En Argentina, los gobiernos peronistas transitaron hacia una meritocracia comprometida con el bien común y que no requiere de credenciales de riqueza, remuneración o herencia.
Por Rodolfo Apreda *
El significado convencional de la expresión meritocracia refiere a un sistema de gobierno de ciudadanos elegidos de acuerdo a sus méritos. Para que esta definición de diccionario sea de utilidad, se deben responder dos preguntas: ¿Qué se entiende cuando se habla de méritos? ¿Quiénes pueden integrar este grupo selecto?
Los méritos pueden implicar condiciones intelectuales, habilidades técnicas o profesionales, experiencia previa, nivel de riqueza, pertenencia a una clase social o a un partido político. Sobre quiénes califican, cada época tiene sus propios criterios: desde los más restrictivos que elegían sólo a ciudadanos griegos y romanos hasta llegar al siglo XIX, cuando las democracias representativas reclamaron igualdad de oportunidades para que el mayor número de ciudadanos aspiren a la gestión de gobierno. El concepto es relativo y debatible, y depende de contextos históricos, diferentes sistemas políticos e ideologías antagónicas.
¿Qué propone el neoliberalismo?
Se basa en la construcción de un club privado para los que más tienen, más ganan o son herederos. En los hechos, es una alianza de grupos de interés que buscan perpetuarse, con la colaboración permanente de dirigentes políticos, legisladores, ejecutivos de empresas, jueces, periodistas y profesionales.
Una asociación de tinte fascista que reconoce como mentores originales a Pareto, Mosca y Mitchell, quienes fueron instrumentales para las dictaduras de Adolf Hitler y Benito Mussolini antes de la segunda Guerra mundial, así como la nutriente colaboración de Milton Friedman y Friedrich Hayek, cuyas escuelas son arquitectas de los regímenes de Ronald Reagan, Margaret Thatcher, los Bush, Donald Trump, Jair Bolsonaro, Sebastián Piñera, sin olvidar a Pinochet y el llamado Plan Cóndor aplicados diligentemente por las dictaduras militares en América Latina.
Algunos lectores se preguntarán qué podemos decir de un alto ejecutivo o empresario que gana lo suficiente para enviar a sus hijos a una escuela primaria o secundaria de élite (pagando una cuota mensual de 250.000 pesos por hijo), y proporciona a su familia medicina prepaga por encima de los 200.000 pesos mensuales, al tiempo que posee una casa en un barrio cerrado y tres coches. Enhorabuena que lo puede hacer, siempre que los ingresos provengan de su trabajo o inversiones legítimas y justificables. Sin embargo: ¿Cuántos pueden lograrlo? En Argentina, la clase media acomodada y la alta no supera al 20 por ciento de la población.
El aspecto clave del neoliberalismo es cómo asegurar el poder político para que los miembros del club, sus asesores y sus hijos aprovechen sus privilegios. Para que todos ellos ganen la puerta de ingreso a gobiernos, corporaciones, universidades, fundaciones, grupos empresariales, medios de prensa, partidos políticos y organismos internacionales. La respuesta es directa: mediante la represión social y económica del resto de la sociedad.
La represión
Para ser exitoso, el neoliberalismo aplica, como lo ha estudiado en profundidad el professor Raj Patel (The Value of Nothing) dos mecanismos de ingeniería poblacional: la exclusión social y la privación económica.
Excluimos socialmente a un ciudadano cuando limitamos su capacidad para participar de manera efectiva en la sociedad. En Argentina, son muchos los piqueteros, cartoneros, familias habitantes de las villas, desocupados, enfermos sin recursos y gente en situación de calle. Son muchos y su número aumenta toda vez que las empresasdespiden personal o robotizan sus plantas, y cuando los fijadores de precios expulsan del consumo de supervivencia a miles de familias vulnerables.
Al ciudadano se lo priva económicamente al negarle recursos monetarios para la adquisición equitativa de servicios y bienes disponibles. Sin ingresos mensuales adecuados no se come, no se educa, no se cura, no se paga el alquiler. Sin trabajo formal no hay futuro previsional; sin asistencia estatal, miles de hogares y jubilados no podrían enfrentar gastos de luz, gas, teléfono, agua potable, medicamentos y transporte.
Estos mecanismos represivos erosionan de manera sistemática dos bienes públicos: la educación y la salud. Las escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires tienen una inadecuada provisión de agua potable y sanitarios, ventiladores, calefacción, mobiliario, comida. En muchos establecimientos se han detectado roedores y alacranes. La asistencia hospitalaria cuenta con un nivel similar. Médicos, enfermeras, maestranza, auxiliares, cobran sueldos emparejados con niveles de pobreza y se les niega a enfermeros el derecho de profesionalización, mientras que servicios completos dejan de prestar atención por falta de equipamiento, y sus planteles técnicos emigran hacia otras provincias o se colocan en ámbitos privados alternativos. Como han denunciado los concejales del Frente de Todos, el presupuesto de CABA para salud y educación ha sufrido una reducción paulatina en los últimos años, y esos recursos se dedican al marketing político.
Meritocracia Social
A partir del siglo XX, y como consecuencia de dos guerras mundiales, la Gran Depresión, el rol de la socialdemocracia, las políticas keynesianas y la aceptación del Estado de Bienestar, se ha instalado la meritocracia social, comprometida con el bien común y que no requiere de credenciales de riqueza, remuneración o herencia. En la Argentina, los gobiernos peronistas han transitado positivamente hacia una meritocracia de este tipo. Para completar y afianzar su desarrollo proponemos el siguiente formato conceptual y normativo:
* El acceso a la administración pública es un derecho universal de los ciudadanos que puedan certificar destrezas técnicas, formación profesional o experiencia previa, para cubrir las posiciones demandadas;
*Se incorporarán por partes iguales los ciudadanos de acuerdo a su identificación de género y su pertenencia a minorías étnicas; las vacantes serán cubiertas en proporción no menor al 50 por ciento con miembros de los estamentos pobres y de clase media baja;
*El mecanismo de ingreso y aceptación será por concurso abierto, o procesos introductorios de capacitación y entrenamiento pagados por el Estado;
*La provisión de educación y salud pública gratuitas para todos en los estamentos pobres y clase media baja quedará a cargo del Estado, que asignará contribuciones monetarias bancarizadas y mensuales para que dichas familias puedan cubrir los gastos asociados a la educación y salud de sus hijos en establecimientos públicos exclusivamente, y mientras duren los ciclos primario, secundario, universitario o técnico.
El camino a recorrer por el próximo gobierno fortalecerá la meritocracia social si gana el Frente de Todos, porque tiene la convicción de que la justicia social y la redistribución de la riqueza no son negociables. En cambio, la meritocracia neoliberal representada por Juntos por el cambio y los libertarios alimentarán la cultura del club privado y el capitalismo de los amigos. Al mismo tiempo, precarizarán al país con niveles escandalosos e insostenibles para que la democracia sea efectivamente gobernable.
*Doctor en Administración (UBA), escritor y analista político. rodolfo.apreda@gmail.com
Fuente: Página 12