Por Alejandra Gabriela Sharpe
Para los habitantes de esta ciudad, que ahora le dicen CABA, que a cada paso va perdiendo gran parte de su historia, y con ella mucho de su identidad, vale rescatar de qué manera los escritores nacionales reflejan en sus novelas algo de lo que queda y no podrán hacerlo desaparecer: los bares. Un fragmento de Mariano Siskind.
EL BANDERÍN
«…En la esquina superior derecha escribí El Abasto (subrayé el artículo con dos líneas de trazo grueso), y guardé los materiales dentro del nuevo sobre. Me detuve en la nota sobre El Banderín que me llamó la atención por ser evidentemente la más reciente de las tres (era en colores, impresa en el papel ilustración de la revista de La Nación), pero sobre todo por las dos fotos que la ilustraban: una mostraba a un hombre corpulento, alto y pelado, con anteojos de vidrio grueso (el dueño, según indicaba el epígrafe) fotografiado delante de un cuadro con fotos de las estrellas de River desde el 30 hasta fines de los 40, desde Bernabé Ferreyra hasta los integrantes de La Máquina; la segunda era una toma panorámica del bar, sacada desde la puerta de entrada hacia la barra (enmarcada por banderines de clubes de fútbol de todo el mundo, pósters históricos de diferentes equipos de River y botellas antiguas que yo suelo identificar, no sé por qué, con marcas como Bols, Hesperidina y Cynar. Lo que me llamó la atención de esta segunda foto fue que si bien estaba claramente concebida como una toma panorámica del lugar, prestando mucha atención, en el ángulo inferior izquierdo del encuadre, se veía una cabeza morocha que se asomaba a través de la puerta de tiritas de plástico que comunicaba la parte de atrás de la barra con el fondo.» (Mariano Siskind; Historia del Abasto)