( Por Hedelberto López Blanch )Si los países de América Latina miraran más hacia el Sur y no se pensara tanto en el Norte, la integración económica de la región redundaría en un mayor beneficio para sus habitantes.
Los intercambios comerciales se abaratarían entre sus miembros, no dependerían tanto de las empresas transnacionales que en gran medida extraen enormes riquezas de la región y si ese camino se acompaña con adecuadas políticas sociales, disminuiría la alta desigualdad que impera en sus naciones y mejoraría el nivel de vida de la población.
Una gran oportunidad de avanzar en ese sentido es el resurgimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que en los últimos años ha estado fortaleciéndose en su lento andar.
Verdaderamente difícil ha sido avanzar debido a los constantes ataques de Washington para impedir la integración latinoamericana y caribeña para lo cual ha impuesto o recrudecido bloqueos económicos y financieros contra diversas naciones de la región; ha impulsado golpes de Estados o Parlamentarios para derrocar gobiernos progresistas; ha apoyado con abundante dinero y amplias campañas propagandisticas a las fuerzas más derechistas en varias naciones.
Contra viento y marea, la CELAC nació en diciembre de 2011 durante la III Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo y de la XXII Cumbre del Grupo de Río, cuando crecían en la región gobiernos progresistas: Lula en Brasil, Chávez en Venezuela, Kirchner y Cristina en Argentina, Evo en Bolivia, Correa en Ecuador y Bachelet en Chile. Cuba ya era desde 1959 un bastión de independencia y soberanía, y el Sandinismo, que de la mano de Daniel Ortega, había regresado al poder.
Para el 2013 se efectuó la Primera Cumbre en Santiago de Chile la cual no fue muy provechosa pues la presidía el neoliberal Sebastián Piñera quien apostaba porque solo fuera un foro para conversar y no una organización regional.
Durante la II Cumbre efectuada en 2014 en Cuba, el gobierno cubano y su presidente Raúl Castro insistieron en la necesidad de institucionalizar la CELAC y convertir a la región en una zona de paz, pero otra ola derechista en varios países (Mauricio Macri 2015 en Argentina, golpe parlamentario a Dilma Rousseff en Brasil 2016, traición en Ecuador de Lenin Moreno 2017 y ascenso ese mismo año de Donald Trump) detuvieron los avances del organismo.
De todas formas pero con muy poca fuerza, se efectuaron la III Cumbre en Costa Rica 2014; la IV en Ecuador 2016; la V en Republica Dominicana 2017 y no fue hasta la VI Cumbre celebrada en 2021 en el México de Andrés Manuel López Obrador que la CELAC volvió a tomar fuerzas.
Pese a la no asistencia de Colombia (gobernado por el proestadounidense Iván Duque) y el retiro de Brasil como miembro decidido por el ultraderechista Jair Bolsonaro, en México se logró consenso en una diversidad de temas, como un orden internacional más justo, la consolidación de la democracia, el fortalecimiento de la educación y de la igualdad de género, la lucha contra la corrupción y la pobreza, el respeto a los derechos humanos.
Asimismo, trazó objetivos futuros con vistas a convertirse en el principal instrumento de cooperación e integración regional y se creó un fondo de 15 millones de dólares para enfrentar el cambio climático, que aunque pequeño es el único establecido hasta el momento en América Latina.
Durante el año de presidencia, antes de efectuarse en Argentina la VII Cumbre, el gobierno de esa nación desarrolló un trabajo destacado y sobre todo quedó demostrada, durante la pandemia de covid-19, la relevancia de la solidaridad entre las naciones del bloque y la importancia de la CELAC como mecanismo de diálogo y concertación política.
El primer triunfo de la Cumbre fue la reintegración de Brasil al grupo con la presencia de Luiz Inacio Lula da Silva, y en sus debates primó la convocatoria indispensable a la integración económica, social y cultural de Latinoamericana y el Caribe, sustentada en una profunda vocación de independencia.
Los 33 miembros de la CELAC cuentan con una población de 650 millones de habitantes, un Producto Interno Bruto (PIB) conjunto de 7 billones de dólares y representa la mayor zona productora de alimentos en el mundo y la tercera generadora de electricidad en el orbe.
Pero además de las amenazas y acciones desestabilizadoras lanzadas constantemente desde Washington para tratar de ejercer su dominio en la región, también existen otros grandes desafíos como es el injusto orden económico internacional y la inmensa deuda externa que los ahoga.
Un reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) indicó que la deuda total de América Latina y el Caribe aumentó a 5,8 billones de dólares. En 2008 era de 3 billones, mientras que la deuda pública en particular pasó de representar el 58 % en 2019 al 72 % en 2020 debido a paquetes fiscales relacionados con la Covid, lo que motivó menores ingresos y síntomas de recesión.
Mucha visión tuvo el presidente cubano durante su discurso en la VII Cumbre cuando alertó: “Es perentorio encontrar soluciones justas al problema de la desuda externa e imprescindible exigir el cese de las medidas coercitivas, unilaterales y los bloqueos ilegales”.
Por eso y por otros muchos motivos se hace necesario mirar más hacia el Sur en busca de una verdadera y soberana integración latinoamericana y caribeña.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
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