Por Laura May(Fotos: Paula F. Visentin)
Buenos Aires. — Javier Milei avanza en Argentina con una política de ajuste radical. Pero los jubilados del país decidieron enfrentarse a la motosierra del presidente.


Las barricadas metálicas frente al Congreso en Buenos Aires ya son parte del paisaje: nadie las desarma hace semanas. Las protestas contra la motosierra de Milei se repiten con tanta frecuencia que se volvieron parte de la rutina política de la ciudad, sobre todo en la antesala de las elecciones legislativas del 26 de octubre, donde el autodenominado “anarcocapitalista” podría perder poder en el Parlamento.
Las marchas semanales de los jubilados se convirtieron en un símbolo de resistencia frente al brutal programa de ajuste. Todos los miércoles, los mayores de la Argentina se congregan frente al Congreso para exigir jubilaciones dignas, respeto al Estado de derecho y el fin del plan de privatizaciones.
Y están lejos de ser frágiles: con silbatos, máscaras antigás y consignas al unísono, se enfrentan a los efectivos policiales. Uno que nunca falta es Don Marco. Está por cumplir 90 años, pero el miércoles es sagrado para él. “Mil setecientas cuarenta y nueve”, dice orgulloso: es la cantidad de protestas a las que asistió, unos 33 años seguidos.
El reclamo histórico de los mayores
Don Marco pertenece a una generación que lleva décadas peleando por la justicia social, mucho antes de que existiera el gobierno libertario de Milei. Los primeros mayores que organizaron una lucha política en Argentina fueron las Abuelas de Plaza de Mayo, que a fines de los años 70 buscaron a sus nietos desaparecidos por la dictadura militar.
El movimiento actual de jubilados se remonta a 1991, impulsado por la legendaria militante Norma Plá, y sigue vivo hasta hoy. “¡Defendemos el sistema previsional público!”, dice Don Marco, recordando la gran ley de privatizaciones de 1993, que impuso un sistema jubilatorio de dos clases y permitió vender empresas estatales como YPF.
Hoy, la jubilación mínima estatal ronda los 240 euros mensuales —menos que el alquiler promedio de un monoambiente en Buenos Aires—. Mientras tanto, los precios de la energía y los alimentos se disparan por la desregulación del mercado. Los jubilados no saben cómo sobrevivir; los aumentos que recibieron son insignificantes.
Según Don Marco, cinco de los seis millones de jubilados argentinos viven en una situación de necesidad económica extrema.
“Abrís la heladera y no tenés ni un caramelo para tu nieto”
“Vos abrís la heladera y no tenés ni un caramelo para tu nieto”, dice su amigo Pablo Daniel Luna, de 65 años, mientras Don Marco se pierde entre tambores y carteles contra Milei. Luna, extrabajador de YPF, conoce de primera mano los efectos de las privatizaciones y el ajuste neoliberal.
“Argentina es riquísima en petróleo y gas —dice—, alcanzaría para todos, pero este gobierno se lo quiere quedar todo. Es como en los 90 con Menem: ganan los inversores, los mercados financieros y las multinacionales, y el pueblo argentino sangra.”
“No hace falta leer muchos libros para entender esto”
A pesar del clima caliente, Luna sigue yendo todos los miércoles al Congreso. Defiende su derecho constitucional a protestar, aunque Milei le responda con gases lacrimógenos y bastonazos. “Varias veces sufrí represión acá, hasta me metieron preso”, cuenta. “Hoy mismo le pegaron y detuvieron a un compañero apenas empezó la marcha.”
Imágenes de represión que dañan la imagen del Gobierno
Las fotos de policías reprimiendo a jubilados indefensos circulan por el mundo y golpean la imagen del gobierno de Milei desde su asunción en diciembre de 2023. Los manifestantes lo saben bien. Semana tras semana, se repiten las imágenes de rostros arrugados frente a escudos y cascos: la generación de los abuelos resistiendo a los jóvenes uniformados.


[IMAGEN: Jubilados enfrentan a la policía durante una protesta frente al Congreso. Crédito: Paula F. Visentin]
Desde que el fotoperiodista Pablo Grillo resultó gravemente herido por una granada de gas lacrimógeno en marzo, la prensa se convirtió en una especie de guardia de los jubilados. Los periodistas se plantan con máscaras antigás en primera fila, documentan la violencia recurrente y, con la difusión de las imágenes, convocan a más gente a participar en los “miércoles de protesta”, que ya van mucho más allá del reclamo por un aumento de haberes.
Ahora marchan también militantes peronistas, sindicalistas, feministas, grupos de izquierda, colectivos pro-Palestina e incluso hinchadas de fútbol. Todos unidos por una consigna: defender la democracia y el sistema social argentino.
“Esta libertad es una mierda”: el hartazgo crece
Todo esto tiene raíces profundas en la historia argentina. La inflación y la inestabilidad no son novedad, pero el derrumbe del sistema público sí. Pese a la pérdida de valor del peso, la educación, la salud y las jubilaciones siempre se consideraron derechos básicos a defender.
El último presidente que intentó “optimizar” esos pilares desde una lógica neoliberal fue Mauricio Macri (2015–2019), y solo duró un mandato. Pero nadie intentó desmantelar el Estado con la ferocidad de Milei.
Universidades, hospitales, cultura, programas sociales, protección de minorías, políticas ambientales: nada parece a salvo de su motosierra. Su objetivo es claro: libertad total para el mercado.
Sin embargo, para imponer su plan necesita apoyo popular, y tras casi dos años de ajuste, el cansancio se hace sentir. En una pared, a unas cuadras del Congreso, alguien pintó:
“Esta libertad es una mierda.”
El descontento podría terminar debilitando aún más el poder de Milei, según muestran las encuestas previas a las legislativas de octubre.