- El extremista se quedó con el voto tradicional de centroderecha y conservador, pero sumó cosecha propia en zonas desfavorecidas. En un escenario de ganadores y perdedores que propone la economía ultraliberal, muchos de sus votantes serán las primeras víctimas.
Hace años, en ciertos círculos se impuso el apodo de “choriplaneros” para los simpatizantes del peronismo o de alguna organización social o partido de izquierda. Es una forma despectiva de referirse a quienes no votan a partidos liberal-conservadores y que, según esa mirada, venderían su voluntad a cambio de un choripán para acudir a las manifestaciones u obtener un plan social.
La descalificación no está circunscrita a la rivalidad política callejera, sino que saltó a pantallas mediáticas muy poderosas, entidades empresariales y dirigentes de Juntos por el Cambio. El expresidente Mauricio Macri, fundador de esa coalición conservadora y artífice del triunfo de Javier Milei en la segunda vuelta, dijo en varias oportunidades que el peronismo se transformó en “el partido de los que no trabajan”. En una ocasión de 2017, Macri valoró que una manifestación a su favor había sido “sin colectivos ni choripán”.
“Choriplaneros” no forma parte del léxico por antonomasia que transita Milei. El presidente electo de Argentina prefiere trazar divisiones de tono moral entre los “parásitos” (vocabulario 2023) o los “hijos de puta” (vocabulario 2022) y “los argentinos de bien”. La línea divisoria del economista es, en ese sentido, menos clasista que la de Macri.
El razonamiento que une al futuro presidente y a su antecesor conservador es que existe un argentino íntegro que lucha por su superación personal y encuentra en el Estado un obstáculo o, directamente, un apropiador de su esfuerzo personal. En el pasado, Macri y Milei justificaron o se declararon directamente a favor de algún modo de evasión impositiva.
‘Choriplaneros’ no forma parte del léxico de Milei. El presidente electo de Argentina prefiere trazar divisiones de tono moral entre los ‘parásitos’ (vocabulario 2023) o los ‘hijos de puta’ (vocabulario 2022) y ‘los argentinos de bien’
Cuando no es acusatoria (“parásito”, “vago”, “ladrón”), la mención al “choriplanero” esgrime que se trata de un rehén de organizaciones “mafiosas” que hacen votar a los pobres en contra de sus propios intereses.
La experiencia “choriplanera”
La geografía del voto del domingo indica que el peronista Sergio Massa obtuvo los mejores porcentajes en los barrios de trabajadores y humildes en Buenos Aires y otras grandes ciudades. También alcanzó victorias o derrotas por escaso margen en las provincias del norte (Formosa, Santiago del Estero, La Rioja, Chaco), próximas a la frontera con Bolivia, Chile y Paraguay, que son las que exhiben el menor índice de desarrollo humano.
Un aspecto poco atendido en el agravio al “choriplanero”, incluso asumiendo la narrativa estigmatizante y falaz que lo envuelve, es cómo les fue a los pobres cuando en Argentina se aplicaron recetas neoliberales, aquellas que la derecha argentina sostiene que se aplican en todo el mundo.
Cuando colapsó el esquema económico del peronista neoliberal Carlos Menem (1989-1999; para Milei, el mejor presidente de la historia), continuado sin variaciones por el radical conservador Fernando de la Rúa (1999-2001), la pobreza se duplicó y superó el 60% (el índice no es comparable a otros países de América Latina, porque en general tienen varas de medición más bajas).
Fue el momento más dramático de la historia argentina. Decenas de miles de familias se vieron empujadas a salir de sus casas, con los chicos a cuestas, a buscar algo de valor en la basura para poder vender y comer. Los “cartoneros” se repartieron por las calles. Veinte años después, aunque atenuada tras aquel pico, esa postal urbana nunca se fue de las calles de las principales ciudades.
Al cabo de tres gobiernos de los Kirchner (2003-2015), los indicadores sociales mejoraron sustancialmente, pero se estancaron en el último tramo y hasta perdieron algo de lo logrado. Con el paso de Macri por la Casa Rosada (2015-2019), la pobreza pegó un gran salto hasta el 35%. El primer presidente “promercado” del siglo se fue con más pobres, más indigentes y una deuda externa monumental, evaporada en la especulación financiera.
De la lectura básica de estos ciclos, emparentados a muchos otros de la historia, se entiende que la adhesión de los más humildes al peronismo u otras opciones “retrógradas”, de izquierda o “populistas”, como definirían las pantallas más vistas, antes que la denunciada entrega de la propia dignidad o un acto de irracionalidad, consiste en la autodefensa frente a ensayos de bajadas de impuestos a los ricos que desfinancian al Estado, recortes de presupuestos dolorosos, “sinceramientos” de precios y tarifas y flexibilización laboral. Un “sacrificio” sin fin que termina resquebrajando la mesa de los hogares.
La suma del ultraderechista
El mapa electoral también ofrece una orientación sobre cómo se distribuyó el voto “racional” o “principista” de aquél que se opone con estoicismo al populismo y apoya reformas “exitosas”. En este caso, Milei.
El candidato ultraderechista superó al peronismo en algunos barrios de grandes ciudades y municipios suburbanos de trabajadores y más desfavorecidos, pero en muchos más, aunque perdió, logró penetrar con fuerza. En ese sentido, Milei excedió las marcas alcanzadas por Macri una década antes, cuando había anclado su triunfo en ventajas abismales en la clase media de las provincias del centro, con Córdoba –segunda en cantidad de votantes– como epicentro.
En Los Chañaritos, un pueblo de producción lechera de Córdoba, Milei alcanzó un 90%, un pico sobre el 74% del ultraderechista en esa provincia que pesa un 8,6% en el padrón electoral. En el barrio de Recoleta, uno de los que le dan a Buenos Aires la presunta impronta parisina, la cosecha del extremista fue del 72%.
Milei se quedó con casi todo el voto que venía apoyando a Juntos por el Cambio y a alguna variante de derecha del peronismo, no pareció verse afectado por algún abandono de quienes respaldaban a Macri desde posiciones centristas o socialdemócratas, y a ello sumó adhesiones propias en las zonas de clase media baja y baja.
En Los Chañaritos, un pueblo de producción lechera de Córdoba, Milei alcanzó un 90%. En el barrio de Recoleta, uno de los que le dan a Buenos Aires la presunta impronta parisina, la cosecha del extremista fue del 72%
En Lomas de Zamora, un bastión del peronismo próximo a la capital argentina en el que votaron unas 390.000 personas, el libertario se llevó el 41,4% de los votos. Milei directamente pasó al frente en barrios de Rosario, la ciudad de Lionel Messi y el Che Guevara, que siempre habían votado al peronismo como Empalme Graneros y Las Flores.
Tanto el campo de la llanura pampeana como los barrios más pudientes de Buenos Aires, Córdoba, Rosario y Mendoza tienen motivos “racionales” para apoyar a Milei. La dolarización o la abrupta devaluación que pregona el libertario puede hacer valer los billetes estadounidenses que esos sectores tienen atesorados o a los que pueden acceder con su renta y trabajo. Cierto es que el camino hacia esa dolarización es una incógnita –porque los referentes del extremista se ocuparon de filtrar señales contradictorias– y puede desatar tormentas sociales y económicas que terminen provocando heridas a todo el mundo.
Distinto es el caso de vastos sectores de clase media, cuentapropistas y trabajadores que van a chocar de frente con los planes de Milei y lo votaron. La inmensa mayoría de ellos tiene sus ingresos y ahorros en pesos. Cuánto valdrán realmente los depósitos bancarios en moneda argentina si Milei, como dice la hipótesis mínima, aplica una drástica devaluación del peso, o si alcanza el objetivo de dolarizar, es una pregunta que sus titulares podrán comprobar en el futuro cercano.
La quimera de jubilarse
El presidente electo tiene ambiciosos planes de flexibilización laboral, hasta prácticamente extinguir la legislación al respecto. Podría hacer que se esfumen las indemnizaciones por despido. Quienes aspiren a jubilarse deberán someterse a la quimera de los fondos privados de pensiones que reemplazarían al sistema solidario vigente.
En un país en el que un tercio de su fuerza laboral no está registrada, la capitalización individual significa el abismo, porque muchos trabajadores acumulan sueldos con intervalos, como prueba el caso de Chile, donde Gabriel Boric se había propuesto terminar con ese esquema que deja a la intemperie a millones de mayores, prioridad que no va a lograr ante el acoso de la derecha.
No en vano, reportes indican que el domingo por la noche, cuando la victoria de Milei quedó consumada, se oyeron bocinazos de júbilo en Providencia y Las Condes, barrios acomodados de Santiago, mientras los Bolsonaro, habituales provocadores en la política argentina, se dedicaban a solazarse en redes sociales.
Un dato evidente es que la apertura comercial que Milei llevará a cabo redundará en el cierre de industrias protegidas, un sector con alta sindicalización de trabajadores e ingresos superiores a la media. También allí el voto a Milei se hizo presente.
Un importante sector de la población no tiene sus ingresos registrados ante el fisco. Es un segmento muy sensible a las turbulencias económicas, que quedó golpeado por la sucesión de pandemia, guerra y sequía que lastró al gobierno de Alberto Fernández. El presidente y la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, dejan sus cargos tras cuatro años de turbulencias entre ellos y sin mejoras en los salarios reales. Desde 2019, la pobreza creció hasta el 40%.
El abismo de los “informales”
Entre los “informales” se ubican familias con ingresos provenientes de algún servicio o comercio, de clase media, jóvenes que trabajan para alguna app y jefes y jefas de hogar con una vida muy inestable, que salen a buscar el día con la venta callejera o alguna “changa” en la construcción o un mal empleo.
En esa parte de la población, las alusiones al Estado presente que intentó enarbolar Massa chocaron con una pregunta: ¿qué Estado? Para muchos habitantes de los suburbios, acudir al hospital, mandar a sus niños a una escuela de calidad o no ser víctima de la delincuencia es una pequeña proeza cotidiana, porque cuando el Estado dice presente, lo hace mal o tarde. Las becas y los planes sociales universales son un paliativo asumido, que difícilmente Milei podría tocar en un primer tramo.
Entre los trabajadores informales, las alusiones al Estado presente que intentó enarbolar Massa chocaron con una pregunta: ¿qué Estado?
Allí, en los “informales”, un tercio de la población, sembró Milei. Son votantes que ven el precipicio cerca cuando la economía cruje, y está crujiendo hace una década, por lo que el grito contra la “casta” resultó muy tentador.
Una vez más, si Argentina supera la turbulencia inmediata que supone el salto al vacío que plantea Milei, un escenario “exitoso” con más desempleo por los despidos de estatales y la apertura de importaciones, pérdida de autonomía monetaria por la dolarización, recesión e inflación durante 2024, los trabajadores informales serán los primeros en sufrir las consecuencias.
La propuesta de La Libertad Avanza tiene un capítulo más sombrío, que es el mandato a las fuerzas de seguridad para reprimir protestas y aplicar recetas de “mano dura” contra la delincuencia. Esa promesa marida con la previsión de aumento de la desigualdad y el desempleo.
Recoleta y Barrio Norte serán siempre una fiesta, en Los Chañaritos nunca pasa nada, pero en Lomas de Zamora y en Empalme Graneros, la cosa se va a poner brava.
Fuente: https://www.eldiarioar.com