¡La multipolaridad es el proyecto —humano y social— y la esperanza de los pueblos y de los trabajadores del mundo para construir y afianzar un nuevo orden internacional del siglo XXI!
Hablar del dólar es hablar de la hegemonía-supremacía de Estados Unidos en tanto imperialismo global. La historia mundial corrobora esta afirmación en la medida en que, entre otros instrumentos de dominio, ha sido con esa moneda y su sistema financiero y monetario, desde Breton Woods, que ha asegurado y reproducido no sólo su geopolítica internacional, sino, además, las relaciones imperialismo/colonialismo/dependencia.
Cuando los mecanismos de esa relación fallan o se muestran insuficientes para mantenerla, entonces el Estado, el capital dominante y las burguesías imperialistas —con el contubernio de las lumpenburguesías y oligarquías de los países dependientes— activan desde la inducción de las crisis económicas, monetarias y financieras, las guerras de baja intensidad y los golpes de Estado (ortodoxos, blandos, parlamentarios o judiciales), hasta la intervención militar abierta para restablecer y mantener un estatu quo acorde con sus intereses globales y geopolíticos. A lo largo de su historia, América Latina, Asia y África han sido testigos y víctimas de ello, primero como colonias y, después, como países dependientes y subdesarrollados que, para sobrevivir, tienen que reproducir las relaciones imperialismo-dependencia-colonia en beneficio del intercambio desigual, la superexplotación del trabajo, de las transferencias de valor, de plusvalía y de riqueza hacia los centros capitalistas avanzados.
De acuerdo con RT (26 de abril de 2023), el uso del dólar estadounidense pasó del 73% en 2001 al 55% en 2020. Mientras que, a partir de la aplicación de las «sanciones» contra Rusia el porcentaje descendió al 47%, perdiendo participación de mercado diez veces más rápido. Esto corrobora lo dicho por la prensa independiente y los analistas responsables respecto a que, desde un principio, la política de Washington de las llamadas sanciones aplicadas contra Rusia, y seguidas bajo sus órdenes por los dóciles gobernantes neoliberales y de derecha del occidente colectivo, no han hecho otra cosa más que afectar al dólar y a los pueblos de las naciones de ese conglomerado territorial imperialista en que Estados Unidos ha convertido a la llamada Unión Europea completamente alienada a su geopolítica.
La inflación, el incremento de las tasas de interés, la crisis energética, la merma de los salarios reales y la afectación de las condiciones de vida y laborales han hecho estragos en las clases trabajadoras y populares europeas y de Estados Unidos al influjo del incremento demencial de los gastos militares y del envío de armamento al régimen nacionalista ucraniano con el objetivo imperialista explícito no sólo de «ganarle» la guerra a Rusia, sino de destruirla en el entorno de la confrontación estratégica con China.
La miopía del presidente Biden, de sus asesores y la de la mayoría de los gobernantes acantonados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), organismo militar completamente subordinado y dirigido por Estados Unidos, ha hecho creer, a través de los medios de comunicación, en las redes sociales y en una opinión pública manipulada por éstos, desde que comenzó la operación especial en Ucrania (24 de febrero de 2022), que Rusia «estaba derrotada» y que era cuestión de días y hasta de horas para que sucumbiera ante el gobierno neonazi que encabeza el excomediante Zelenski.
Es evidente que el imperialismo oculta lo obvio: que Rusia no podrá ser derrotada ni destruida y que, por el contrario, la crisis y la guerra la han convertido en uno de los protagonistas del nuevo orden multipolar en ascenso frente al declive, y deterioro, del unilateralismo históricamente promovido por Estados Unidos en el contexto internacional.
El inminente declive del dólar, desde por lo menos hace dos décadas, en las transacciones comerciales y financieras, frente a la aparición de nuevas canastas monetarias: yuan o renminbi, rupia, rublo y rial, entre otras, impulsadas por países como China, India, Rusia e Irán; —de bloques como los BRICS (acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, véase nuestro artículo «Los BRICS ponen en jaque la hegemonía del dólar» o la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) constituida por 9 miembros: China, India, Irán, Kazajistán, Kirguistán, Pakistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán; por tres observadores: Afganistán Bielorrusia y Mongolia y ocho «socios de diálogo»: Arabia Saudita, Azerbaiyán, Armenia, Catar, Camboya, Egipto, Nepal, Sir Lanka y Turquía (Wikipedia, s/f), anuncian la aparición y expansión de este tipo de bloques y organismos que se están multiplicando conforme se socaba la confianza y se afianza el declive del dólar en las transacciones globales.
De este modo se están construyendo las infraestructuras, proyectos, políticas e instituciones nacionales, regionales y globales capaces de impulsar el nuevo orden multipolar en el que Estados Unidos tendrá que lidiar y convivir, ya no como imperialismo supremo y unilateral, sino como un protagonista más, si bien importante y con influencia, como ocurrió con el declive histórico de las grandes potencias imperialistas, entre otras, Gran Bretaña y Alemania que hoy se ubican, en el marco de la economía capitalista mundial y de las relaciones internacionales, por debajo de países y potencias en ascenso como China.
Adrián Sotelo Valencia. Profesor-investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Fuente: rebelion.org