La nueva (nueva) comunicación. Kissinger: Europa, sin estadistas. Lavrov: Juegos peligrosos. Putin: La nueva era. La puerta siria. El mar Negro. China y los Estados Unidos. Bilderberg: Sus objetivos. Argentina y el Mercosur. Niebla.
Por Gabriel Fernández *
COMUNICACIÓN, LA ETAPA MÁS RECIENTE. Mientras los medios concentrados y su expansión sobre las redes sociales se caracterizan por un alineamiento estricto que desplaza la información en beneficio de la opinión, su capacidad de vertebrar disminuye debido a la personalización de los cauces noticiosos. La segmentación comunicacional impide o dificulta el establecimiento de un puñado de temáticas trascendentes como ejes, pues una parte cada vez más grande de la población se informa mediante los links que le van llegando a sus teléfonos móviles. Como puede entenderse, esta nueva situación, plasmada apenas en el lustro reciente, tiene varios perfiles y alterna derivaciones positivas con otras, preocupantes.
Las conversaciones al respecto en el Area Periodística de nuestra emisora, el conocimiento de las más recientes modalidades informativas a través de los muy jóvenes que se aproximan al aprendizaje del oficio periodístico, la escucha de conversaciones públicas abiertas, la observación detallada de las redes y el intercambio con colegas y militantes interesados en la cuestión nos permiten arribar al esbozo de primeras consideraciones que en algunos años más quizás se transformen en conclusiones. Es preciso saber eso para no aventurar definiciones tajantes y, sobre todo, proclives al juzgamiento de las nuevas tecnologías y de las generaciones que nacieron utilizándolas de modo natural.
Las grandes campañas “recientes” en el ámbito local –inseguridad, corrupción- y en el plano mundial –demonización de Irán, China y Rusia en períodos alternados- marcaron un primer tramo del nuevo tiempo. Básicamente los grandes medios abandonaron toda pretensión de objetividad y se lanzaron a publicar aseveraciones de tono moral, en busca de generar enojo en lectores – oyentes – espectadores sin contar con elementos concretos.
De nada servía, durante la primera, que se mostraran indicadores de seguridad progresivos como los que se registraron entre 2004 y 2005 en comparación con el tramo 2000 – 2003 y con el resto de América. Por entonces se reiteraron coberturas de robos y delitos en los informativos como bombardeo, al punto de aterrorizar a la población y hacerle sentir que resultaba imposible transitar las calles; esa abrumadora catarata obtuvo otro resultado: el de presentar a los medios que no se hacían eco de la misma como negadores de la realidad. Paritarias y salarios, deuda externa, secuelas del corralito, mejora del nivel de empleo, parecían rarezas propias de un “relato” ajeno a la “realidad”.
Luego, entre el 2013 y el 2016 al menos, la arrasadora oleada de presuntos hechos de corrupción se instaló con energía. En el 2014 la Argentina alcanzó el tope de nivel de vida en el mundo, con otras pocas naciones. El volumen creciente de las “denuncias” se extendió y logró un efecto similar que arrastró a quienes ya tenían prejuicios hacia el peronismo pero también a numerosos militantes nacional populares que salieron a proclamar el “no lo podés negar” como una forma de autocrítica pese a estar asentada en suposiciones y rumores. El periodismo de guerra fue decisivo en la instalación de títulos breves y contundentes que cautivaron a buena parte del público.
En el orden internacional, el empleo de términos como populismo, autocracia, dictadura, sin más fundamento que el parecer del emisor, más la exposición de noticias negativas irrelevantes sin contraponerlas siquiera a los indicadores de crecimiento, gestó una opinión pública predispuesta a aceptar las injusticias y los traspiés de Occidente como un bien en comparación con la situación de muchos países emergentes. Así, se enfocó un cuadro de situación semejante al de unas tres décadas atrás para identificar el presente, con la intención de diluir ejemplos de desarrollo alterno y re posicionar al alicaído centro tradicional como poder persistente.
Las redes se fueron instalando de modo masivo, con los mismos conceptos que diseñaban los medios concentrados. Pero en el cruce de ambos sucesos comunicacionales fue naciendo otra instancia. La posibilidad clara y al mismo tiempo cómoda, asequible, de visualizar sólo las “noticias” que atrapan al lector – oyente – espectador. También, debido a la dinámica interactiva de las mismas, el receptor se fue convirtiendo aceleradamente en emisor… de más versiones, acusaciones e ironías que contribuían a forjar un clima anti político y muy precisamente anti político popular. Si se indaga con detenimiento, podrá percibirse que los países en creciente son mostrados como corruptos, violentos, tiránicos, mientras los que se derrumban ante la hegemonía del capital financiero aparecen democráticos, pacifistas, liberales.
Pero hay un dato filoso que complicó un poco más ese panorama. En los dos años recientes, aproximadamente, los ejes empezaron a devaluarse. Eso se percibe en los hashtags: cada vez más personas se involucran exclusivamente en lo que les interesa y así pasan de escándalo en escándalo –entre políticos, futbolistas, faranduleros, etc- sin tomar en cuenta las temáticas que históricamente el periodismo y la opinión pública, de común acuerdo pero con conclusiones diversas, coincidían en evaluar como trascendentes. Las denuncias altisonantes y las peleas explosivas siempre absorbieron consumidores pero hasta hace un tiempo ellos tenían que atisbar, aunque más no fuera de soslayo, productos que incluían los asuntos políticos nacionales e internacionales de cierta relevancia. Ya no.
Los más jóvenes no ven televisión y rara vez escuchan radio en vivo. Buscan en YouTube o en RadioCut algunos pasajes que los atrapan y poco más. Eso focaliza su atención, lo cual los convierte en ciudadanos desinformados, pero al mismo tiempo se van inmunizando ante las campañas de los grandes medios, en sí mismos y también en su derivación sobre las redes. Esto no es malo o bueno: es un desafío para medios y periodistas que bregan por insertar contenidos genuinos, con información certera y análisis de fondo. Un desafío formal, pero también vinculado a esas elaboraciones. Quizás pueda apuntarse, mientras se piensa en el lógico qué hacer, que un error significativo sería abandonar tales parámetros en busca de simplificaciones que dañen dos elementos irreemplazables: veracidad y profundidad.
Desde hace rato que insistimos en el valor de la formación y la investigación para el despliegue del oficio. No es apenas un deber ser. Cuando un trabajador de prensa emite, el receptor de variado perfil siente – percibe el volumen (a veces llamado background) que contiene su decir, escrito o verbal. Esto es así en los materiales que editorializan pero también en los ultra sintéticos, destinados a la transmisión de conceptos densos en pocas líneas o escasos minutos de aire. Como contracara, si el acopio de datos es escueto o su selección oblicua, aunque la emisión resulte breve el vacío la entornará y la absorción será relativa y fugaz. Si esta realidad era cierta en tiempos previos –los llamados “breves” o “pirulos” en una redacción resultaron preludios del twitt- no hay razón para que deje de serlo en la actualidad. Claro que esa emisión debe estar acompañada por otro factor aún más etéreo pero de vigor innegable: la conciencia del periodista acerca del lugar social y geográfico desde el cual emite.
KISSINGER. SIN ESTADISTAS. En una edición esmerada de nuestras Fuentes, nos referimos a los dos grandes estrategas que comandaron la política exterior norteamericana; comparamos sus planteos y analizamos decrepitudes y vigencias en su interior. Ahora, volvamos a Henry Kissinger. Leamos despacio. El ex secretario de Estado de los Estados Unidos, cuestionó a los políticos europeos actuales: señaló que no tienen puntos de referencia y no entienden cuáles son sus verdaderas tareas. Puntualizó que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el canciller de Alemania, Olaf Scholz, a diferencia de líderes anteriores, no comprenden cuál es su misión.
En diálogo con Bloomberg, la semana pasada, recurrió a ejemplos significativos para enrostrar. Realzó al ex canciller alemán Konrad Adenauer, así como al ex presidente francés Charles de Gaulle; precisó que ellos sí se daban cuenta de su misión y cumplían su papel.
Ahí nomás la emprendió contra Joseph Biden y su administración: “se ha dejado influir demasiado por los aspectos internos de la visión de China”. Explicó que “Por supuesto, es importante evitar la hegemonía china o de cualquier otro país”, pero “eso no es algo que se pueda conseguir con enfrentamientos interminables”. Kissinger reiteró su aserto previo, describiendo que no existe un líder “trascendente” en la escena mundial que responda a las necesidades de la época. “Doloroso”, definió lacónicamente.
Como si esas breves observaciones no fueran de extraordinario valor (lugar geo estratégico, volumen y sentido de la acción, registro del panorama) brindó un trazo genial: “Sin duda, me preocupa que el liderazgo no surja, en parte porque la naturaleza de la información ha cambiado tanto, que el impacto diario de los acontecimientos invalida la reflexión sobre su significado”. Con ese raft dejó en claro la gravedad del disciplinamiento de dirigencias políticas que están al frente de Estados necesitados de producción y comercio al belicismo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que absorbe recursos y quiebra vínculos convenientes.
LAVROV. JUEGOS PELIGROSOS. Acerquémonos entonces a un estratega que labora codo a codo con un estadista. Se trata del ministro de Relaciones Exteriores de la Federación de Rusia, Serguéi Lavrov. Casi como un acápite destinado a la fundamentación del Yo Acuso de Kissinger, explicó que estadounidenses y británicos extienden la guerra en Ucrania porque “están lejos” y “la Unión Europea asume el 40 por ciento de los daños económicos derivados de las sanciones”. A su entender, “no cabe duda de que a los ucranianos no les permitirán seguir con las negociaciones hasta que los estadounidenses decidan que ya han hecho un alboroto y han sembrado suficiente caos y ahora se les puede dejar solos”.
La charla también se concretó en los días recientes y tuvo como interlocutora a la periodista de origen armenio Margarita Simonián, redactora jefa de Russia Today. El objetivo del bloque anglosajón, dijo Lavrov, es “volver a Europa contra Rusia”. Como las guerras poseen un comienzo detectable pero un final incierto, añadió que el actual alcance geográfico del operativo ruso ya es diferente al que estaba sobre la mesa durante la ronda negociadora celebrada entre las delegaciones ucraniana y rusa en Estambul (Turquía) en marzo pasado.
“Ahora la geografía es otra. No se trata solo de la República Popular de Donetsk y de Lugansk, sino también la provincia de Jerson y de Zaporozhie y algunos otros territorios, y este proceso continúa de forma constante y persistente”.
En línea, informó que la reorientación se debe a que Occidente, “con ira impotente”, sigue llenando Ucrania con armas de cada vez más largo alcance: “Los objetivos geográficos se alejarán de la línea actual más allá”. Entonces, “no podemos permitir que en la parte ucraniana que va a controlar el presidente Vladímir Zelenski o alguien, quien lo releve, se esté desplegado un armamento que represente una amenaza directa para nuestro territorio y el de las repúblicas que declararon su independencia y quieren determinar su futuro”.
Aunque se permitió advertir a Washington que ”está jugando juegos peligrosos”, enseguida levantó el pie del acelerador y aclaró que Rusia sigue comprometida con el principio de que en una guerra nuclear no puede haber un ganador y que nunca debe librarse. Además, precisó que Moscú tiene su propia doctrina, “bien conocida” por los países occidentales, que expone claramente en qué casos Rusia se vería obligada a emplear armas nucleares.
(El tema de las armas nucleares volvió a invadir los pensamientos de este periodista. Por eso se lanzó a consultar las condiciones rusas para su eventual utilización. Según el portavoz del Kremlin Dmitry Peskov, su país sólo usará atómicas si se enfrenta a una “amenaza existencial”. A ver. “Tenemos una doctrina de seguridad interior, y es pública: Si es una amenaza existencial para nuestro país, entonces puede usarse de acuerdo con nuestra doctrina”. La consideración no tranquiliza, pues los adversarios que se ha ganado la Federación incluyen, dentro de sus hipótesis, lanzar misiles sobre el gran Oso.)
Al ingresar en la cuestión económica, mostró serenidad sobre el desarrollo de las sanciones impuestas desde Occidente. Indicó que Moscú será capaz de reorientar sus suministros energéticos sin graves repercusiones si Europa decide renunciar al gas y el petróleo del país. “Si lo hacen, no tendremos ningún problema en particular. El presidente Vladímir Putin dijo respecto al gasoducto Nord Stream 2 que siempre estamos dispuestos a ponerlo en marcha”. Recordó que el 50 % de los volúmenes inicialmente previstos para ese gasoducto ya están reservados para satisfacer las necesidades internas del país. “Nos reorientaremos sin grandes pérdidas, no tengo ninguna duda, tenemos compradores, tenemos demanda”, destacó.
Por eso remarcó que la ruptura de los vínculos con Rusia y la apuesta por el gas licuado estadounidense no puede contribuir a los intereses europeos. Frente a esto evaluó que su país debe adoptar una actitud “indiferente” pues si bien “no podemos alegrarnos de que la gente en Europa se congele, viva mal”, está lejos de su competencia la decisión de los políticos europeos de “deshacerse de los vínculos naturales y ventajosos en el ámbito energético”.
PUTIN. LA NUEVA ERA. Volvamos sobre una exposición significativa. Encargado de hacer coincidir la acción política con los intereses estratégicos más profundos de su nación, Vladimir Putin aprovechó el denso ambiente conceptual para tomar la fusta y arremeter por los palos, con gran estilo. “Inicia una nueva era, una nueva etapa en la historia del mundo y solo los Estados verdaderamente soberanos pueden garantizar altas tasas de crecimiento, convertirse en un ejemplo para los demás en cuanto a normas y calidad de vida, protección de los valores tradicionales y altos ideales humanistas, modelos de desarrollo en los que el hombre no se convierte en un medio sino en el objetivo más elevado”. Lo dijo en la sesión plenaria del Foro de la Agencia de Iniciativas Estratégicas.
El mandatario ruso observó que Occidente no puede ofrecer su modelo de futuro mientras que hoy se está formando una alternativa al mundo unipolar existente, un orden mundial más justo y socialmente orientado. “Da la impresión de que Occidente no puede ofrecer al mundo su modelo de futuro. Necesitamos ideas fuertes para nuevos tiempos”, subrayó. Consideró también que la dependencia de las tecnologías de otros países se convierte en una subordinación con la que hay que acabar. “El hecho de que se fueran [compañías extranjeras] nos hace finalmente poner manos a la obra, porque apoyarnos en tecnología extranjera todo el tiempo es sumergirnos en la dependencia, en esa dependencia humillante y muy peligrosa, porque se expande gradualmente y pasa de una esfera a otra, incluidas las áreas muy críticas relacionadas con la tecnología militar”.
Como verá, lector, no se ahorró el filo, el contrafilo ni la punta. Luego, evaluó que el modelo del dominio total de una minoría de países es injusta y señaló los “tremendos cambios” que se están produciendo en el mundo y que son irreversibles. “Por supuesto, el llamado Gold Billion llegó a ser de oro no de casualidad. Logró muchas cosas, pero llegó a estar dónde está no solo gracias a la realización de sus ideas, sino en gran medida porque ha robado a otros pueblos tanto de Asia como de África”, expresó. A continuación, sostuvo que “se están elaborando los fundamentos, los principios de un orden mundial armonioso y más justo, socialmente orientado y seguro, una alternativa al orden mundial existente, o podríamos decir, unipolar que ha existido hasta ahora, que por su naturaleza se está convirtiendo ciertamente en un freno para el desarrollo de la civilización”.
LA PUERTA SIRIA. Más allá del decir, es preciso el hacer. Y se despliega en el mismo sentido. El martes pasado Rusia, Turquía e Irán acordaron articular para “eliminar terroristas” en Siria y “hacer avanzar” un acuerdo para la exportación de trigo y maíz en Ucrania, después de que sus respectivos presidentes se reunieran en Teherán. Las tres naciones “reafirmaron la determinación de continuar con su cooperación actual con el fin de eliminar a los individuos, grupos, proyectos y entidades terroristas, y garantizar la protección de los civiles de acuerdo con el derecho internacional humanitario”. Lo hicieron público a través de un comunicado conjunto.
También expresaron su “oposición a la incautación y transferencia ilegal de los ingresos del petróleo que deberían pertenecer a Siria”, así como a los intentos de crear “nuevas realidades sobre el terreno con el pretexto de combatir el terrorismo, incluidas las ilegítimas iniciativas de autogobierno y las agendas separatistas”. Se empieza a poner fin al litigio suscitado a raíz de los respaldos cruzados de los protagonistas del cónclave sobre los núcleos ilegales y el gobierno constitucional que conduce Bashar Al-Assad, clave para la resolución de la situación en Medio Oriente.
Las conversaciones del presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, en Teherán, con sus pares de Irán, Ebrahim Raisi, y Turquía, Recep Tayyip Erdogan, abordaron las perspectivas sirias pero también en la guerra de Ucrania y su impacto en la economía mundial. Esto tuvo rápida derivación, como veremos ahora.
EL MAR NEGRO. Algunos avances fueron más lejos que nuestros anuncios en ediciones anteriores. Ucrania y Rusia firmaron el viernes de la semana que agoniza en Estambul dos acuerdos separados con Turquía y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la exportación de cereales y productos agrícolas a través del mar Negro. Los barcos cruzarán el mar Negro en una ruta diseñada para alcanzar el estrecho del Bósforo; se establecerá un centro de coordinación conjunto en Estambul que incluye representantes de la ONU, Ucrania, Rusia y Turquía.
Este centro será el encargado de examinar las naves que ingresen a Ucrania para garantizar que no lleven armas o material de combate. De igual modo, Kiev y Moscú se comprometieron a suspender cualquier ataque contra los barcos o los puertos que participen en estas exportaciones. Personal de Turquía y de la ONU estará en los puertos ucranianos para confirmar la seguridad en las zonas protegidas por el acuerdo. Hasta Ucrania deja de lado las sanciones impuestas por la OTAN ¡para respaldar a Ucrania!
CHINA Y LOS ESTADOS UNIDOS. Desde hace años que los analistas económicos internacionales se preguntan si, en algún momento, la República Popular China se decidirá a vaciar o debilitar el sistema monetario norteamericano. Se lo preguntan porque saben que el coloso asiático tiene las herramientas. Bueno, aunque nadie lo puso de relieve, este cronista supone que la noticia en esa dirección debería resultar de interés para el lector: En mayo del año en curso, la participación de China se redujo hasta los 980.800 millones de dólares, según datos del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. La cifra cayó por debajo del billón de dólares por primera vez desde 2010.
La mayor participación en la deuda nacional estadounidense sigue correspondiendo a Japón, con más de 1,2 billones de dólares, mientras que el Reino Unido, Suiza y las Islas Caimán siguen a China con participaciones de 634.000 millones, 294.100 millones y 293.200 millones de dólares, respectivamente. En total, la deuda del país norteamericano asciende a unos 30,5 billones de dólares, un aumento de casi un billón desde finales de 2021 cuando se situaba por debajo de los 30 billones de dólares, siempre tomando en cuenta la información suministrada por Departamento indicado. La participación de China en la deuda estadounidense está en su nivel más bajo en 12 años y los expertos en finanzas advierten que la reducción drástica, impulsada por los temores a más sanciones de Washington contra Rusia, está lejos de acabar. Todo esto tiene su lógica. Asómese, lector.
BILDERBERG. Hace tres semanas se reunió el famoso pero desconocido Grupo Bilderberg en Washington. Para abordar la nada difundida agenda del encuentro es pertinente, primero, realizar algunas aclaraciones. En principio, dos asertos filosóficos: Todos creemos no haber sido invitados a una fiesta que no existe, y Cuando se corre el telón descubrimos que detrás no hay nada. Luego, a los bifes: las grandes corporaciones financieras conducen y monitorean Bilderberg, y también Davos. Lo hacen enlazadas con los Estados que han sido cooptados y trajinan en su beneficio. No hay iluminados, marcianos ni jefes satánicos. Son las grandes empresas que, coaligadas, han gobernado por más de cuatro décadas.
Los representantes allí presentes lo hicieron en nombre del Pentágono y las agencias de seguridad norteamericanas e inglesa, de la OTAN, del Banco de Inglaterra, de multinacionales que administran fondos de inversión, de un estrecho puñado de bancos privados, laboratorios y algunos medios de comunicación, así como un núcleo muy reducido de estrategas. Varios de los grandes orientadores siguieron las deliberaciones por vía remota y metieron baza de modo irregular.
Entre los temas abordados se destacan una eventual guerra nuclear, la acción de la OTAN y los desafíos de Rusia y China, las finanzas internacionales, el comercio internacional, la salud en el orden global.
Los objetivos trazados incluyen el desmembramiento de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN) debido a su inocultable vuelco sobre el bloque euroasiático, la continuidad de los intentos de fractura de la amistad entre el Dragón y el Oso, promover dificultades energéticas para el crecimiento chino, obstaculizar la Iniciativa de la Franja y la Ruta, apurar los adelantos científico técnicos de Occidente ante el evidente desajuste, extremar el diálogo con China para que no se retire de la economía norteamericana (ver acápite previo), involucrar más protagonistas en el litigio ucraniano, presentar alternativas para las naciones que se suman a la atractiva Asociación Económica Integral Regional (RCEP), elaborar un “reseteado” para el Fondo Monetario Internacional, desmontar mediante vínculos bilaterales los intentos de generar moneda e inversiones alternativas –el ejemplo ruso prendió-, seguir intentando gestar conflictos internos en naciones de Asia Central. Fue especialmente consultado Henry Kissinger.
Hasta aquí los puntos a los que tuvo acceso este periodista. Seguro hubo más y varios de ellos cercanos a las preocupaciones suramericanas, pero como no los conocemos no los hipotetizamos. No hay un solo aspecto de la reunión que resulte desconocido para las autoridades de China y por tanto, de Rusia, lo cual también habla de las dificultades occidentales para operar en bloque.
ARGENTINA Y EL MERCOSUR. Es preciso virar los binoculares para acercarse a nuestra región. Por estos pagos también se concretaron jornadas intensas que siguieron re posicionando la política exterior argentina e involucraron de modo indirecto al conjunto del subcontinente. Por varios motivos. Básicamente cabe destacar la afirmación del Mercosur en sí mismo; luego la precisión sobre esa afirmación en busca del fortalecimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). También el planteo de seguir adelante sin límite de tiempo.
El corcoveo de Uruguay viene bien aunque surja de su peor perfil: obliga a la Argentina y el Brasil a tener una política contenedora de las economías de menor volumen. Nuestro país no ha sido comprensivo de las dificultades orientales y ellos responden con gestos inadecuados, pero que evidencian un malestar genuino. Si, como indicamos en las Fuentes Seguras más recientes, se va avanzar hacia un Banco del Sur, y si la tríada Argentina – Brasil – Mexico será motor de la Celac, resultará imprescindible tomar los recaudos necesarios para incluir a quienes poseen diferencias estructurales apreciables. Por ahora, es precisamente ese desajuste el que impide la configuración de una moneda regional, que quedará para bastante más adelante.
Este periodista piensa que en la acción externa albiceleste, que abarca esta zona trascendente del planeta y en específico el Sur, radica una parte del sentido de la andanada opositora local. No deja de ser curiosa cierta incomprensión del proceso en marcha puertas adentro. La unidad del Sur es la pesadilla del Norte. Todo intento de confluencia regional será objetado por las fuerzas de la anti nación. Ese es uno de los factores que impulsa esta ofensiva sobre una gestión que, tras salir de la recesión en plena pandemia, intenta con aciertos y varios errores, promover un crecimiento industrial en compañía de los países vecinos. Esos estados de las Provincias Unidas.
NIEBLA. Es probable que algunos amigos devanen sus sesos intentando averiguar cuáles son las Fuentes Seguras que durante la elaboración de la presente entrega se han desplegado en todo su esplendor. No lo conseguirán. Sólo podemos apuntar que tienen vínculo con las que prodigaron información certera en aquella edición titulada Las reuniones y los acuerdos que evidencian la tensión mundial.
Mientras tanto, la neblina cae sobre la Ciudad como un manto que opaca y difumina. En verdad, resulta bellísima esta Capital Federal con imagen rasgada como si un pintor enérgico intentara transmitir su furia contenida. Resulta penoso que el fenómeno climático se imbrique con las lecturas políticas difundidas a diario. Tal vez sea necesario releer el comienzo, destinado a la comunicación segmentada. ¿Ese es el hilván de esta nota? Resuelva usted el interrogante, lector.
Ha escrito W.G. Sebald: “Si se puede considerar al idioma como una antigua ciudad, como un laberinto de calles y plazas, con distritos que se remontan muy atrás en el tiempo, con barrios demolidos, saneados y reconstruidos, y con suburbios que se extienden cada vez más hacia el campo, yo parecía alguien que, por una larga ausencia, no se orienta ya en esa aglomeración, que no sabe ya para qué sirve una parada de autobús, qué es un patio trasero, un cruce de calles, un bulevar o un puente. Toda la estructura del idioma, el orden sintáctico de las distintas partes, la puntuación, las conjunciones y, en definitiva, hasta los nombres de las cosas corrientes, todo estaba envuelto en una niebla impenetrable”.
Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
Fuente: Radio Gráfica