Edición n° 2722 . 05/05/2024

De bares, Buenos Aires, escritores y sus historias/ Hoy: Bar Ramos

Por Gabriela Sharpe

El bar Ramos cerró, lamentablemente,  sin pena ni gloria. No lo merecía. Fue un lugar de acogida de artistas durante mucho tiempo. Hoy lo reemplaza una cadena de pizzerías.

Un fragmento de Jorge Asís

BAR RAMOS

El maestro anduvo por los cafetines de Corrientes hasta la madrugada del domingo, con un propósito varonil y filicida: matar, o por lo menos castigar con dureza a su extraño discípulo. Entró incluso en La Giralda, y eso que le tenía cierta tirria; relojeó panoramicamente El Colombiano, que tampoco era para él, miró con atención a los parroquianos de El Estaño, entró a orinar al Politeama, hizo guardia durante una hora por lo menos en La Paz, para terminar su deplorable borrachera en el necrofilico Ramos, único cafetín de muerte pésima que le correspondía. Se trataba de un duro bodegón, que atraía a ciertos poetas desencantados que aún melancólicamente  le cantan, pero que a mí nunca me gustó porque entre sus paredes recibían una deprimente protección, en primer lugar, los amargos, pero sobre todo los suicidas que no se atrevían a amasijarse, y los fracasados. Hombres de fracasos prematuros los que se atornillaban a las sillas del Ramos, viejos borrachos que redactaban los poemas más inútiles y que se inflamaban de resentimiento ante la juventud, comían indigeribles sándwiches de cantimpalo que acompañaban con el peor vino triste y espeso, y la pasaban agrediéndose en esa esquina de Corrientes y Montevideo. (Jorge Asís; La lección del maestro; en Cuentos Completos)