empezó con sus primeras mateadas con vecinos, en el Parque Centenario porteño. Era una forma de emprender la iniciativa. CFK no utilizaba entonces la metáfora peronista del bastón de mariscal, según la que muchos y muchas dirigentes, y no una sola persona, deben hacerse cargo de la política, pero Axel Kiciloff tomó entonces un bastón como volvió a hacerlo los últimos días en La Plata. Siete años después, muchas cosas cambiaron, pero algunos elementos se repiten.
En un trabajo titulado “Lo que eres dice tanto de tí que lo que dices no se escucha”, el politólogo francés Jean Luc Parodi aborda la necesidad de la coherencia entre ambas esferas o, dicho de otro modo, los límites de lo que los politólogos llaman “posicionamiento”. Esto es, cómo quiero ser percibido, considerado o recordado por los electores.
El posicionamiento es una línea que une dos puntos, el de partida o diagnóstico y el final u objetivo. Obviamente, el posicionamiento no es una libre elección sino una decisión con múltiples condicionantes. Cuanto menor sea esa distancia, menos riesgo de que se vean los hilos o, cuando no hay autenticidad, que se descubra la impostación. El contraejemplo son los bailes de Facundo Manes en Tik Tok o los fonoaudiólogos que dedicaron años a sacarle a Macri la papa de la boca, tan de Barrio Parque.
¿Qué vemos en Axel Kicillof? Un tipo de clase media, de gustos simples, familiero, curioso e inquieto, intelectual y políticamente, quizás extrañamente transparente -su cara transmite todo lo que siente, tal vez a su pesar- para el lugar que ocupa. No necesita extras ni puestas en escena. El cariño que recibe en la calle es genuino.
¿Qué intenta mostrarnos? Más o menos eso- Es lo que ves. Tómalo o déjalo. Esa honestidad brutal, esa aspiración a prescindir de toda mediación es la que lo llevó a subirse al Clio de Carlos «Carli» Bianco, hoy su jefe de asesores en el gobierno provincial, cuando Kicillof era un diputado más del bloque peronista. Ya entonces, siguió su intuición y su ambición y se sometió al escrutinio directo de los bonaerenses incluso antes de que comenzara la campaña nacional del Frente de Todos. Funcionó en 2019. ¿Volverá a funcionar si es que, como él desea, será otra vez el candidato a gobernador en octubre?
El modelo 2023 no sería, ya, una promesa. Toda candidatura a una reelección implica el plebiscito de una gestión. Pero la gestión no se explica a sí misma, porque la realidad es polisémica. Admite muchos, muchísimos relatos. No alcanza con la política pública. Hay que contarla y hacerlo bien, tarea que empieza por el candidato principal pero no termina en él.
Esta versión de Kicillof narra una gestión que lleva tres años. “Si fuéramos un país, seríamos el cuarto del mundo en vacunación”, dijo en la plaza de La Plata. Una afirmación simple, breve, fácil de recordar y comparar. “En tres años, con dos de pandemia, hicimos el doble de escuelas que Vidal en cuatro”, repite últimamente. “Derecha o derechos”, sintetiza el clivaje de la próxima elección.
Recién iniciado el año electoral 2023, todavía hay puntos que contestar.. ¿Se hará cargo Kicillof de todo el peso de la campaña? ¿Qué lugar queda para otros candidatos o funcionarios que no tengan esas características?
“Hablen con sus vecinos, porque la red social más importante de la Argentina es la militancia”, afirma con frecuencia. ¿Con quién hablar? ¿Con todos? No alcanzarían ni el tiempo ni la energía. ¿Quizás empezar con los que no odian? ¿Con los que alguna vez han votado al peronismo, aunque no lo hagan siempre? Son fáciles de reconocer. Son familiares, amigos de infancia, vecinos y compañeros de trabajo de esos militantes, integran sus listas de contactos. ¿Cuándo hablar, de qué y cómo? Siempre, cada día un poquito, como la gota que horada la piedra, con paciencia y prudencia, porque en esta sociedad sobreconectada el sentido se produce por acumulación. Del primer metro cuadrado, de nuestra vida cotidiana, de cómo nos cambia la vida una escuela en el barrio o una paritaria arriba de la inflación.
Es un proceso de aprendizaje que siempre empieza por un punto crucial: ejercitar la escucha.