Bausili y Caputo intentaron hacer lo que mejor saben: conseguir dólares en el exterior. Fracasaron. El gobierno apuesta a llegar sin sobresaltos al mes de liquidación de la cosecha gruesa. ¿Podrá?
(Por Raúl Dellatorre/ Página 12/ Motor Económico) Los 4700 millones de dólares que el FMI se comprometió a desembolsar en las próximas semanas no es todo lo que Luis Caputo esperaba, pero le permitirá seguir confiando en la posibilidad de llegar a abril (fecha prevista para la liquidación de la cosecha gruesa) sin una disparada de los dólares financieros que convierta la brecha cambiaria en una espada de Damocles sobre su cabeza. No le será fácil, porque además del delicado equilibrio cambiario que deberá sostener (sin dólares en reservas para atender la demanda de importadores, ni créditos del exterior), tendrá que contar con que, en el camino, los conflictos políticos no terminen derrumbando su castillo de naipes.
El gobierno es conciente que la falta de dólares es una de sus principales debilidades. Quizás en algún momento, Javier Milei se haya ilusionado con algún aporte multimillonario del exterior al que aludió, pero que nunca llegó. Y luego Caputo, ya nominado como ministro, confió en sus buenas artes en el manejo de las relaciones financieras internacionales para obtener fondeo externo, que tampoco logró. Ni siquiera en los organismos internacionales, pese a plantear como plan de gobierno un ajuste tan o más brutal que el recetado por esos mismos organismos.
Hubo un último intento. En las semanas previas a la visita de la misión técnica del FMI al país tuvo lugar un intensa comunicación vía zoom o teleconferencias, entre funcionarios de la cartera económica y de presidencia (Milei incluído) con las principales jerarquías del FMI, con Gita Gopinat (vicedirectora gerenta) en el papel protagónico. La intención planteada desde Buenos Aires era que, si no había una ampliación del crédito de parte del Fondo para reemplazar las condiciones del acuerdo vigente, al menos se le adelantara al Tesoro argentino todos los desembolsos previstos hasta el fin del presente acuerdo en forma inmediata.
Esto es, lo pendiente del año anterior más los pautados para este año, lo que totalizaba poco más de 10 mil millones de dólares (desde la sexta hasta la décima revisión del acuerdo, inclusive). En vez de eso, el FMI se comprometió a desembolsar, en lo inmediato, menos de la mitad de lo solicitado: unos 4700 millones de dólares.
Esos fondos deberán ser destinados en su totalidad al pago de los vencimientos de capital del acuerdo stand by de 2018, firmado por el gobierno de Macri, de este mes y de abril, por aproximadamente 1900 millones de dólares cada uno, más la cancelación del préstamo de la CAF (banco latinoamericano de desarrollo) de unos 900 millones otorgado en diciembre. Con ese préstamo, se pagó el vencimiento de ese mismo mes con el FMI.
Es decir, que ni el Banco Central ni el Tesoro tendrán libremente disponibles esos recursos que desembolse el FMI, pero al menos libera al Tesoro de sus principales compromisos de deuda del cuatrimestre y le quita presión al Banco Central para atender los requerimientos del mismo Tesoro.
Por ahora, el equilibrio que va manteniendo el Banco Central en materia cambiaria se basa en seguir recibiendo las liquidaciones de exportaciones retenidas del período anterior al 10 de diciembre, estimuladas por una devaluación que colocó el valor del dólar mayorista arriba de 800 pesos, manteniendo la autorización de liquidar el 20 por ciento de las divisas ingresadas a través del dólar «contado con liqui», que cerró la semana arriba de los 1100 pesos. De lo cual resulta un dólar exportación (antes de descontar retenciones) de más de 880 pesos.
A su vez, Caputo va manteniendo cierto control sobre la brecha entre el «contado con liqui» y el dólar oficial, en la última semana en torno al 40 por ciento, con el aporte de oferta extra que representan los dólares que liquidan en esa plaza financiera los exportadores.
Ambos equilibrios aparecen amenazados por circunstancias semejantes. El Banco Central mantiene «pisadas» las ventas de divisas a importadores y empresas que necesiten girar dólares al exterior para cualquier otro tipo de pagos (vencimiento de deudas, por ejemplo). No existe precisión sobre la cifra, pero se siguen acumulando compromisos privados impagos con el exterior. Mientras se mantiene la expectativa de que en algún momento no tan lejano las autoridades abrirán alguna ventana para operar dichos pagos a través del mercado oficial de cambios (MULC), no hay una corrida de esos deudores hacia el CCL aceptando pagar más caro para cumplir con sus compromisos. Por ahora, siguen esperando.
Es decir, si el Banco Central levanta el pie de las operaciones «pisadas», se le diluyen las reservas en pocas semanas. Así, no llegaría a abril. Pero si las mantiene pisadas mucho tiempo, se corre el riesgo de que se dispare el precio del CCL y se amplíe peligrosamente la brecha cambiaria. En ese caso, al que se le desequilibran las cuentas es a Caputo, porque ese movimiento en el mercado provocaría, por lo pronto, un nuevo shock inflacionario (sobre una situación actual de precios que no hace falta explicar) y, de manera simultánea, fuertes presiones devaluatorias sobre la cotización oficial. Todo, antes de abril.
La experiencia del bono en dólares para importadores, el Bopreal, intentó ser una respuesta que le quitara presión a la demanda de dólares para pagos al exterior. No fue ese el resultado, porque el Bopreal –que los importadores con deuda en el exterior compran en pesos– no sirve como instrumento de pago, pero sí como una cobertura de cambio para futuras operaciones.
Es una atractiva alternativa de inversión para quienes operan en comercio exterior, pero no le resuelve el problema inmediato. Por eso hay tanta reticencia a comprarlo. Se estima que hay más de 60 mil millones de dólares en deudas comerciales con el exterior en mora; en el registro de importadores que se abrió para los que habían solicitado por SIRA las divisas y no las recibieron se inscribió la tercera parte, por unos 21 mil millones de dólares (primer dato llamativo), pero en la suscripción de los Boprear, al que sólo pueden acceder quienes se hayan inscripto en ese registro, apenas se computan operaciones por 1100 millones de dólares.
El problema de la deuda de importadores, en consecuencia, sigue abierto y es una olla a presión que puede afectar la estrategia oficial.
El gobierno aspira a estar en condiciones de dar respuesta a estas demandas a partir de abril, cuando ingresen los dólares de una cosecha que pinta abundante en saldos exportables.Pero difícilmente pueda poner en pausa todos los problemas señalados por tres meses.
El FMI no trajo una solución financiera ni económica, pero sí un fuerte respaldo político. Lo mínimo indispensable para mantener al país y su economía atados a sus intereses. El tono y el lenguaje del documento final de la misión técnica lo hace parecer escrito por Luis Caputo o un miembro de su staff, por los elogios a la actual gestión y las culpas que le carga al anterior gobierno.
Caputo, a su vez, elude hablar de la imposibilidad del gobierno de acceder al mercado de créditos en dólares y lo presenta como una decisión autónoma de rechazo a endeudarse. «La deuda que se toma sólo obedece a que el país gaste más de lo que se recauda», postula. El mismo Luis Caputo que en 2018 batió un récord mundial de endeudamiento con el FMI que, hasta hoy, nadie logró superar.