Por Antonio Muñiz / Especial Para Motor Económico
El fascista no es más que el burgués asustado. Bertold Brecht
Vivimos en un mundo en crisis, donde la sensación de caos empieza a sentirse. Dios ha muerto y ya no hay certezas, no hay ideologías totalizantes, no hay paradigmas que nos permitan entender la realidad. El marxismo entró en crisis con la caída de la Unión Soviética, y con el cayeron en desgracia las social democracias europeas.
La supremacía del modelo neo liberal como ideología global y totalizadora ocupó el centro de la escena. Era el fin de la historia según algunos teóricos, el triunfo final del capitalismo.
Sin embargo lo que se impuso fue la peor versión del capitalismo, un modelo de acumulación basado, no ya en la producción de bienes y servicios, sino en la especulación financiera, el estrativismo de los recursos naturales, la explotación de los recursos humanos, el saqueo por apropiación de la riqueza de los países, en especial los países de la periferia.
El resultado de ese proceso es el caos global donde nos toca vivir. Un mundo en guerra y al borde de un holocausto nuclear, una crisis climática ambiental, grandes hambrunas con migraciones masivas, con un alto costo en vidas humanas.
La acumulación y concentración del capital, ya predicha por Marx, no lleva que el 1% de la población tiene más riqueza que el 99 por ciento de los restantes habitantes del planeta. La riqueza de las 62 personas más ricas del mundo aumentó de 2010 a 2015 en un 45% ,poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600 millones de personas. Lo que nos indica el aumento de la disparidad y concentración excesiva.
La democracia liberal burguesa, nacida con la revolución francesa, bajo la hegemonía neoliberal, ha ido perdiendo eficacia en cuanto a sistema de resolución de conflictos y de ascenso social.
En el caso argentino, aquella frase de campaña de Raúl Alfonsín, que con “la democracia se come, se cura, se educa” resulto un cachetazo a la realidad, esta democracia que vivimos desde 1983 ha ido perdiendo su sentido. Los números indican que desde 1983 en adelante, las condiciones de vida de la población, sobre todo los sectores populares han ido perdiendo ingresos y calidad de vida. La pobreza, la indigencia y la desocupación han venido creciendo, salvo en algún intervalo, hasta los niveles de pauperización que vivimos hoy.
El neoliberalismo, no es solo una doctrina económica, es un proyecto político del imperialismo anglo yanqui , impuesto por las herramientas de control global FMI, Banco mundial, OMC, etc, destinado a “resetear” al mundo según los intereses plasmados en los consensos deWashington. Como proyecto político de dominación su objetivo es, al tiempo de apropiarse de los recursos naturales, quebrar el entramado social y político de los países dominados, destruir cualquier intento de desarrollo autónomo, bloquear cualquier construcción que pueda oponerse a sus designios, cooptar sus instituciones, los medios de comunicación, la fuerzas de seguridad, el aparato cultural, etc.
Este modelo entro en crisis a partir de la crisis económica global del 2008 en adelante. El modelo neoliberal mostró su verdadero rostro. Ha sumido al mundo en un caos global en casi todos los frentes, una crisis civilizatoria, casi apocalíptica.
El rey está desnudo:
La crisis global ha tenido como respuesta el surgimiento de corrientes antidemocráticas y autoritarias en Europa, EEUU, Latinoamérica, etc. Estamos ante el surgimiento de un nuevo fascismo? Es posible entender estos nuevos fenómenos con categorías viejas?
El triunfo de la italiana Georgia Meloni, representando a un partido que tiene su base en el fascismo histórico italiano, llevó a los analistas a centrarse en comparaciones con la formas del pasado. En principio es innegable que las crisis contemporáneas están generando nuevas formas de política reaccionariasy/o conservadoras que no necesariamente son similares a los movimientos “fascistas” de entre guerras.
También es necesario distinguir el fascismo de otras formas políticas de derecha, por ejemplo el conservadorismo. Aquí la diferencia está en las formas, los conservadores se manejan dentrode un marco institucional de una democracia liberal o constitucional, aun en sus extremos. En cambio los movimientos fascistas descreen de las formas constitucionales democráticas, llevando la construcción política por fuera de las formas constitucionales, construyendo movimientos violentos, autoritarios, llegando al extremo de la destrucción física del adversario. Esta lógica autoritaria los aleja claramente de la modernidad y de la democracia.
En tercer lugar, en general el fascismo, sobre todo el europeo, se basa en un nacionalismo extremo y agresivo. Esta idea de nación fue la fuente de conflictos internacionales, que llevaron a guerras permanentes interimperialistas, sobre todo en el siglo XX.
Hoy podemos ver en los discursos de la derecha viejas formas y conceptos reaccionarios, como la anti política, la misoginia, la masculinidad agresiva, anti derechos de la minorías, odio a las políticas de género, odio al extranjero, la construcción del “otro” como enemigo, el uso de la religión como herramienta política, la construcción de lo político como espectáculo, con marchas, uniformes, uso de las armas, un patriotismo exacerbado y un nacionalismo radical. En general ideas sencillas, muy básicas, asentadas en un “sentido común” muy primario. El nazismo por ejemplo se caracterizó, entre otras cosas por un profundo anti intelectualismo, un renunciamiento al pensamiento abstracto.
Una diferencia actual , que marca dos mundos distintos, mientras la derecha europea y norteamericana busca defender el mercado interno, la re industrialización y el pleno empleo para sus connacionales, hoy agredidos por la globalización, en Latinoamérica, caso Brasil y Argentina, son formas muy autoritarias en lo político pero neoliberales en lo económico.
Estos son los criterios que definen en general al fascismo. Se repiten en distintos países y momentos históricos, no solo en la Europa del siglo veinte, sino también en nuestra coyuntura contemporánea.
La crisis y la serpiente:
¿Qué sociedad genera estas formas fascistas? ¿Qué tipo de crisis hace que se valore una política así? ¿En qué momento la gente empieza a encontrar que los rasgos de esta política son atractivos, especialmente el recurso a la violencia política? ¿Qué hace que las personas la vean como algo necesario o beneficioso? Hay elementos comunes que se repiten estructuralmente en diferentes momentos.
El fascismo encuentra posibilidades de desarrollarse bajo el marco de crisis extrema.
En primer lugar, las formas e instituciones democráticas dejan de garantizar una gobernanza estable y efectiva. Estos acuerdos de gobierno funcionan tan mal que pierden el consenso social. Cuando concurren estas crisis —crisis de representación, crisis de consentimiento; parálisis del gobierno, crisis económica — surgen estados de excepción en el marco de los cuales puede empezar a ganar fuerza una política específicamente fascista.
Como decíamos al principio de la nota, la crisis global, resultado de casi cinco décadas de una globalización basada en la ideas neoliberales, con la consecuente lucha entre fracciones económicas, bloques políticos y naciones para definir las nueva hegemonías, han generado un estado de caos, falta de horizontes, un pesimismo sobre el futuro, etc, que hace que los pueblos busquen salidas mágicas.
Cuál es la respuesta desde los movimientos populares?
En principio la tarea política pasa por construir el frente más amplio posible que nuclee a las fuerzas populares y democráticas; ampliar la democracia rompiendo los moldes de la democracia representativa, recuperar la política como herramienta de transformación; dar el debate ideológico en todos los órdenes; construir comunidad y organización popular; ganar y sostener la movilización en calle, regalarle la calle a los grupos de derecha es suicida; reconstruir el movimiento nacional, sumando y organizando a las organizaciones sociales y políticos, a todos los grupos e iniciativas que trabajan en temas específicos, como el feminismo, los derechos reproductivos y LGTBQ, la salud pública, el ambientalismo, el combate contra la pobreza, el combate contra el odio, los derechos humanos, los derechos laborales, etc.
Esto implica desarrollar una conversación urgente que atraviese a todos estos grupos que suelen desarrollar su acción por separado, muchas veces en forma sectaria.
La derecha tiene claro cuáles son los límites y donde están los enemigos. En cambio esto no es tan nítido en los grupos democráticos, progresistas o de izquierda, que suelen caracterizarse por un sectarismo extremo. Todas esta luchas solo son viables enmarcadas y conducidas desde el movimiento nacional.
Por último, es fundamental no subestimar a estos grupos neo fascistas. No hay que cometer el error histórico de la social democracia alemana que confió en la fortaleza de las instituciones de la republica de Weimar y subestimó a un Hitler, caracterizándolo como un “loquito suelto”. Alemania y el mundo pagaron caro esos errores.
Semanas atrás vimos como un grupo de “loquitos sueltos”, imbuidos por ideas de odio y resentimiento , pero financiados por importantes grupos del poder económico, intentaron ganar la calle y amedrentar a políticos opositores primero y luego, cebados, intentaron asesinar a la Vice Presidenta y principal figura política argentina.
En estos grupos pequeños y marginales, en algunas estructuras del sistema de seguridad argentino, en varios medios de prensa y en figura como Macri, Bulrich o Milei se está gestando la serpiente.
En nuestras manos está que no rompa el cascarón, no sólo mediante medidas policiales, sino también atacando el origen del mal: la pobreza y el desempleo, la falta de ilusión, la falta de un futuro mejor, esto es, cambiar un sistema perverso que acepta la precariedad y la exclusión como algo normal.
Estemos atentos antes que sea tarde.