Edición n° 2953 . 22/12/2024

Elecciones: los españoles se juegan el futuro en una mesa de cuatro

Convocadas sorpresivamente tras la derrota del 28 de mayo por Pedro Sánchez, estas elecciones generales muestran por primera vez el enfrentamiento de la centroizquierda contra una derecha que solo podría llegar al gobierno en alianza con el neofranquismo.

En un cierre de campaña bastante ácido entre los dos principales contendientes, el actual presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, apeló a una metáfora ciclística en Getafe para reclamar el voto de la ciudadanía que le permita mantenerse en La Moncloa y su challenger, Alberto Núñez Feijóo, desde La Coruña, insistió en su propuesta de “derogar al sanchismo” para destronar a la coalición que está en el poder desde hace cinco años. En estos comicios claves para España y también para esta parte del mundo dada la influencia de cada sector representa en los partidos locales, como nunca antes los porotos se cuentan al igual que en una mesa de mus, en una final entre dos parejas perfectamente determinadas: PSOE y Sumar contra el PP y Vox. Y todos apuestan a la grande,

Sucede que en un sistema legislativo como el español, lo que se juega este domingo es cuántos diputados consigue cada partido y luego ver con qué aliados se cuenta para llegar al número mágico de 176 escaños a favor, ya que no hay modo de que el PP o el PSOE los consigan por si solos. El detalle es que por primera vez la cosa es de a cuatro y que entre ellos hay uno, Vox, que a modo de mancha venenosa, puede ser útil para formar un gobierno de derecha pero del que ahora el PP buscó tomar distancia estratégica en una última movida por conseguir lo máximo posible en las urnas antes de negociar.

«Quedan unos metros para el sprint final», dijo Sánchez. “Nos caímos y nos levantamos, pedaleamos contra reloj y cruzamos todas las metas volantes”, sostuvo el líder socialista, con un guiño al Tour de Francia, donde el español Carlos Rodríguez se mantenía en el cuarto puesto recuperando viejos laureles del ciclismo hispánico antes de la final de este mismo domingo. Tras el cierre, Sánchez se mostró montado en su bicicleta recorriendo junto a su esposa la Sierra de Madrid.

Feijóo, por su parte, salió de paseo por La Coruña, de donde es oriundo, y pasó por una juguetería para comprar un regalo para su hijo menor. El líder del Partido Popular presidió por 13 años la Xunta de Galicia y en su discurso final resaltó que los gallegos lo conocen muy bien y “saben que soy de fiar”.

Alberto Núñez Feijóo del PP.

A diferencia del 2019, cuando hubo dos elecciones, en abril y en noviembre, porque no se pudo formar gobierno en el tiempo estipulado, ahora hay dos marcas que no figuran en las papeletas, Ciudadanos y Podemos. El partido de Pablo Iglesias, que fue vicepresidente de Sánchez al inicio de la coalición, se fue diluyendo y la estocada final se produjo en las autonómicas de mayo pasado, cuando la derecha avanzó de manera rotunda ante la pérdida de asientos legislativos de las agrupaciones de izquierda –que fueron divididas- y PP-Vox terminaron unidos en la Comunidad Valenciana, Cantabria, Baleares, Extremadura y Aragón.

La actual ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que ya había roto con Unidas Podemos, la última sigla de ese sector, había registrado la marca Sumar y pudo al fin convencer a todos los grupos afines dispersos de la necesidad de ir juntos para no perder lo logrado en estos años. Entre ellos su reforma laboral, pero también los derechos civiles conquistados en este lapso (ver aparte). Ir unidos implica que por el sistema D’Hont ganen más bancas con resultados no muy diferentes.

Ciudadanos, a su vez, fue una fórmula política que apareció cuando Podemos amenazaba al establishment posfranquista, en 2014. Si desde la izquierda se cuestionaban las gestiones de uno de los partidos de Estado como el PSOE, por derecha se intentó mostrar que no todos los conservadores querían resultar enchastrados por los escándalos de corrupción que salpicaron al PP con Mariano Rajoy. Pero el discurso de Santiago Abascal, de Vox, fue creciendo al par que las ultraderechas en todo el mundo y Cs ya no cubría esa vertiente neofascista. Ahora todos están cara a cara: un centroizquierda, PSOE-Sumar, y una derecha-ultraderecha, PP-Vox, que en las encuestas corre con ventaja.

De allí que el mensaje de Sánchez y Díaz haya sido desde el inicio de la campaña que es necesario defender las conquistas progresistas y mirar que Vox ya no solo aporta votos para formar gobierno sino que ahora obtuvo lugares en los distritos en los que se alió con PP. A cambio de voltear conquistas en cuestiones de género, familia y derechos laborales.

En una campaña tan agria como esta, era de esperarse que se tiraran con todo. Y desde el oficialismo reflotaron viejas relaciones de líderes del PP como Rajoy y el propio Feijóo con capos del narcotráfico de la talla del gallego Marcial Dorado. La respuesta de Feijóo resultó casi grotesca: “cuando le conocí había sido contrabandista”.

Claro que si es por casos de corrupción, con estos comicios hasta el rey emérito cae en la volteada y la causa contra Juan Carlos de Borbón que le sustancia su examante, la danesa Corinna Larsen por presunto acoso, volvió a estar bajo los focos en el tribunal londinense donde se tramita un reclamo unos 165 millones de dólares.

Abascal, monárquico si los hay, acusó por su parte al PP de pactar con el PSOE para que Vox no gane, mientras que Feijóo dice que no se siente cómodo con la ultraderecha y por eso pide que lo voten para no tener que hacer acuerdos que le crearían “tensiones innecesarias”. Pero en el último debate televisado, que estaba anunciado para ser de a cuatro, faltó a la cita. Un poco porque se sentía ganador tras el primero con Sánchez y no quería perder puntos, y otro para que no le endilgaran en vivo y en directo su cercanía con el neofranquismo. “Le da vergüenza comparecer junto a su socio, el señor Abascal”, dijo el actual mandatario ante la silla vacía.

Récord en el correo

Según los datos recogidos al cierre de esta edición, la participación en estas elecciones de ciudadanos españoles en el exterior se estima en un 14% de los empadronados, lo que representa un incremento sustancial con respecto al 2019, que había sido del 5,9%, aunque aquella vez todavía existía el llamado “voto rogado”, que fue eliminado en 2022.
En Argentina, donde hay casi medio millón de españoles con derecho a voto, la participación ronda el 7% aunque faltaría computar votos enviados por correo.


En España, en tanto, el voto postal fue la vedette en esta ocasión. Habida cuenta de que todo el hemisferio norte y especialmente España están bajo una ola de calor extrema –más de 43 grados en Murcia, Málaga, Cádiz y Cataluña- y en medio de las vacaciones, hubo un récord de electores que enviaron la papeleta por el correo.


Según la empresa pública hispana, a este viernes habían votado el 98% de las más de 2,6 millones de personas que habían solicitado votar a distancia.

López Girondo