La reunión de cancilleres del G20 dejó mucha tela para cortar. El aislamiento norteamericano tuvo una excepción. El cuadro de situación de Serguei Lavrov. Europa no se libera, pero corcovea. El atlantismo, mientras tanto, se devana los sesos para delinear una política hacia noviembre.
Por Gabriel Fernández *
Anthony Blinken ha de haber pensado: estar solo es una buena oportunidad de conocerse a uno mismo. Y así, afrontado su aislamiento en la cumbre de ministros de Asuntos Exteriores del Grupo de los 20, efectuado en Río de Janeiro. Sucede que la totalidad de los representantes presentes, con una excepción singular, planteó un firme rechazo al apoyo de Washington al genocidio de Israel contra los palestinos en la Franja de Gaza.
ALTO VOLTAJE. “Esta posición norteamericana resulta en la pérdida de vidas inocentes”, dijo el ministro brasileño, Mauro Vieira, tras denunciar la “parálisis en el Consejo de Seguridad de la ONU”, donde esta semana Washington bloqueó por tercera vez una resolución de alto el fuego en Gaza. La postura del canciller anfitrión fue sostenida ante los medios internacionales por el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, quien estrenó su titularidad en el Grupo, pero también su designación de persona no grata por parte del gobierno agresor en Medio Oriente.
“Le hemos fallado al pueblo de Palestina”, dijo el ministro sudafricano del área, Naledi Pandor, reprendiendo a los líderes occidentales por “permitir que prevalezca la impunidad”. “Si, por ejemplo, hubiéramos aplicado los principios establecidos en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la tragedia en Palestina no habría durado más de tres meses”, añadió. Las objeciones a la postura de la potencia del Norte provinieron incluso de sus aliados más cercanos. “Le volvemos a decir a Israel que no siga este camino”, dijo la representante de Australia, Katy Gallagher, sobre la planeada invasión de Rafah, en el sur de Gaza. “El apoyo norteamericano es injustificable”, precisó.
Lejos están los tiempos en los cuales la orientación postulada por el espacio anglosajón delineaba al conjunto de los protagonistas. El G20 es el grupo de los países más poderosos del mundo que representan el 85% de la economía global. Incluye las mayores potencias industriales como los Estados Unidos o Alemania, y países con economías emergentes como Brasil o China. Pero las potencias ya no potencian y los emergentes, ya emergieron. Por eso, Blinken sólo encontró indulto en la representante argentina, Diana Mondino, quien condenó los “actos terroristas de Hamás”, sin objetar el accionar del gobierno de Benjamín Netanyahu.
La reunión tuvo un acápite reservado de alto voltaje, que trascendió porque varios de los funcionarios presentes tuvieron la determinación de filtrarlo a la prensa. Recriminaciones e insultos surcaron el aire brasileño con destino a la delegación norteña; las palabras sin filtro hicieron referencia a la situación palestina pero también incluyeron la continuidad del conflicto en Ucrania. Tras la acalorada sesión, el alto funcionario estadounidense intentó morigerar el tono y dijo a los periodistas que “a pesar de los fuertes desacuerdos”, consideraba que el G20 estaba “en gran medida unido en lo que respecta a los objetivos”.
“Todos apoyan el intento de llegar a un acuerdo sobre rehenes. Todos apoyan un alto el fuego humanitario prolongado … Todos apoyan encontrar una manera de poner fin al conflicto”, apuntó. “Puede haber diferencias en cuanto a tácticas… pero estamos tratando de concentrarnos en obtener resultados”. El secretario de Estado asistió a la cumbre de los cancilleres dos semanas después de visitar Israel. Las diferencias “tácticas” gestaron cruces duros: varias naciones europeas que no se permiten exabruptos en público calificaron como “criminal” y “genocida” a Blinken y su gobierno, al tiempo que le imputaron la prolongación artificial del litigio entre Kiev y Moscú. Muchos improperios estuvieron sostenidos por argumentos económicos sólidos.
RUSIA ACUSA. Quien aprovechó la ocasión para alzar el volumen fue el canciller de la Federación de Rusia, Serguéi Lavrov. Advirtió que la situación actual de la economía mundial se encuentra gravemente distorsionada por los métodos utilizados por Occidente para castigar a quienes no siguen sus reglas. El estratega dijo que las medidas empleadas por los Estados Unidos y sus aliados para intentar manipular la economía global son de naturaleza neocolonial y tienen la pretensión de eliminar a sus competidores.
Lavrov recordó que el G20 fue creado para buscar enfoques colectivos para resolver los problemas de la vida planetaria. “Los juegos geopolíticos y las aventuras de Occidente afectan directamente de forma muy negativa a la economía mundial”. Afirmó que Washington está levantando barreras, obstaculizando las cadenas logísticas y financieras naturales, encareciendo la producción, encareciendo los servicios y los bienes que reciben los países en desarrollo.
El jefe de la diplomacia rusa comentó que, si un país niega ofrecer sus recursos o se opone a los deseos de los Estados Unidos, el gobierno de ese país amenaza castigarlo con la imposición de sanciones. En su intervención señaló que durante la reunión los representantes norteamericanos intentaron desviar la agenda hacia el tema del apoyo a Ucrania y las acusaciones infundadas contra su país. Sin recibir objeciones, expresó que tales intentos no cuentan con el apoyo de la mayoría del Sur Global. Explicó que la postura norteamericana hacia Rusia impide resolver el conflicto ucraniano y añadió que “no quiere ningún diálogo serio sobre los problemas reales que ellos mismos crearon en Ucrania”.
En cuanto a las relaciones ruso-estadounidenses, el canciller ruso se refirió a la imposibilidad de restablecer la confianza en los Estados Unidos. “Cuando Rusia es declarada abiertamente un Estado hostil, una amenaza inmediata que debe ser destruida y derrotada estratégicamente”. En este contexto, Lavrov sostuvo que Washington está implicado directamente en el conflicto ucraniano, calificando dichas acciones como “otro aspecto de la política agresiva y hostil de los Estados Unidos contra Rusia”.
Luego insertó un tema ya abordado en foros internacionales por Brasil. El canciller de Rusia consideró que el Consejo de Seguridad de la ONU debería ser modificado. “Expresamos nuestra posición de que el Consejo de Seguridad debe reformarse abordando la principal injusticia: la infrarrepresentación de los países en desarrollo”. Enseguida subrayó que, de los 15 miembros del organismo, seis son aliados de los Estados Unidos y apoyan la postura de Washington. Por lo tanto, dijo Lavrov, cuando se decida la cuestión de la ampliación del Consejo de Seguridad, Moscú apoyará el ingreso de los representantes de Asia, África y América Latina.
Además, recordó que en la cumbre del G20 del 2023 se elaboró un documento en el que se afirmaba necesario reformar las instituciones mundiales para aumentar el papel de los países en desarrollo. En sintonía observó que la nación que hoy tiene a Joseph Biden como presidente “ha estado bloqueando la reforma del sistema de contribuciones y cuotas en el Fondo Monetario Internacional (FMI), intentando artificialmente, en contra de los indicadores objetivos de crecimiento económico, donde ya está por detrás de China, mantener su preeminencia en el FMI, no queriendo compartir porcentajes de votos ilegalmente retenidos para liderar en solitario, de hecho, esta estructura internacional”.
A ver si nos entendemos, lector. Ni siquiera los países articulados por una Unión Europea (UE) descaradamente dirigida por la OTAN, salieron en defensa de los Estados Unidos. Es decir, la reunión de cancilleres del G20 terminó operando como caja de resonancia de los conflictos desatados en naciones occidentales que están siendo recesionadas por el esquema de traslación de recursos desde la producción hacia la Defensa -gobernada por las finanzas- y, de paso, reciben hondas objeciones por su complicidad con situaciones bélicas imposibles de justificar. Eso sí: el gobierno argentino tendió la mano a su desolado amigo, avergonzando al Sur de nuestra región.
DOS ENUNCIADOS. Los cancilleres alcanzaron acuerdos en la enunciación de dos factores trascendentes. Pero no pudieron establecer el modo de implementar las soluciones. Por un lado, concordaron en la necesidad de establecer dos estados en el territorio que abarcan Israel y Palestina; por otro, en promover una ampliación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La delegación estadounidense admitió esos puntos precisamente porque no se alcanzó a indicar su instrumentación. Y tuvo que deglutir un inesperado desmarque parcial de su socio Josep Borrell. El Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad también canalizó la inquietud continental.
“Nunca habrá seguridad para Israel mientras que a Palestina no se le garanticen sus derechos (…) Es un consenso entre nosotros. Hay un denominador común: no habrá paz, no habrá seguridad sostenible para Israel a menos de que los palestinos tengan una perspectiva política clara de construir su propio Estado”, aseguró Borrell. “Tenemos que movilizar nuestra capacidad política para presionar para que se implemente esta solución. De lo contrario, es solo una ilusión”, agregó. También remarcó que la crisis en Gaza se extiende a Cisjordania, que está “absolutamente hirviendo” mientras los colonos israelíes siguen “atacando a civiles palestinos”. Ante este escenario, Borrell dijo que espera que las naciones árabes hagan una propuesta de paz para la región en los próximos días.
¿La UE se desprende de la OTAN? No, corcovea, patalea, lo cual es distinto. Pero esa inquietud evidencia los desajustes.
Los presentes acordaron volver a reunirse en septiembre.
ESTADOS UNIDOS. Se comprende entonces que la realidad estadounidense, ante las cercanías electorales, configura una prioridad para el atlantismo. Las grandes corporaciones financieras, presentadas informativamente como omnipotentes por los medios internacionales alineados, pueden llegar a perder el control del estado desterritorializado por antonomasia. La pregunta que resulta preciso formular es ¿resulta eso posible? En este mismo instante, se llevan adelante una serie de operaciones destinadas a tensionar el derredor político económico del ex presidente y otra vez aspirante Donald Trump, y a mejorar en simultáneo la imagen de sus probables rivales, tanto republicanos como demócratas.
A ver. Según el Financial Times, el cracker está emperrado. “Resulta que a Donald Trump todavía le gustan los aranceles. En su candidatura a un segundo mandato, promete un aumento arancelario de 10 puntos porcentuales para todos los socios comerciales de Estados Unidos y un arancel sobre las importaciones chinas de al menos el 60 por ciento”. Quedó probado que ciertas medidas incentivan la industria y el empleo local, algo que escandaliza a los sectores que prometen más capitalismo mientras lo aniquilan. “El primer mandato de Trump comenzó con sus críticos desestimando sus amenazas como fanfarronadas. Sus tuits criticando los déficits comerciales bilaterales enloquecieron a los expertos, que afirmaban que esas cifras no importaban. Luego vinieron los aranceles sobre el acero y el aluminio importados, así como sobre cientos de miles de millones de dólares en productos chinos importados”.
Las decisiones productivistas alzaron un PBI norteño que venía en baja. Y ahora el extemporáneo pretende damnificar con su proteccionismo a los sufridos europeos. “La consultora Capital Economics, estima que, como límite superior, un arancel del 10 por ciento podría elevar la inflación a entre el 3 y el 4 por ciento para finales de 2025. Parece probable que se produzcan mayores movimientos en el tipo de cambio. Y las represalias parecen inevitables, sobre todo ahora que la Comisión Europea tiene nuevos poderes para volver a salir del obstaculizado sistema de resolución de disputas de la Organización Mundial del Comercio”. Por si no lo absorbe un público argentino erizado por la inflación, cabe indicar que en el proceso industrial que pretende impulsar Trump, la misma no es una tragedia, aunque necesite ser presentada como tal para impulsar un consabido “plan antiinflacionario”, que no es otra cosa que el enfriamiento de la economía, la baja en consumo, comercio, producción rumbo a la primarización general.
Pero claro, el Financial advierte: “Si Trump sigue adelante con nuevas restricciones a los socios comerciales de Estados Unidos en general y a China en particular, la presión sobre los productores europeos crecería. Su acceso al mercado estadounidense estaría restringido. Y también enfrentarían una competencia más dura en otros mercados, incluido el suyo, debido a que otro comercio se desvía de Estados Unidos. En ese contexto, parece más fácil imaginar que el gusto de Trump por los aranceles se ponga de moda”. En suma, los países que anhelen romper con la ruinosa política exigida por la OTAN necesitarán recurrir a fórmulas protectivas y a una sólida presencia estatal para evitar que el agujero negro siga determinando la licuefacción de sus recursos productivos en general. Se pondrá de moda generar productos con valor agregado. Se pondrá de moda la multipolaridad.
Ese es el “riesgo” que implican las elecciones de noviembre, y que ya está en desarrollo con sus antesalas. Las retracciones en Alemania y Gran Bretaña, la ausencia de combustible a precios adecuados en toda Europa, la crisis humanitaria norteamericana, las dificultades occidentales para liderar la elaboración de semiconductores, así como de productos industriales en general, y el vaciamiento del poder estatal para controlar las variables que disponen “los mercados”, marcan el ritmo de un gris presente occidental que exige una transformación profunda.
Es importante comprender que ese cambio está en marcha.
(En cuanto al cruce de Trump con el presidente argentino Javier Milei en la Cumbre Conservadora de Washington, no encarna gran novedad. El pre candidato aspira a conducir su país; la unidad del Sur ha sido, desde siempre, la pesadilla del Norte. Cómo (y porqué) rechazar a quien se ofrece como súbdito incondicional. La Argentina necesita un gobierno que se asiente en su propio interés geoeconómico, no en uno ajeno y probablemente contrastante. Como vimos, días antes la canciller de Milei respaldó al enviado de Joseph Biden; pocas horas atrás el propio mandatario se ofreció sin tapujos a Trump. La administración del país austral sólo esquiva la defensa del interés nacional, y no trepida en alinearse con quien levante la bandera de la barra y las estrellas. En este punto, el problema lo tienen los argentinos, no los estadounidenses).
Un cafecito, por qué no, y a reflexionar sobre la soledad del Norte junto a Alfredo Le Pera.
- Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal