Ganan los especuladores financieros y los formadores de precios
POR FORO ECONOMÍA Y TRABAJO
En estos días se acentúa la inviabilidad del esquema que ejecuta el ministro de Economía, Luis Caputo, quien –con el hábito ludopático que comparte con el Presidente Milei– “toma todo” para hacerse de los dólares necesarios para sostener la fabulosa renta de la bicicleta financiera en la que asienta su mentirosa estrategia anti-inflacionaria. En este juego muy pocos ganan, mientras el país y la inmensa mayoría pierde.
La vertiginosa caída de las reservas del Banco Central en los últimos días ha puesto en evidencia que el gobierno no puede contener una creciente corrida cambiaria de grupos inversores que, luego de haber obtenido enormes ganancias financieras especulativas de corto plazo, dolarizan sus tenencias. A Milei y Caputo nada les alcanza para preservar los intereses de la actividad especulativa de la que personalmente provienen, como también lo demuestra la cripto-estafa internacional $Libra. Es evidente su sometimiento a los objetivos del poder concentrado eufemísticamente denominado “mercado”.
Nada les alcanza, ni les alcanzará un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional [1], por el que desesperan para sostener ese “negocio” en contra de la mayoría de la sociedad, que no especula, pero sufre sus consecuencias.
Ese acuerdo servirá para incrementar el endeudamiento con el Fondo, a fin de cambiar deuda en pesos y no exigible en el corto plazo –intra sector público– del Tesoro Nacional con el Banco Central, por deuda externa, por lo tanto, en moneda extranjera. Así, el Banco Central, so pretexto de sanear su hoja de balance, tendrá las divisas necesarias para malvenderlas a los fondos de inversión, bancos nacionales e internacionales y formadores de precios, garantizándoles una rentabilidad extraordinaria en dólares que no se obtiene en ninguna parte del mundo, y en caso de corrida su salida, como está sucediendo.
La contracara es la fuga de capitales, que genera un círculo vicioso que ahoga a nuestra economía y a nuestra sociedad.
Por todo eso, el nuevo préstamo con el FMI, además de innecesario, es ilegal e ilegítimo, dado que es para pagar deuda con más deuda y garantizar ganancias a los especuladores. El Presidente Milei y las autoridades de ese organismo actúan fraudulentamente, simulando una realidad inexistente, y sus condiciones conducen a una mayor devaluación, recesión y pobreza. Esta devaluación tiene entre sus objetivos incrementar la capacidad de pago de la deuda a costa de un empeoramiento del poder adquisitivo de la población y una recesión. La realidad indica la relación directa entre los pagos de la deuda y los procesos inflacionarios en nuestro país.
Nuestra posición, ya expresada con anterioridad, es clara:
- Caputo habla de que, quienes señalan esta realidad, desestabilizan. Los hechos demuestran que quien desestabiliza es el cogobierno Milei-FMI en beneficio de los especuladores financieros y los grandes formadores de precios, profundizando la inseguridad alimentaria, física, política y jurídica en nuestro país, acrecentando los riesgos para cualquier inversión, actividad industrial y el empleo, contrayendo una deuda que es impagable.
- Por ello, es una responsabilidad afirmar que la Nación Argentina podrá decidir un default selectivo si se confirma ese acuerdo, pues se saben cuáles serán sus negativas consecuencias encadenadas, una vez más, a la fórmula del interés compuesto.
- La salida de esta economía del desastre no necesita ni puede pasar nuevamente por una devaluación y shock regresivo en la distribución del ingreso, en detrimento de los trabajadores y en favor de las grandes corporaciones económicas y financieras. Se necesita cuidar las divisas y no dilapidarlas en ese círculo perverso.
Pero, como se ve en todos los medios, se ha instalado la idea de que la devaluación es inevitable. Y ya están devaluando. La devaluación no es mayor pues interviene el Banco Central, malversando divisas.
Es decir, Milei y Caputo, como los especuladores del carry trade (o “bicicleta financiera”) a los que representan, demandan dólares al FMI, que a su vez funge como prestamista en última instancia de los mismos. El Fondo exige certeza acerca de que se van a incrementar las reservas en moneda dura para garantizar el pago de los intereses del crédito originariamente concedido a Macri, para mantener cierta estabilidad cambiaria y tratar de moderar la inflación, para mejorar las chances electorales del gobierno, y tener los dólares para la fuga de los especuladores, por si –una vez más– el juego les sale mal.
Se discute cuánto será el porcentaje de la devaluación. Lo determinarán el Fondo y Milei, confluyendo con las intervenciones de los grupos financieros y económicos que, con su posición dominante, imponen, al decir del ministro Caputo, precios “caros” en la economía.
Rechazamos ese camino que viene llevando a la destrucción de nuestro entramado social y productivo.
El problema que tiene nuestro país es una determinante y crónica desarticulación de los “precios relativos”: el acoplamiento injustificado de los precios internos a los externos (en dólares). Precios, en muchos casos, superiores a los internacionales. Aun para productos clave para los que país cuenta con condiciones excepcionales, como los alimentos y la energía; pero también por el comportamiento de sectores que, por su posición monopólica, están en condiciones de “aumentar precios por si acaso”, tal como se observa en servicios públicos y en relación a servicios básicos, productos de enorme impacto (medicamentos) e insumos difundidos básicos (acero, cemento, aluminio, petroquímicos, entre otros).
No es que falten divisas. Lo demuestra el hecho de que Argentina [2] es el único país importante de América Latina que ha tenido en los últimos años un permanente superávit en la cuenta corriente de su balance comercial.
El superávit comercial de la Argentina acumulado en lo que va del siglo XXI, desde enero de 2000 a febrero de 2025, fue de 296.063 millones de dólares. No hay lógica alguna que justifique los niveles de endeudamiento que hace que el Tesoro de la Nación declare una deuda bruta de 471.150 millones de dólares al 28 de febrero último.
El problema es que hay evasión y elusión impositiva, fuga de capitales, y la señalada malversación de las reservas del Banco Central, como también sucedió con los fondos resultantes del blanqueo.
Asimismo, en la situación imperante debe considerarse que, más allá del atraso o no, los precios relativos se calculan en base a un coeficiente que tiene en sí una unidad monetaria cuyo valor –en el caso de la Argentina, con heteronomía monetaria– depende de la “moneda autónoma”, es decir de los dólares.
El gran desequilibrio crónico del país se encuentra en el endeudamiento. Una gran devaluación para conformar acreedores no lo solucionará y solo repetirá el escenario de reiterado empeoramiento pese a las declaraciones, como hemos observado en innumerables oportunidades, de que “no tendrá consecuencias para los más vulnerables”.
La solución, por lo dicho, no es tomar más deuda como quieren Milei y Caputo junto a quienes los apoyan para preservar una estabilidad económica que no existe para la inmensa mayoría de la población. Tampoco atar el valor del dólar a la suerte de nuestro país.
Hay otro camino que venimos señalando, que comprende entre otras políticas:
- Desacoplar los precios internos de los mundiales. Desacoplar la unidad de medida de los precios y de los salarios. Desdolarizar.
- Recomponer en términos reales los ingresos de los trabajadores y los jubilados, pues son necesarios para la vida y para garantizar la demanda en el mercado interno.
- Administrar los precios de los consumos para vivir y de los insumos para producir. El seguimiento de los costos de producción y comercialización de los mismos debe ser público, publicitado y auditado por el Congreso de la Nación.
- Regular el comercio exterior, administrando las exportaciones e importaciones, para administrar estrictamente el flujo de divisas. En ese sentido hay teoría y práctica histórica de tipos de cambio múltiples, con la utilización de instrumentos como los impuestos directos, las retenciones a las exportaciones, y los aranceles a las importaciones.
- Regular los movimientos de la cuenta de capital de la balanza de pagos [3].
- Impulsar una reforma integral del sistema financiero a fin de que se genere el crédito suficiente para financiar la producción y el consumo, que debe partir de consolidar el valor del peso y garantizar el ahorro en moneda local, revirtiendo el esquema rentístico especulativo, para alcanzar la autonomía monetaria; los ejemplos de México y Brasil marcan que es posible.
- Aplicar un impuesto a las grandes fortunas, a quienes se beneficiaron de la bicicleta financiera y los dólares obtenidos con los acuerdos con el Fondo, desde que en 2016 el gobierno de Macri volvió a esos préstamos, para que la deuda la paguen los que fugaron capitales y evadieron impuestos [4]. Es necesario también emprender una reforma y simplificación tributaria junto con una nueva ley de coparticipación federal.
- Exigir al FMI la inmediata devolución de los injustos sobrecargos aplicados desde 2018 y la revisión del préstamo acordado fraudulentamente al gobierno de Macri, contraviniendo el convenio constitutivo del organismo. Y el reconocimiento de la preeminencia de la deuda social que se ha contraído debido a sus condiciones desde 2018, afectando producción, empleo, salarios y jubilaciones.
- Reconstruir el Estado y planificar la transformación de la matriz productiva y la reconversión industrial necesarias para fundamentar un modelo nacional en el que la economía debe estar al servicio de la vida, de las y los argentinos, y no en función de la creación de riqueza para unos pocos.
Para ello, es necesario articular la fuerza para revertir el desastre que vivimos, alrededor de un Plan Nacional, Económico, Social y Federal con el protagonismo de los sectores vinculados al mercado interno y al devenir de la Nación, reconociendo que las crisis recurrentes son estructurales y requieren respuestas de esa envergadura.