Acero, aluminio e insumos plásticos. Subas de precios en dólares que los colocan muy por encima del nivel internacional. Alta rentabilidad, a costa de las pymes y los salarios
( por Raúl Dellatorre / Página 12/ Director de Motor Económico ) La situación económica no es sólo la que muestran las estadísticas macro, ni la evolución de los principales indicadores monetarios o fiscales. En un proceso como el iniciado desde la llegada de Javier Milei al gobierno, con tal nivel de intensidad y violencia, es imaginable que las rupturas en la estructura productiva y los cambios en las relaciones de poder económico entre diferentes actores, tarden en aparecer en la superficie. Sin embargo, al adentrarse en lo que viene ocurriendo en el entramado productivo, rápidamente puede comprobarse que una amplia franja de pequeñas y medianas industrias empiezan a sentir aniquiladas sus expectativas de sostener su presencia en el mercado. Por un lado, por la profunda caída en el consumo de los bienes que producen, ya sin perspectivas de que se recupere en lo que resta del año. Pero por otro, por un aumento salvaje de costos provocado por el abuso de posición dominante de las corporaciones que controlan la oferta de los insumos difundidos.
Acero, aluminio, materias primas plásticas y otras están promoviendo, con sus políticas de precios, un exterminio de empresas cuyo final previsible es una aguda concentración de mercados. Menos competitivos y en manos, principalmente, de aquellos ligados a capitales extranjeros.
Según referencias de los sectores industriales demandantes, el precio de los principales insumos críticos para la actividad productiva hoy se encuentran en niveles mucho más elevados que su cotización a nivel internacional, incluso en referencia a países vecinos. «El aluminio que vende Aluar, al mercado interno lo cotiza a 7 dólares por kilogramo, pero cuando exporta ese mismo producto lo hace a 3,50 dólares», señala un industrial usuario del producto, con datos luego corroborados por otras fuentes.
Monopolios
El polipropileno es un material plástico muy utilizado en la producción de envases, en la industria textil, para componentes de la industria automotriz y en dispositivos médicos y material de laboratorio. Su costo comparado, por kilogramo, es de 90 centavos de dólar para la industria en China y de 2,10 dólares en Argentina. Quien controla el mercado proveedor en Argentina es Petrocuyo. El mismo producto, cotizado por proveedores chilenos, cotiza puesto a disposición en el mercado local, en 1,49 dólares. El problema es que no hay condiciones, para el comprador local, de pagarlo en forma anticipada, como requiere el vendedor chileno. Salvo que lo resuelva vía triangulación a través de un tercer país.
«El proveedor local sabe de estas limitaciones y ajusta su cotización a las condiciones que existen para la competencia importada», señala a Página/12 un industrial que depende del polipropileno para su producción. «Incluso lo utiliza como argumento de venta, ellos mismos te dicen: ‘mirá, traerlo de Chile te va a salir más caro, éste es nuestro precio’, y no te queda alternativa».
La cotización de esta materia prima, como otras, es en dólares, y fue aumentando durante el año pasado al mismo tiempo que se encarecía el costo de importar o surgían inconvenientes para conseguir las divisas. En diciembre, el costo para la industria argentina de los insumos, subió consecuentemente en la misma proporción que aumentó el dólar oficial. Pero después siguió ajustándose el precio en dólares, al quedar clausurada de hecho la venta de dólares del Banco Central a los importadores.
«El kilo de polipropileno estaba en febrero en dos dólares; este mes subió a 2,10», ejemplifica un empresario. Mientras tanto, las fábricas que producen con esa materia prima plástica, no llegan al 50 por ciento del uso de capacidad instalada. «La demanda está parada, si pensás en la industria de confecciones textiles, marroquinería, calzados, no hay movimiento. El que trabajaba para proveedores del sector público, mejor ni pensar en su situación. Diría que de un centenar de sectores usuarios de insumos en base a materias primas plásticas, más de la mitad están paradas. Sólo se están moviendo la demanda vinculada a sectores energéticos, petróleo y del agro. Y sectores con demanda puntual o circunstancial como la de colchones, por las inundaciones en diferentes puntos del país y porque es un producto que es antieconómico importarlo terminado», agregó completando su descripción del panorama.
El caso Techint
La situación del control monopólico de Techint en la industria del acero es más conocida. Pero en los últimos días, el secretario general de la UOM a nivel nacional, Abel Furlán, le sumó otros elementos. «Los grupos hegemónicos que controlan los mercados de insumos difundidos le están poniendo precios exorbitantes a sus productos. Al mes de noviembre, el kilogramo de chapa que en Argentina se vendía a 1,55 dólares, en Brasil cotizaba a un dólar, en Europa a 90 centavos y en China a 55 centavos», informó el dirigente gremial.
Pero antes que alguien suponga que la diferencia, hasta noviembre, estaba dada por un eventual retraso del tipo de cambio en Argentina, informó que en diciembre, mes de la devaluación, Techint «subió el precio de la chapa (en pesos) en un 100 por ciento», manteniendo así su valor aproximado en dólares y, por lo tanto, la diferencia con respecto al resto del mundo.
Lo más grave, indicó Furlán, es que estas firmas dominantes en la producción de insumos básicos son los que le fijan los precios al resto de la economía, beneficiándose de las consecuencias de la inflación y de los cambios en los precios relativos.
«Nadie duda a esta altura de que son estas empresas concentradas las que gobiernan siendo Javier Milei presidente», señaló el líder metalúrgico el último jueves en un encuentro organizado por la agrupación La Marcha, del peronismo porteño. Al lado del ex ministro de Trabajo Carlos Tomada, y del jefe del bloque de diputados de Unión por la Patria, Germán Martínez, Furlán señaló que estas multinacionales «se están haciendo un festival con los precios, condicionando en su conjunto al desarrollo industrial».
«Salarios de hambre»
«En nuestra actividad estamos con salarios de bolsillo de 300 mil pesos, frente a una canasta básica que hoy es de 690 mil pesos». Para la industria pyme, agregó, «hoy la cuestión de fondo que le impide crecer no es el costo salarial, el problema es el precio de los insumos difundidos que tienen niveles exorbitantes en todas las cadenas de valor».
El sector metalúrigco realizó en la última semana, en su rama siderúrgica, un paro de 48 horas, en respuesta a «la dilación en las negociaciones paritarias de parte de Siderca, Siderar, Acindar y sus subsidiarias».»No pedimos un aumento salarial, sino la recomposición del salario perdido», apuntó Furlán en otra entrevista, esta vez con Radio Gráfica.
El titular de la UOM dio un paso más en la explicación del fenómeno que se produce por debajo de la superficie, que no exponen los análisis habituales de la situacién económica. «En tres meses de discusiones no hemos podido llegar a un acuerdo paritario con los industriales del acero. Y sabemos por qué: hay una clara intención de Techint de naturalizar los salarios de hambre».
«Las multinacionales se aprovechan de la oportunidad que le da la situación política, ellos tienen grandes ganancias pero nosotros perdimos desde diciembre 7000 empleos. Este modelo de destrucción de la industria ya lo conocemos», indicó en el mismo reportaje, recordando que «iniciamos los 90 con 500 mil trabajadores y terminamos en el 2001 con 60 mil», alusión al plan de convertibilidad de Menem, Cavallo y De la Rúa. .
Por otra parte, recordó que Siderar acaba de anunciar su cierre de balance con una rentabilidad de 192 mil millones de pesos y «Siderca va a anunciar en pocos días un resultado similar o mejor», ambas del grupo Techint. «Acindar cierra sus plantas por un mes pero nunca terminamos de saber la verdad, si es que quedaron ‘sobrestoqueados’ porque adelantaron producción en el segundo semestre, previendo una devaluació a fin de año, o es por la situación económica que deprimió la demanda. Pero en ningún caso es por culpa de los trabajadores. Por otro lado, tenemos un gobierno que no habla de la industria, no la tiene en su agenda pero tampoco en su radar, no registra lo que le pasa».
Precios arbitrarios, salarios licuados por la inflación y una apertura comercial sólo a medias, en beneficio siempre de los sectores dominantes. Resultado: un mercado interno deprimido y mayor concentración económica. Una política que va en busca del «equilibrio» pero en condiciones mucho más desiguales que las vigentes hasta no hace tanto.