La reacción de la cúspide financiera al desarrollo multipolar. Los engaños argumentales. El reseteo en busca de la primarización y financiarización del planeta. Se avecinan nuevas tempestades.
Por Gabriel Fernández *
Aunque la salvaje aceleración de la vida política nacional tienda a convertir en imágenes borrosas episodios muy recientes, vale detener la película por un instante para abordar aspectos de relevancia mundial con vínculo local. Cabe indicarlo de un trazo: la debacle de la presidencia de Javier Milei se puede generar por la acción del movimiento obrero argentino y por las consecuencias del deterioro económico inducido, pero no por algunos de los ejes más cuestionados de su ya afamado discurso en Davos. No hay aliados de los pueblos allí.
LAS TRAMPAS. Si por un lado desde estas páginas se apuntó que el padre de Conan sirve a los intereses del capital financiero al ocupar el borde del ariete, abriendo camino a la tolerancia para otros mandatarios tan nocivos como él pero estilísticamente más moderados (Olaf Sholz, Emmanuel Macron, entre tantos), por otro resulta pertinente subrayar que algunas menciones que desacatan las imposiciones de ese mismo espacio, sientan bien, confunden, fuerzan silencios. Todo a un tiempo.
Sin olvidar por un instante que el presidente argentino es el peor de todos y que la continuidad de su gestión puede derivar en la disolución del gran país del Sur, vale puntuar que sus observaciones sobre el cambio climático y el feminismo radical cautivan a millones en el planeta debido a la saturación, asentada en falacias, de las campañas globales. Este periodista lo apuntó en Terraformar la Tierra: el ser humano es parte del planeta y sus elaboraciones científico técnicas merecen ser utilizadas en beneficio colectivo.
La idea de que las personas son dañinas para el ambiente supone una visión argumentalmente insostenible, pero abrumadora en su reiteración, que deja de lado la verdadera proporción de territorio empleado para la vida de esta especie. Y obvia que muchas políticas proclamadas ecológicas son diseños empresariales destinados a obtener subsidios estatales para sus cofres. Eso lo develaron hace tiempo los vulcanólogos, cuando señalaron sin vacilar que la presión sobre el cuidado de la capa de ozono no era más que la instalación de una “necesidad” de canalizar inversiones para la reconversión de los grandes laboratorios.
Desde entonces, la acción se ha perfeccionado hasta el infinito, en compañía de imágenes que enfocan suelos quebrados, aguas contaminadas, pingüinos empetrolados, en reemplazo de informes serios sobre el proceso de calentamiento genuino del planeta, en marcha. Así, quedan fuera de juego, como conspiradores y negacionistas, los mejores analistas del presente, como Benjamín Bratton entre tantos, que apuntalan la idea de una solución ambiental profunda mediante la anulación del neoliberalismo y el control de los estados en base a la utilización de los más imponentes avances científico técnicos desplegados por el hombre.
Como en todo, Milei adopta el sentido inverso y proclama que la salida debe quedar en manos de las corporaciones, cuando ellas son el origen de la dificultad artificial. Debido a que la base de su planteo golpea el diagnóstico equívoco difundido a nivel universal, el eje de su propuesta parece válido cuando en verdad impulsa la destrucción de las únicas instituciones que pueden orientar -y financiar- el conocimiento en beneficio planetario. En el fondo, subyace un debate filosófico intenso y, en cierto punto, decisivo, sobre el rol del ser humano en la Tierra. Milei coopera con el esquema rentístico que puede aniquilar el globo, y coincide con las mega empresas en las políticas a seguir.
En cuanto al feminismo radicalizado, el sendero no es tan diferente. Desde el emerger del MeToo, aquí denominado oleada verde, se impuso una ruptura jurídica gravísima que equiparó una imputación con una condena. Es decir, en base al Yo Te Creo quedó instalada la inversión del derecho a la inocencia hasta que se compruebe la autoría de un crimen. En una suerte de gatillo fácil justificado por la presunción de culpabilidad, la sola acusación empezó a bastar para que el implicado pierda su trabajo, sea repudiado socialmente, resulte encarcelado y, en no pocas ocasiones, termine linchado.
De tal modo se logró anular, cancelar, en distintos flancos, a personalidades que planteaban incomodidades para la agenda unipolar. Esto se visualizó con claridad en funcionarios económicos, dirigentes políticos, escritores, actores, periodistas: pocos “investigadores” se preocuparon por averiguar qué planteos venían realizando aquellos que fueron acusados -y condenados al instante- sobre los más variados temas globales. Hasta pasó desapercibido el golpe de Estado en pantalla sobre la serie House of Cards, justo cuando el personaje interpretado por Kevin Spacey lanzaba planes sociales para contener el desempleo en unos Estados Unidos reconfigurados.
En sintonía, la concepción de género, desbocada, equiparó un piropo a la violencia, una invitación a un sometimiento, una discusión a una agresión. Se devaluó la violación, delito grave, y el asesinato, el más flagrante, al compararlos con gestos machistas y reflexiones al vuelo sobre la diferencia entre los sexos. Como colofón, se agredió el idioma castellano -forjado y actualizado por los pueblos en las calles, en la literatura, en el periodismo, mujeres incluidas- a través del desconocimiento del epiceno y de la inserción de letras que en vez de integrar convertían en ininteligible la comunicación horizontal.
Todo esto promovido desde un gran empresariado con numerosos miembros de proceder violento, consumidor de sustancias sin contralor legal, de prostitución protegida por sus propias áreas de seguridad y -jamás admitido-, de prostitución infantil. Lo cual no lo priva de operar continuamente en la absorción de recursos sociales en dirección a sus arcas y de fomentar el belicismo a través del control de organizaciones de mercenarios y del complejo militar industrial dirigido por ellos a través de su penetración en estados desterritorializados.
Desde ya que Milei solo mencionó la superficie del problema, pero eso bastó para que muchos, que perciben la disonancia entre las campañas y la realidad, se sintieran identificados con ese trazo. Y claro también que derivó en un nuevo respaldo a las corporaciones señalando que el Estado es el problema y que los empresarios son héroes de nuestro tiempo. La combinación de operaciones ante la opinión pública y la difusión de falsas soluciones deriva en el quiebre interno de sociedades que son lanzadas a discutir sobre ejes y concepciones falsas en lugar de aunar esfuerzos para combatir violencias e injusticias que sí padecen, sobre todo las mujeres.
La falta de valentía de la dirigencia popular en Occidente ha llevado a la admisión de los factores impuestos. Cuando se necesita certeza estadística y sobriedad analítica para entender qué sucede realmente con el ambiente y cuáles son los derechos que cabe sostener, se viene adecuando al discurso globalista y lo repite sin ahondar en su sentido. Afuera, la vida respira con energía. Mucha gente, comprende.
DIGRESIÒN. Tras el éxito de la obra Eros y Civilización, Herbert Marcuse observó las derivaciones de sus planteos y se distanció del movimiento hippie que, junto a tantos otros, contribuyó a forjar. Y dijo, libertad absoluta no; ¿qué es eso? Libertad absoluta es la libertad del jefe del campo de concentración. Quiero a esta mujer, la tomo, quiero golpear a este hombre, lo golpeo, quiero asesinar a este otro, lo mato. Libertad absoluta, no. No fue eso lo que quise decir.
Bien, esa es la libertad de los grandes directivos de las corporaciones financieras que, por ahora y en dificultades, dominan el Norte. Esa es la libertad que defiende Milei. Valen estas precisiones para zanjar algunas confusiones bien extendidas.
EL RESETEO UNIVERSAL. No es fácil determinar si ciertos problemas surgieron dentro de un marco lógico -las enfermedades existen- o inducido -el coronavirus resultó bien abarcativo-, pero sí que generaron un cambio de ritmo en el empleo de las nuevas tecnologías. Las grandes compañías, que ya tenían claro que necesitaban reducir la cantidad de personas destinadas a la producción concreta y de desempleados y jubilados, crearon o usufructuaron el virus según sus intereses más profundos.
Las monstruosidades declaradas públicamente por algunos referentes del espacio financiero permiten abordar el tema sin temor a ser acusados de imponer ficciones en el estudio del proceso. Christine Lagarde, Klaus Schwab, Rishi Sunak, Lloyd Austin, Benjamín Netanyahu, Elon Musk, Larry Page entre otros, han señalado en distintas circunstancias que la población del globo es excesiva y que los avances científicos podían ayudar a resolver el asunto.
Esto ya ha sido denunciado, pero vale la pena situarlo con energía en el análisis presente: en junio de 2020 Schwab expuso públicamente en la web del Foro Económico Mundial un video titulado El gran reinicio. Allí se deslizan, edulcoradamente, algunas de las pretensiones corporativas para el futuro cercano. El programa que brinda contenido al reseteo integral fue presentado por el príncipe Carlos en compañía del titular de Davos: como en otros períodos, Gran Bretaña toma la iniciativa y lidera un proceso perjudicial para buena parte de la humanidad.
Según el representante de la Corona británica, el sendero es la llamada sostenibilidad. La reducción de las emisiones resulta expuesta como esencial, sin explicar con nitidez que la menor utilización de combustible fósil y la baja en la elaboración de bienes de producción y consumo originarán una fuerte caída en la industria planetaria. En sintonía, puso de relieve que la innovación, la ciencia y la tecnología deben ser adecuadas para que la actividad económica sea más rentable. Por eso, las inversiones tendrán que ser respetuosas con el medio ambiente en el marco de una cuarta revolución industrial que fomente economía digital e infraestructura pública, con disminución de personal. El Príncipe Carlos enfatizó que el sector privado será el principal impulsor del plan.
El planteo fue complementado con la presentación del libro Covid 19. El gran reseteo, escrito por Schwab y su colaborador Thierry Malleret. La obra apunta que “…un aspecto positivo de la pandemia es que ha demostrado lo rápido que podemos hacer cambios radicales en nuestro estilo de vida. Casi instantáneamente, la crisis obligó a las empresas y a los individuos a abandonar prácticas que durante mucho tiempo se consideraron esenciales, desde los frecuentes viajes en avión hasta el trabajo en una oficina”.
En su interior, el tándem indica la importancia de limitar los corredores comerciales internacionales -China es su principal inspirador- y las grandes regiones marítimas a través de los cuales transita la mercancía -Canal de Suez, mar de China Meridional– así como iniciativas que dinamicen la circulación de productos en el orden general, entre las cuales se destaca la Franja y la Ruta. Como la pandemia ofreció la posibilidad de reestructurar los gobiernos del mundo -en nuestras Fuentes Seguras lo hemos llamado desterritorialización– resulta pertinente oponerse a las variantes populistas que tienden a potenciar el rol de los Estados, la inversión productiva -contaminante- y la contención del remanente humano sin funciones.
Como detalle de interés cabe señalar que en la web del Foro Económico Mundial se incluye, en zona destacada, la postura de la joven Greta Thunberg, quien afirma “El mundo debe romper los viejos contratos y constituir nuevos sistemas para salvar el clima”. La promocionada ecologista sostiene que la humanidad y sus líderes siguen creyendo en los “cuentos de hadas del crecimiento económico eterno”. Observará el lector que la concepción suena razonable, parece realista, pero no explica cómo mantener viva a la población si se paraliza ese desarrollo en aras de cuidar el ambiente.
Al lado de su decir se visualiza, en el centro de la página, un texto elaborado por uno de los generadores de contenidos de Davos, donde se apunta: “Un análisis detallado de la investigación ambiental ha revelado la mayor amenaza para el mundo: la riqueza”. También suena razonable, salvo que su planteo surge del agrupamiento que contiene a los más ricos del planeta. ¿Por qué? Básicamente, porque la consideración está destinada veladamente a los emergentes multipolares, quienes efectivamente destinan el poder del Estado, la inversión, el crédito y orientan el comercio hacia la construcción de bienes; hacia la producción de riqueza.
El atlantismo disciplinó a Alemania, motor económico europeo, Ya no corre la antigua comparación: por muchos años, con razón, se dijo que el centro occidental imponía planes recesivos a las naciones periféricas pero no los implementaba puertas adentro. En este siglo nadie queda fuera, pues el carcinoma se desplaza en todas las direcciones. Las poblaciones del Norte son víctimas equivalentes a las del Sur. Si miramos con detenimiento los indicadores económicos, comprenderemos que Eurasia parece haber hallado el modo de frenar la enfermedad.
El asesino, te asesina; el trabalenguas, trabalenguas. Leyendo las propuestas de la cúspide financiera, es posible inferir que sus integrantes se han volcado a una postura radicalizada con rasgos populares y revolucionarios, aunque es exactamente lo opuesto. Thunberg es, con mejor imagen, la Milei ambientalista que declama contra los burócratas de los gobiernos que no resuelven los problemas y ganan mucha plata en base a la producción industrial que origina el calentamiento. El toque anti político imprescindible. Aunque los ojos claros de la piba finjan otras intenciones, del fondo de toda la iniciativa mana la vieja idea de la primarización, la desindustrialización, el desempleo y la pobreza.
Ante la creciente de un nuevo mundo industrial orientado por los BRICS + y la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), ante la “independización” de la OPEP + para ligarse a ese bloque -no sin contradicciones-, el gran capital financiero que conduce el bloque anglosajón cuya deriva es la acción bélica de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha resuelto hostigar los ejes de desarrollo emergentes y ha descubierto que el crecimiento del PBI multipolar daña nuestra ecología y necesita desmontarse, y que los combustibles fósiles que tantos beneficios le han prodigado, son el enemigo que debe combatir la humanidad.
El gran reinicio de Davos es el retorno a las cavernas, con algunas modificaciones: muchas armas nucleares para contener a quienes intenten un verdadero renacer de las sociedades, y menos gente, de esa que necesita plata para vivir. Como han decidido que No hay plata, aplican los conocidos planes de ajuste para transferir recursos desde la producción al agujero negro de la renta. En tanto, van construyendo sus paraísos cerrados, sobre los que hablaremos más adelante.
EL RESETEO UNIVERSAL. No es fácil determinar si ciertos problemas surgieron dentro de un marco lógico -las enfermedades existen- o inducido -el coronavirus resultó bien abarcativo-, pero sí que generaron un cambio de ritmo en el empleo de las nuevas tecnologías. Las grandes compañías, que ya tenían claro que necesitaban reducir la cantidad de personas destinadas a la producción concreta y de desempleados y jubilados, crearon o usufructuaron el virus según sus intereses más profundos.
Las monstruosidades declaradas públicamente por algunos referentes del espacio financiero permiten abordar el tema sin temor a ser acusados de imponer ficciones en el estudio del proceso. Christine Lagarde, Klaus Schwab, Rishi Sunak, Lloyd Austin, Benjamín Netanyahu, Elon Musk, Larry Page entre otros, han señalado en distintas circunstancias que la población del globo es excesiva y que los avances científicos podían ayudar a resolver el asunto.
Esto ya ha sido denunciado, pero vale la pena situarlo con energía en el análisis presente: en junio de 2020 Schwab expuso públicamente en la web del Foro Económico Mundial un video titulado El gran reinicio. Allí se deslizan, edulcoradamente, algunas de las pretensiones corporativas para el futuro cercano. El programa que brinda contenido al reseteo integral fue presentado por el príncipe Carlos en compañía del titular de Davos: como en otros períodos, Gran Bretaña toma la iniciativa y lidera un proceso perjudicial para buena parte de la humanidad.
Según el representante de la Corona británica, el sendero es la llamada sostenibilidad. La reducción de las emisiones resulta expuesta como esencial, sin explicar con nitidez que la menor utilización de combustible fósil y la baja en la elaboración de bienes de producción y consumo originarán una fuerte caída en la industria planetaria. En sintonía, puso de relieve que la innovación, la ciencia y la tecnología deben ser adecuadas para que la actividad económica sea más rentable. Por eso, las inversiones tendrán que ser respetuosas con el medio ambiente en el marco de una cuarta revolución industrial que fomente economía digital e infraestructura pública, con disminución de personal. El Príncipe Carlos enfatizó que el sector privado será el principal impulsor del plan.
El planteo fue complementado con la presentación del libro Covid 19. El gran reseteo, escrito por Schwab y su colaborador Thierry Malleret. La obra apunta que “…un aspecto positivo de la pandemia es que ha demostrado lo rápido que podemos hacer cambios radicales en nuestro estilo de vida. Casi instantáneamente, la crisis obligó a las empresas y a los individuos a abandonar prácticas que durante mucho tiempo se consideraron esenciales, desde los frecuentes viajes en avión hasta el trabajo en una oficina”.
En su interior, el tándem indica la importancia de limitar los corredores comerciales internacionales -China es su principal inspirador- y las grandes regiones marítimas a través de los cuales transita la mercancía -Canal de Suez, mar de China Meridional– así como iniciativas que dinamicen la circulación de productos en el orden general, entre las cuales se destaca la Franja y la Ruta. Como la pandemia ofreció la posibilidad de reestructurar los gobiernos del mundo -en nuestras Fuentes Seguras lo hemos llamado desterritorialización– resulta pertinente oponerse a las variantes populistas que tienden a potenciar el rol de los Estados, la inversión productiva -contaminante- y la contención del remanente humano sin funciones.
Como detalle de interés cabe señalar que en la web del Foro Económico Mundial se incluye, en zona destacada, la postura de la joven Greta Thunberg, quien afirma “El mundo debe romper los viejos contratos y constituir nuevos sistemas para salvar el clima”. La promocionada ecologista sostiene que la humanidad y sus líderes siguen creyendo en los “cuentos de hadas del crecimiento económico eterno”. Observará el lector que la concepción suena razonable, parece realista, pero no explica cómo mantener viva a la población si se paraliza ese desarrollo en aras de cuidar el ambiente.
Al lado de su decir se visualiza, en el centro de la página, un texto elaborado por uno de los generadores de contenidos de Davos, donde se apunta: “Un análisis detallado de la investigación ambiental ha revelado la mayor amenaza para el mundo: la riqueza”. También suena razonable, salvo que su planteo surge del agrupamiento que contiene a los más ricos del planeta. ¿Por qué? Básicamente, porque la consideración está destinada veladamente a los emergentes multipolares, quienes efectivamente destinan el poder del Estado, la inversión, el crédito y orientan el comercio hacia la construcción de bienes; hacia la producción de riqueza.
El atlantismo disciplinó a Alemania, motor económico europeo, Ya no corre la antigua comparación: por muchos años, con razón, se dijo que el centro occidental imponía planes recesivos a las naciones periféricas pero no los implementaba puertas adentro. En este siglo nadie queda fuera, pues el carcinoma se desplaza en todas las direcciones. Las poblaciones del Norte son víctimas equivalentes a las del Sur. Si miramos con detenimiento los indicadores económicos, comprenderemos que Eurasia parece haber hallado el modo de frenar la enfermedad.
El asesino, te asesina; el trabalenguas, trabalenguas. Leyendo las propuestas de la cúspide financiera, es posible inferir que sus integrantes se han volcado a una postura radicalizada con rasgos populares y revolucionarios, aunque es exactamente lo opuesto. Thunberg es, con mejor imagen, la Milei ambientalista que declama contra los burócratas de los gobiernos que no resuelven los problemas y ganan mucha plata en base a la producción industrial que origina el calentamiento. El toque anti político imprescindible. Aunque los ojos claros de la piba finjan otras intenciones, del fondo de toda la iniciativa mana la vieja idea de la primarización, la desindustrialización, el desempleo y la pobreza.
Ante la creciente de un nuevo mundo industrial orientado por los BRICS + y la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), ante la “independización” de la OPEP + para ligarse a ese bloque -no sin contradicciones-, el gran capital financiero que conduce el bloque anglosajón cuya deriva es la acción bélica de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha resuelto hostigar los ejes de desarrollo emergentes y ha descubierto que el crecimiento del PBI multipolar daña nuestra ecología y necesita desmontarse, y que los combustibles fósiles que tantos beneficios le han prodigado, son el enemigo que debe combatir la humanidad.
El gran reinicio de Davos es el retorno a las cavernas, con algunas modificaciones: muchas armas nucleares para contener a quienes intenten un verdadero renacer de las sociedades, y menos gente, de esa que necesita plata para vivir. Como han decidido que No hay plata, aplican los conocidos planes de ajuste para transferir recursos desde la producción al agujero negro de la renta. En tanto, van construyendo sus paraísos cerrados, sobre los que hablaremos más adelante.