Reino Unido lleva semanas inmerso en una crisis por el elevado costo de vida que ha desatado una gran frustración entre sus ciudadanos, dando pie a un número cada vez mayor de huelgas y al surgimiento de iniciativas que llaman a boicotear las facturas de la electricidad y el gas.
La ola de huelgas de trabajadores que ven imposible llegar a final de mes ante el creciente aumento de precios ha sido bautizada por la prensa británica como «el verano del descontento». El término hace alusión a las protestas registradas a finales de la década de 1970 en medio de una grave crisis económica y que fueron denominadas entonces como «el invierno del descontento».
Y es que la preocupación domina el debate político británico y plantea un difícil reto tanto para el gobierno como para la oposición.
Inflación desbocada
La inflación -el ritmo al que suben los precios- alcanzó el 10,1% en julio, lo que supone cinco veces el objetivo de estabilidad de precios marcado por el Banco de Inglaterra. Y la predicción del organismo es que supere el 13% en los próximos meses.
Sin embargo, otros analistas sitúan esa proyección en un porcentaje mucho más alto, lo que ha desatado la preocupación e indignación entre la población, que teme que cuando llegue el invierno tengan que elegir entre calentar su hogar o comer.
De acuerdo con el banco de inversión Citi, la inflación está «entrando en la estratosfera» y podría llegar al 18% el año que viene, la tasa más alta en casi 50 años
Asimismo, economistas del think-tank independiente Resolution Foundation indicaron a BBC que, sobre la base de las actuales previsiones de precios máximos y los últimos datos sobre el ritmo de subida de los precios, la inflación podría llegar al 18,3%.
El economista jefe de Citi en Reino Unido, Benjamin Nabarro, comentó a BBC que la preocupación por el costo de vida es «cada día mayor».
«La cuestión ahora es qué puede hacer la política para compensar el impacto tanto en la inflación como en la economía real», dijo.
«Casi todas estas estimaciones de inflación han sido causadas por el aumento vertiginoso de los precios del gas, que se cuela en casi todo lo que compramos», explica el analista de la BBC Simon Jack.
«Por ejemplo, la producción de electricidad que depende del gas, los precios de los fertilizantes vinculados al gas que aumentan el precio de los alimentos, hasta los precios de los bares y las residencias de ancianos», indica.
«Lo que está claro es que las fuerzas que han impulsado los precios al alza parece que van a empeorar antes de mejorar».
«Crisis nacional»
La subida del precio de la energía augura un invierno complicado en Reino Unido.
«La situación de las facturas energéticas es una crisis nacional de la magnitud de la pandemia de covid», le dijo a la BBC el experto en consumo Martin Lewis, al mismo tiempo que reclama que el gobierno duplique sus ayudas para compensar el enorme aumento previsto.
Según una encuesta realizada por la web de comparativa de precios Uswitch, casi una cuarta parte de los hogares están ya atrasados en los pagos, algo que aumentará previsiblemente este invierno.
El precio del gas y la electricidad para las familias será tres veces mayor este invierno respecto al pasado, según las estimaciones de uno de los mayores suministradores energéticos del país.
James Gilmour, quien vive con su pareja y sus tres hijos en Essex, al noreste de Londres, ha pedido un préstamo de 5.000 libras (US$5920) para ayudar a cubrir sus facturas de energía.
Su factura de gas y electricidad ya se ha duplicado, pasando de 145 libras (US$171) al mes a 320 libras (US$379), y a partir de octubre, indicó, pagará más de 600 libras (US$710) al mes, según las últimas previsiones.
«Como familia de cinco miembros, simplemente no podemos permitirnos pagar esto mensualmente. Cuando llegamos a mitad del mes ya no nos queda dinero para la comida y lo esencial», dijo a la BBC.
James, que trabaja en la industria del automóvil, agregó que el préstamo era «la única manera de sobrevivir a esta crisis».
Mientras, los propietarios de pequeños negocios que vienen de hacer frente a los estragos causados por la pandemia luchan por mantener las puertas abiertas.
Emily Wilkinson, quien dirige un gimnasio con su marido en el norte de Inglaterra, afirma que la crisis energética ha dejado su negocio «luchando por la supervivencia».
«Nos enfrentamos a un doble golpe. No solo nuestra factura doméstica aumentará hasta 3.000 libras (US$3550) al año, sino que estamos viendo un aumento aún más dramático en el costo de la electricidad en nuestro gimnasio».
«Justo cuando empezábamos a recuperarnos después de la covid, nos llegó una factura energética de 1.000 libras al mes (US$1183), frente a las 480 libras (US$567) anteriores», explica.
En el caso de los jubilados esta situación se puede agravar aún más. Graham West, pensionista de 68 años, ha recurrido a los bancos de alimentos durante las últimas seis o siete semanas tras ver cómo se disparaba el costo de la energía y los alimentos. «De lo contrario no estaría comiendo», dice.
Sus casos no son aislados. «La mitad de los hogares británicos afrontarán pobreza energética este invierno si el gobierno no toma medidas para aliviar el incremento del precio de las facturas», alertó el director gerente en Reino Unido de EDF Energy, Philippe Commaret, en una entrevista con la BBC.
Según Commaret, se avecina un «invierno catastrófico» para más de la mitad de los hogares británicos, que deberán dedicar un 10% o más de sus ingresos a pagar la energía.
A partir de octubre, todos los hogares comenzarán a recibir descuentos en sus facturas hasta sumar 400 libras (US$473), una medida aprobada hace semanas por el primer ministro, Boris Johnson.
El directivo de EDF Energy, sin embargo, sostuvo que el próximo jefe de Gobierno, que asumirá el poder a principios de septiembre, deberá adoptar más medidas.
«Todas las ideas que puedan mantener a raya las facturas de los clientes deberían considerarse», declaró Commaret, que detalló que su compañía ha registrado un incremento del 30% en las llamadas de clientes que tienen problemas para efectuar sus pagos.
Boicot al pago de facturas
De momento, y hasta que el gobierno adopte medidas eficaces, la organización Don’t pay («No pagues«),que se puso en marcha en junio, ha llamado al boicot al pago de las facturas de la electricidad a partir del 1 de octubre, día previsto para el aumento del precio de la energía.
Hasta el momento, más de 110.000 personas se han unido a la iniciativa a través de la web y se han comprometido a cancelar sus pagos por domiciliación bancaria.
Don´t pay afirmó que el apoyo recibido hasta ahora «demuestra la rabia y la frustración ante un sistema energético roto que debe transformarse drásticamente en beneficio de los ciudadanos».
La organización exige una reducción de las facturas a un nivel asequible y afirma que millones de personas no podrán pagar sus facturas de energía este invierno. En su opinión, esta campaña es la única forma de obligar al gobierno y a las compañías energéticas a tomar medidas.
El grupo afirma que no emprenderá ninguna acción a menos que un millón de personas se inscriban y que está «consultando ampliamente» con expertos en derecho y en deudas personales.
Ola de huelgas
La frustración por no llegar a final de mes ha llevado a miles de trabajadores de diversos sectores a hacer huelga o considerar la posibilidad de hacerla. Los principales sindicatos reclaman un aumento salarial.
El Congreso de Sindicatos Británicos (TUC, por sus siglas en inglés) ha pedido al gobierno que actúe para aumentar el salario mínimo a 15 libras (US$17,7) la hora «lo antes posible». El salario mínimo actual para los trabajadores mayores de 23 años es de 9,50 libras (US$11,25), con tarifas más bajas para los empleados más jóvenes.
«Todos los trabajadores deberían poder permitirse un nivel de vida decente», afirmó Frances O’Grady, secretaria general del TUC. «Pero millones de trabajadores con sueldos bajos viven con un sueldo tras otro, luchando por salir adelante, y ahora se ven empujados al borde del abismo por unas facturas desorbitadas y unos precios que se disparan».
El poderoso sector ferroviario lleva tiempo en pie de guerra contra el gobierno y las compañías de trenes. Junto a ellos se sumaron ahora los estibadores del puerto inglés de Felixstowe, donde se canaliza casi la mitad del tráfico de contenedores de Reino Unido.
El descontento llega también a otros sectores como el de la justicia, el del servicio postal británico Royal Mail, telecomunicaciones, profesorado y enfermería.
Asimismo, el servicio de recogida de basura en Escocia ha cesado sus tareas y ha dejado las calles repletas de contenedores desbordados de bolsas de basura.
Surgen voces que definen estas huelgas como el «verano del descontento» puesto que recuerda a las medidas de fuerza que plagaron la gestión del que fuera primer ministro laborista James Callaghan en los 70.
En esa época, una serie de crisis económicas causaron problemas importantes al gobierno. La decisión de la OPEP en 1973-74 (y más tarde en 1979-80) de recortar la producción de petróleo para hacer subir los precios golpeó duramente a la economía británica, lo que obligó al gobierno laborista a recurrir al Fondo Monetario Internacional y recortar el gasto público.
Los sindicatos eran mucho más fuertes que hoy y mucho más cercanos al gobierno.
El hecho de que el gobierno no los persuadiera para que moderaran sus demandas salariales en un momento en que la inflación estaba realmente en aumento -pasó la mayor parte de la segunda mitad de la década de 1970 en dos dígitos- llevó a huelgas generalizadas durante el «invierno del descontento» y abrió el camino para la victoria de Margaret Thatcher en 1979.