Edición n° 2879 . 09/10/2024

EL EXTRAÑO MUNDO DE JAVO EL VIAJERO/O SEA, DIGAMOS: LA POLÍTICA EXTERIOR ARGENTINA

En siete meses Argentina cambió su lugar en el mundo. Y no se entiende del todo cuál es. Destrato inédito con China, desdén hacia los países latinoamericanos y confusión geopolítica generalizada. Fascinado con Israel y Estados Unidos, Milei pasó viajando por el exterior 41 de sus 215 días en la presidencia, pero para reunirse con multimillonarios, asistir a actos de organizaciones de ultraderecha y dar conferencias. Diego Iglesias conversó con expertos en política internacional e intenta entender dónde estamos.

( Por: Diego Iglesias/ Arte: María Elizagaray Estrada)

Javier Milei está por quinta vez en Estados Unidos participando en Idaho de la conferencia anual de multimillonarios de Sun Valley. Sin contar esta estadía en curso, desde que asumió, el Presidente hizo 10 viajes, visitó 9 países, recorrió 193.698 kilómetros y estuvo fuera de la Argentina 41 días. Javión Milei. A priori, esto supondría una intensa política exterior, pero no: su gira mágica y misteriosa por el mundo responde a su insaciable deseo de reconocimiento, que lo lleva a participar de foros de ultraderecha, la mayoría de ellos marginales, mientras se ausenta de reuniones claves para nuestro país como la de esta semana en Paraguay del MERCOSUR. El escenario es inédito: los intereses argentinos en el ámbito internacional quedaron reducidos a la promoción de Milei como un profeta del anarcocapitalismo.  

El Presidente tiene pocas ideas. Y además, son fijas y bastante elementales. Una de ellas es concebir el planeta con las gafas de Marvel, donde los que para él son buenos son muy buenos y los malos, muy malos. Entre los primeros están Estados Unidos e Israel. Entre los segundos, China, España, México, Colombia, Brasil, Bolivia y Chile porque, se sabe, “son comunistas”.

Le consulté a Enzo Girardi, doctor en Relaciones Internacionales y especializado en geopolítica, qué piensa sobre esta división tajante que hace Milei del mundo. Luego de reírse, me dijo: “Estamos viviendo una crisis del orden global liberal de alcance civilizatorio. Está en juego cómo nos concebimos: ¿integrantes de una comunidad o súper individuos? Y ahí aparece una puja geopolítica mundial entre los Estados nación soberanistas (China, India, Rusia entre otros) y quienes defienden un proyecto universalizador corporativo postestatal neoautoritario (Sillicon Valley y el capitalismo financiero). Estos últimos buscan crear un hombre infalible, transhumanos hijos de una tecnología tecnoliberal y los primeros ven en esto un desafío a sus concepciones filosóficas, religiosas, políticas y culturales”. Apa, Javier, parece que lo que se está disputando hoy en el mundo #EsMásComplejo.

Pero no es la complejidad lo que caracteriza al Presidente: su único interés en política exterior se reduce a permanentes y exageradas acciones y gestualidades con Israel y Estados Unidos. Juán Gabriel Tokatlian, profesor plenario de la Universidad Di Tella y uno de los académicos más reconocidos en el ámbito de la política internacional, me cuenta una anécdota que ilustra muy bien la particular devoción de Milei por estos dos países: “Le pregunté a un embajador como estaba la relación con Argentina y me respondió, ´¿Viste que en la ONU hay 193 países? Bueno, Milei solo tiene vínculo con 2, nosotros estamos dentro de los 191 restantes´». En términos románticos, sólo tiene ojos para ellos. 

A Israel lo une una fascinación rayana con el fanatismo desde que inició su proceso de conversión al judaísmo. Esto se traduce no solo en gestualidades, como su visita a puro llanto al Muro de los Lamentos o la reunión de gabinete que convocó de urgencia a mediados de abril luego de los bombardeos iraníes a Israel, a la que insólitamente invitó al embajador israelí Eyal Sela. También se expresa en acciones concretas ante organismos internacionales contrarias a la tradición diplomática argentina.  

Dos días después de asumir Milei ordenó que Argentina se abstuviera de votar en la ONU, que pidió un alto al fuego en Franja de Gaza. Ese reclamo fue apoyado por 153 países. En mayo, Argentina fue uno de los 9 que, junto a Estados Unidos, Israel, República Checa, Hungría, Palau, Papúa Nueva Guinea, Nauru y Micronesia, se opuso a que Palestina ingrese como miembro pleno de la ONU. Esta posición fue derrotada, porque 143 miembros votaron a favor.

A esto hay que sumarle dos cosas. Primero, la intención de trasladar la embajada argentina desde Tel Aviv a Jerusalem, algo que prácticamente ningún país del mundo quiere hacer porque esa ciudad sagrada tiene un estatus especial de acuerdo a sucesivas resoluciones de la ONU. Segundo, su ausencia a un evento en el Centro Cultural Islámico de Palermo, donde dejó colgados a 19 embajadores de países árabes porque en el camino se enteró de que allí estaba el encargado de Negocios de la Embajada Palestina. Este desplante motivó una queja de La Liga Árabe.   

¿Todo esto a cambio de qué para Argentina? De nada. Milei transformó su devoción religiosa y personal por Israel en una política de Estado.  

Si el vínculo con Israel se explica por sus convicciones personales, ¿a qué se debe su fascinación con Estados Unidos? Para Tokatlian, lo que hace es totalmente racional. “Tiene que ver con una condición material. Milei quiere recursos. Ahora, que sea racional no significa que su análisis sea el correcto. ¿Cree que el FMI le va a dar más plata? ¿O que van a venir inversiones? Nada de eso sucederá sólo por su gestualidad desmesurada.” 

Además de sus 5 visitas a Estados Unidos en tan sólo 7 meses y del alineamiento en la ONU con ese país, hay un hecho que describe mejor que ninguno esa “gestualidad desmesurada”. En la medianoche del 4 de abril, Milei viajó hasta Ushuaia para recibir como si fuera una jefa de Estado a la Comandante del Comando Sur estadounidense, la generala del Ejército Laura Richardson. A su lado, el Presidente dijo: “Queremos reforzar nuestra alianza estratégica con Estados Unidos”. Bien que lo aclaró, no nos habíamos percatado.

Jorge Taiana complementa lo que me dijo Tokatlian y está convencido de que Milei comete un error estratégico, porque ve un mundo que ya no existe. “En lo político intenta imitar a Menem. Afianza sus relaciones carnales con Estados Unidos porque busca obtener beneficios materiales. Pero no entiende que cuando Menem hizo ese movimiento, Estados Unidos era la megapotencia triunfante en un mundo que se había vuelto unipolar tras la caída del muro de Berlín. Ahora la situación es completamente distinta. Estamos en un mundo multipolar con una hegemonía estadounidense en declinación. ¿Cuánto nos beneficia y cuánto nos perjudica entonces este descarado alineamiento?”.

En línea con la exageración, las posiciones de Milei y su canciller Diana Mondino respecto a China también pueden leerse como un gesto hacia los Estados Unidos que, sin exigirlo, tiene a una de las tres economías más grandes de Latinoamérica con una posición expresamente antichina. Para Tokatlian “hay una búsqueda de afinidad íntima con Estados Unidos que curiosamente no está reclamando esa afinidad”. Es decir, no te piden tanto, Javier.

China es actualmente nuestro tercer socio comercial (hasta hace poco era el segundo). A pesar de eso, Milei aseguró: «No solo no voy a hacer negocios con China, no voy a hacer negocios con ningún comunista. Soy un defensor de la libertad, de la paz y de la democracia. Los comunistas no entran ahí. Los chinos no entran ahí”. Mondino no se quiso quedar atrás con las ofensas verbales y en una entrevista a Clarín dijo: “Son chinos, son todos iguales”.

Le pregunté al ex embajador en China, Sabino Vaca Narvaja, por las repercusiones de estas palabras y me dijo que “este gobierno precarizó sustancialmente la relación con China. En 52 años de relaciones diplomáticas nunca se vio este destrato. Además de los insultos, el Poder Ejecutivo se acercó a Taiwán, que es la línea roja para China, como para nosotros Malvinas, y frenó acuerdos de inversión millonarios en las centrales Jorge Cepernic y Néstor Kirchner”.

La diplomacia China no se caracteriza por respuestas pasionales a las agresiones verbales o a las acciones que perjudican sus intereses. Pero toma nota y responde a través de cuestiones comerciales. Australia puede dar testimonio. El gigante oceánico acordó con Estados Unidos y el Reino Unido formar una alianza estratégica, AUKUS (del acrónimo en inglés de Australia, Reino Unido y Estados Unidos), para defender los intereses compartidos en el Pacífico. China interpretó esto (con razón) como una forma de evitar su avance en la zona. ¿Cuál fue la respuesta de Pekín? Redujo las compras de carne a Australia (pasó de ser el segundo proveedor al cuarto) y le puso un arancel a los vinos provenientes de ese país, lo que provocó el derrumbe de las exportaciones australianas hacia China.

Siendo que China es una potencia con un poder tal que le disputa la hegemonía a los Estados Unidos, me pregunto por qué entonces no castigó a la Argentina negándole la renovación del swap por 5 mil millones de dólares que vencían este mes y que finalmente deberán pagarse recién en julio de 2026.  Vaca Narvaja me da una respuesta posible: “China busca ayudar a los países emergentes. ¿Por qué? Porque se disputa la influencia en el tablero mundial con Estados Unidos. Además, China, que tiene asiento en el FMI, no querría quedar como el responsable del default argentino”. 

En un escenario planetario conflictivo, peligroso e incierto, los países buscan fortalecerse a través de la conformación de bloques que amplifiquen su voz y sus intereses. La Argentina de Milei es también una excepción en este punto nodular de la política exterior. Nuestro vínculo con la región es inaudito. Tokatlian me comenta: “Milei es el presidente argentino con más desdén, desinterés y destrato con América Latina de toda la historia”. Además de los agravios a otros jefes de Estado – “comunista y corrupto” a Lula, “ignorante” a López Obrador, “asesino terrorista” a Petro, “empobrecedor” a Boric – y las torpezas diplomáticas – condenar tibiamente el intento de Golpe de Estado en Bolivia y luego salir a decir que fue un “autogolpe” sin ningún elemento de prueba – lo central es que nuestro país está dejando de ser un actor de peso en la región. Esto rompe con una tradición diplomática. Desde hace más de un siglo, Argentina siempre ha tenido una política exterior de interés y despliegue en América Latina. Pero ahora se produjo un giro notable. Milei no fue en febrero a la cumbre de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) ni tampoco a la del Mercosur. Su ausencia en esta última provocó el enojo de Lula – “fue una enorme tontería” dijo -, del presidente de Paraguay Santiago Peña – “tenemos que renovar la cultura de la integración; estos espacios son importantes» – y de Luis Lacalle Pou – quien directamente dijo “deberíamos estar acá todos los presidentes” -. 

A esta altura, las limitaciones de Milei son evidentes. No puede debatir políticamente con nadie y por eso sólo va a ámbitos de tribuna donde lo aplauden y vitorean. Pero no estar en estos espacios tiene sus consecuencias. Tokatlian me lo resume en un frase: “Hay un dicho estadounidense que dice ‘o estás en la mesa o sos parte del menú’. Con esta política exterior, vayamos acostumbrándonos a que nos coman. 

La desidia de la diplomacia argentina es tal que por primera vez el documento final del Mercosur no incluyó el reclamo argentino por las islas Malvinas. Le pregunté a Taiana cuán relevante es esto y fue contundente: “Es gravísimo. Malvinas es un tema relevante para otros países de la región de acuerdo al empuje y a la importancia que nosotros le demos. Necesitamos el apoyo de la mayor cantidad de estados posibles para mantener nuestro reclamo de soberanía activo frente al Reino Unido. Con este tipo de acciones, abrís el camino a que el tema se diluya”. Lo que no podemos decir es que la política desmalvinizadora de Milei no la vimos venir. Siempre destacó su admiración por Margaret Thatcher, a quien calificó como “una de las grandes líderes de la humanidad” y una persona “brillante”.

Pero hay un combate que el Presidente si decidió librar con fuerza en materia de política exterior: contra la agenda 2030. Este acuerdo suscrito por todos los países que integran la ONU (esto incluye a la Argentina, claro) tiene, entre múltiples objetivos, trabajar activamente por la igualdad de género. 

El Gobierno ejecutó dos movimientos que dejan bien en claro su posición al respecto. 

El primero fue en marzo y tiene ribetes inesperados, porque Argentina terminó votando con Rusia, Irán Nigeria, Irak, Nicaragua y Mali en contra de un documento sobre igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU. Sería desopilante si no fuese grave. 

El segundo movimiento es reciente y es el nombramiento de Úrsula Basset como Jefa de Gabinete de la Cancillería. Basset es Doctora en Derecho de la UCA y militó activamente contra el matrimonio igualitario, la educación sexual integral (ESI) y la despenalización del aborto. Está clara cuál será su función desde la Cancillería.  

Consulté a Pablo Stefanoni, doctor en Historia y autor del best seller “¿La rebeldía se volvió de derecha?”. Le pregunté por qué cree que para el Gobierno es tan prioritario este combate y me respondió que “el único punto en común que comparten las ultraderechas de todo el mundo es su antiprogresismo o antiwokismo, entendiendo esto como la lucha contra el feminismo, los movimientos LGBT, el ambientalismo y la justicia social. Milei no escapa a eso”. Las ultraderechas están convencidas de que el marxismo, derrotado en lo político luego de caída del muro de Berlín, triunfó en lo cultural y permeó en todas las instituciones. 

En definitiva, la actual política exterior argentina está guiada por una visión superideologizada y sumamente personalista que nada tiene que ver con los intereses estratégicos del país y sí con los deseos y caprichos de su Presidente. 

El resultado de estas acciones ubica a la Argentina en un escenario cada vez más marginal en términos diplomáticos, que suele pasarse por alto ante la atención que despierta el personaje Milei en la prensa mundial. Pero una cosa es tener una política exterior que permita que nuestro país tenga una voz que se escuche en el mundo y otra muy distinta es que poco a poco seamos célebres como consumo irónico. 

Los libertarios suelen decir que por la fama que alcanzó Milei “estamos jugando las ligas mundiales”. ¿De qué hablan?