( Por Juan José Panno/ Página 12 ) Pelé era tan zurdo como derecho, cabeceaba bien con los dos parietales y con el frontal, disfrutaba le gol y del pase, tiraba paredes con los compañeros y con los contrarios a los que usaba para que la pelota les rebotara, era fuerte, atlético, se elevaba más que jugadores que le llevaban varios centímetros y resolvía en el aire. A veces participaba mucho del juego como un número 10 clásico y a veces parecía desentenderse de todo y de pronto explotaba como centrodelantero en las redes contrarias. Tenía todo.
Pelé se bancaba los trancazos y las patadas y en una época en la que los árbitros no protegían a los habilidosos él se defendía con mucha malicia. A plancha, plancha y media.
Hay datos incomprobables o manipulados como los de la cantidad de goles que marcó en su carrera y en los que se incluyen las giras de Santos a la manera de los Harlem Globetrotters, pero hay datos reales incontrastables: ganó tres mundiales y el primero de ellos cuando apenas tenía 17 años. También son terminantes las definiciones y los testimonios de los que fueron sus compañeros. Los brasileños que exigieron que lo pusieran en el Mundial del 58. “ Si queremos ganar la Copa tiene que jugar el chico”, planteaban. César Luis Menotti compartió vestuarios y entrenamientos y aseguraba que en las prácticas iba al arco y no usaba las manos, sacaba la pelota de chilena o de palomita.
“Pelé era sobrenatural”, declaró más de una vez Menotti a quien no le alcanzaban los calificativos conocidos para contar cómo jugaba y recurría a múltiples anécdotas sobre cosas que hacía dentro de la cancha.
Murió Pelé, a quien nadie podrá bajar del podio de los mejores de la historia. Todos los homenajes que se le hagan en estos días en Brasil y en todo el Mundo quedarán cortos.
Gracias por el fútbol, O Rei.