Edición n° 2935 . 04/12/2024

En el fondo nos ahogamos todos

( Por Enrique Martínez *) Todo lo conocido con relación al último préstamo del FMI a la Argentina, incluyendo los argumentos expuestos por sus funcionarios frente a la vocación de renegociar plazos y tasas, luego del cambio de gobierno, elimina por completo la legitimidad moral de ese organismo para definir criterios rectores de la política económica de nuestro país.

Otorgar ese derecho a quienes admitieron un acuerdo sin intervención del Congreso Nacional; facilitaron la gigantesca fuga de capitales conocida; desacreditan públicamente la capacidad de nuestro país de cumplir sus obligaciones; es ni más ni menos poner la vida de nuestra comunidad nacional en manos de quienes nos perjudican a cada paso.

No hay negociación posible con gente así.

Hay que retomar la premisa de Néstor Kirchner en 2005. Para poder pensar con libertad y serenidad mínimas, hay que sacarse al FMI de encima. Hay que pagarle y ya, dejando atrás el desastre provocado por la banda que aún hoy imagina seguirle sacando agua a las piedras.

El escenario es más complejo que el de entonces, no solo por el tamaño de esta deuda absurda, sino porque las complicaciones en el frente externo no se limitan a los 44.000 Millones del FMI.

Nuestra tendencia a tener una balanza de pagos internacionales negativa es estructural y no circunstancial. La presencia hegemónica multinacional en la producción, el comercio y las finanzas es tan abrumadora que – como ya he señalado varias veces – todo el saldo positivo de la balanza comercial en el período 2003/15, apenas alcanzó para atender los giros de utilidades y regalías al exterior, aún considerando que en un par de años se establecieron limitaciones a tales movimientos. De tal modo, los servicios de la deuda pública, el déficit del turismo internacional y la enorme enfermedad nacional de atesorar en dólares, solo pueden ser atendidas con más inversiones externas. Eso nunca alcanza.

Frente por frente, el gasto en divisas debe ser controlado y estudiado con enorme mayor detalle que hasta ahora, modificando el contexto de la radicación y operación de empresas extranjeras; los flujos de divisas del turismo; el pedal financiero. Tantas cosas.

Pero ante todo hay que sacarse de encima al FMI.

Hay un modo. Que además marcaría un camino que el país puede utilizar para construir parte de los grandes acuerdos políticos y sociales que se reclaman.

China importó 1.900 millones de millones de dólares en 2019 y sigue creciendo aceleradamente. En esa enorme canasta de bienes, Argentina está prácticamente ausente, ya que vendió en el año mencionado 7.500 millones de USD, mucho menos que Brasil (79.000 millones) o Chile (26.000 millones), o comparable con Uruguay (3.000 millones).

El año 2021 Argentina tendrá un total de exportaciones que rondará los 75.000 millones de USD.

Si China pagara el total de la acreencia del FMI con Argentina y a cambio nuestro país se comprometiera a exportar entre 4 y 6 mil millones de dólares anuales por encima de lo que hoy vende, a partir de una lista definida por consenso, con participación y compromiso de empresas de capital nacional, nuestro país podría cancelar la deuda contraída con China, entregando esa parte de sus diversas producciones exportadas, en una década.

O sea, reiterando el concepto: Argentina pagaría la acreencia de China con un aumento de entre 6 y 8% de una exportación anual, mantenida en el tiempo. El Estado argentino pagaría a los exportadores en pesos y el Estado chino cobraría a los importadores de su país en dólares, que amortizarían nuestra deuda.

Se trataría de una negociación compleja, que consume tiempo para fijar volúmenes, precios y compromisos de cada empresa. Pero con una diferencia sustancial con el escenario actual: Se trataría de trabajar en un escenario de cooperación, a cambio del actual de desconfianza y recelo justificado por nuestra parte.

La principal objeción que hoy podría formularse al esquema descrito es que las importaciones chinas son principalmente materias primas, combustibles, frutas y hortalizas. Nuestra posible participación es amplia, pero en varios casos no está claro si es posible expandir nuestra oferta. Justamente, buena razón sería esta para entender varios cuellos de botella productivos y cómo corregirlos. Buena razón para recuperar el pensamiento estratégico.

Como complemento, en ese programa posible de cooperación, se podría conseguir parte de las divisas a través de la transformación de la zona industrial de Tierra del Fuego en un ámbito que exporte a toda Latinoamérica.

O a través de programas turísticos preventa para visitantes chinos, similares a los que se puso en vigencia en la Argentina, con uso de las divisas generadas, dentro del convenio.

En definitiva y en ultra resumen: Que un país como China cancele una obligación política, ética y económicamente insostenible como la que tenemos con el FMI y a cambio Argentina pague con bienes y servicios definidos en un programa detallado, es una posibilidad virtuosa que necesita sumar voluntades e inteligencia dentro y fuera del gobierno.

¿A la República Popular China le interesará una propuesta así?

Sugiero que la Cancillería Argentina verifique lo obvio.

(*)

Instituto para la Producción Popular