El impacto regresivo de la política económica del Gobierno nacional se manifiesta en múltiples dimensiones, pero una de las más inmediatas y brutales tiene que ver con el retroceso sostenido del consumo de productos de primera necesidad para los asalariados, incluyendo alimentos y medicamentos, lo que da cuenta de una muy significativa pérdida del poder adquisitivo de los salarios.
En los últimos días la consultora Nielsen IQ presentó el informe “Bases de consumo para pensar la reconstrucción”, en el marco de la 23º edición del Retail Day (evento que reunió a unas 45 cadenas de supermercados en el Centro de Convenciones de la Ciudad de Buenos Aires). Allí se destaca que durante el primer trimestre del año se constató una “recuperación parcial y desigual” del consumo, aunque aún sin llegar al nivel de 2023. Esta mejora, sin embargo, es traccionada por el consumo de bienes durables, turismo e inmuebles de los sectores de niveles socioeconómicos altos, mientras que, en contraste, los sectores medios y bajos de la sociedad “siguen muy rezagados, con hasta el 32% de su gasto concentrado en alimentos y bebidas” (en los sectores altos ese porcentaje baja al 14%).
Según el estudio presentado en el encuentro supermercadista, durante el año 2024, las ventas totales (en supermercados, autoservicios, almacenes, farmacias, mayoristas y e-commerce) retrocedieron un 13,7% en comparación con el año previo, mientras que en lo que va de 2025, el retroceso interanual fue de 3,3%. Desde la consultora Scentia se destacó además que las ventas del mes de marzo cayeron un 5,4% en términos interanuales (pese a que ya en el mismo mes de 2024 ya se habían desplomado un 7,4%). Así, se acumulan 14 meses de retroceso consecutivos. Además, según lo que destacan diversos estudio, se está registrando un fenómeno novedoso vinculado con el aumento del endeudamiento familiar, que los sectores medios y bajos están financiando la compra de alimentos con tarjeta de crédito, algo inédito en nuestro país.