Se lo considera el padre del concepto “precariado”, una nueva clase social, proletaria, que surge tras la crisis del 2008 y se define por su inestabilidad laboral. Una clase que crece cada día más. Guy Standing es economista, profesor en la Universidad de Londres y lleva más de 30 años defendiendo la viabilidad de la renta básica universal para combatir la pobreza y las desigualdades. «Tú, siendo mujer y periodista eres –más que probablemente– parte del precariado. Ya sabes eso, ¿verdad?», advierte.
Si después de la crisis del ladrillo y la banca ya estábamos mal, ¿cómo estamos ahora?
— Estamos en un momento muy peligroso política y socialmente, intensificado por la pandemia. Pero los políticos no aprenden; no han aprendido a escuchar al precariado y por eso, en esencia, estamos replicando lo que ya ocurrió en los inicios de 1930: todo puede virar hacia el progresismo o hacia la extrema derecha. Los políticos de izquierdas deben tener el coraje de utilizar un nuevo vocabulario, un nuevo lenguaje, de realizar una nueva agenda.
¿Una agenda enfocada a esta nueva clase social?
— Sí. El precariado no ha dejado de crecer en los últimos diez años, sobre todo entre los más jóvenes. Los políticos deben entender cuáles son las aspiraciones del precariado, y no sólo sus miedos. Por una parte, temen no encontrar trabajo, no poder formar una familia, no tener una casa… pero, por otra, esta nueva clase social también reclama otra manera de vivir, más en favor del bien común y construyendo más red y más ecologismo. Vamos hacia un precariado que ya no se avergüenza de serlo. Ya no se sienten sólo unas víctimas: también buscan un futuro mejor, una sociedad mejor y un sistema de redistribución de la mejor riqueza.
¿Deberían también los políticos incluir a los colectivos más invisibilizados en su agenda? ¿Aquellos que no se tienen en cuenta como parte de la economía o la política como los sinhogar o las mujeres que se dedican a los cuidados familiares?
— Totalmente. Debemos reconceptualizar lo que entendemos por trabajo. Que el trabajo que realizan las mujeres, con los cuidados de pequeños y mayores, no cuente en términos de PIB es una locura; es sexista, es engañoso y es distorsionador. Y como ésta, muchas otras actividades. Como consecuencia de no tener en cuenta esto, los políticos ponen mal el foco, en los intereses erróneos y en generar puestos de trabajo mayoritariamente malos, alienadores y poco productivos, trabajos inútiles y mal pagados. Y mientras tanto hay personas que están trabajando muchísimo, cuidando de niños y personas mayores o haciendo voluntariados y otras tareas que no cuentan. Es ridículo.
«El ingreso mínimo vital es una de las políticas sociales más estúpidas que uno puede imaginar”. Entrevista a Guy Standing
¿Y cómo les hacemos cambiar este foco? ¿Votando distinto?
— Deben cambiar las estadísticas. Las que tenemos ahora dan una visión muy distorsionada de la realidad y con una visión sesgada tienes agendas y políticas mal enfocadas. Cambiar las estadísticas también es una manera de hacer política porque es necesario ver la realidad tal y como es. Un ejemplo: es más fácil y eficiente que, en lugar de intentar crear puestos de trabajo verdes, como quieren hacer los líderes presentes en la COP26, nos liberen de parte del tiempo de trabajo. Esto nos permitiría cuidar nuestro entorno más cercano, y esto es más ecológico.
Usted lleva 30 años teorizando sobre la renta básica universal y ahora parece más cerca que nunca. En España existe el ingreso mínimo vital (IMV), y en Catalunya, la renta garantizada de ciudadanía (RGC). Y ahora el Gobierno incluso se plantea iniciar un plan piloto de renta básica el próximo año. ¿Qué fórmula es mejor?
— El ingreso mínimo vital es una de las políticas sociales más estúpidas que uno puede imaginar: primero porque se basa en la unidad familiar y no en los individuos y segundo porque está condicionada a los recursos. Este tipo de ayudas deben ser universales y sin condicionantes. Todo el mundo debe recibirla y todo el mundo debe saber que el otro la recibe. Actualmente hay unos 80 pilotos en todo el mundo de renta básica universal y todos han dado resultados consistentes. Y lo importante es que, con esta ayuda, mejora la salud mental y la física, porque reduce el estrés y rebaja las exigencias del cuerpo. Si eres parte del precariado sufres inseguridad crónica y tienes problemas de salud mental por el estrés. Y lo peor es que quien lo sufre no vive sus consecuencias hasta muchos años después. Empiezan a tener problemas cardíacos, problemas de presión arterial, inicios de diabetes… enfermedades que sólo aparecen 20 o 30 años después. Los psicólogos nos dicen claramente que cuando vives con inseguridad crónica los niveles de inteligencia caen. No hace falta ser Einstein para entender esto. Si los políticos siempre van buscando medidas que den seguridad y estabilidad, ¡nada da más seguridad que la renta básica!
Ahora qué sé que cree que el IMV es una política estúpida…
— Un mero gesto, para ser educado.
¿Qué piensa de la RGC que tenemos en Cataluña?
— Que se hizo con buena voluntad, pero le falta más coraje. Debe ser universal. Si se desea, se puede financiar grabando más a las grandes fortunas.
¿Y no estamos muy lejos de esa idea?
— Los políticos están lejos de todo. Dicen que no podría mantenerse una renta universal y al mismo tiempo recortan tasas a las empresas, hacen barra libre de dinero a los bancos y los rescatan. Es una locura intelectual, pero hecho expresamente: los políticos sirven a quienes necesitan. Hay que acabar con el sistema que alimenta a los rentistas, aquellos que ganan dinero porque tienen propiedades o dinero. Aquellos que hacen dinero mientras duermen. Mi mensaje a los políticos jóvenes es que hace falta coraje y plantarles cara.
¿Está hablando también del problema de la vivienda?
— Por supuesto. La situación es imposible para el precariado que no se puede permitir una casa a menos que tengan el banco de papá y mamá. El sistema es disfuncional y, si no lo desmantelamos y paramos las ganancias de los rentistas, los precios seguirán arriba.
¿Y están los políticos actuales preparados para poner en el centro a personas precarias en lugar de intereses económicos?
— Si no lo hacen, pronto serán historia.
¿Y podría empezar a cambiarse mentalidades desde la educación, desde pequeños? ¿O la emergencia social no nos deja tanto tiempo?
— Es la pregunta más importante. Hemos reducido la educación, que ha pasado de ser una experiencia liberadora que convierte a las personas en mejores ciudadanos a ser un proceso acomodaticio que prepara a las personas para el trabajo. Les enseñamos a ser parte del precariado. Debemos empezar a asumir y cambiar para que la educación sea emancipadora y no alienadora.
(La entrevista la realizó Natàlia Vila).
es profesor titular e investigador en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres.
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