Edición n° 2886 . 16/10/2024

Catástrofe

Opinión Raúl Hutin. Secretario de la Central de Entidades Empresarias Nacionales (CEEN).

Es el término que mejor se ajusta a lo que nos está pasando a la mayoría de los argentinos. Las PYMES somos parte de esta tragedia de nunca acabar. De hecho, llevamos 10 meses ininterrumpidos de caída. En abril registró el INDEC -16,6%. Pero lo peor es que en estos últimos seis meses del nuevo gobierno, registramos 350.000 despidos, familias enteras que pierden inescrupulosamente su calidad de vida en aras del rey “MERCADO”.


Que quede claro: si no hay industria no hay trabajo. Las PYMES somos las mayores dadoras de puestos dignos, ocupamos al 75% de la mano de obra privada activa y, sin embargo, nos abandonan y con ello la posibilidad de soñar futuro para nuestra Patria. Nos estamos resignando a abandonar la ciencia y la tecnología que son el único pasaporte hacia el crecimiento real. Nada se gana con tener riquezas naturales si estas no las sabemos, podemos o queremos, transformarlas en ingresos distributivos con equidad.


El artero ataque al INTI, está dirigido a las PYMES específicamente. No solo a su personal, sino a la posibilidad que siempre nos dio esta institución de 67 años de historia de poder crear nuevos productos, imaginarlos y concretarlos para, más luego, certificarlos y poder comercializarlos en nuestro mercado interno o en el exterior. No es distinto lo que pasa con la reducción de inversiones, de becas en el CONICET e inclusive la renuncia del secretario de ciencia y tecnología. Todo está concatenado para hacer desaparecer a las PYMES.


Pero aun resistimos. Nos quitan el mercado interno provocando una recesión que lo hunde un 53%; nos agregan nuevos impuestos que hace imposible la competencia internacional (con lo cual todo el trabajo para conseguir clientes en el exterior se perdió) solo para mantener un modelo económico ya fracasado en cuatro oportunidades anteriores.


No queremos la precarización del país; no queremos ser Nigeria; no queremos que nuestros hijos estén soñando con emigrar porque en nuestro querido país no sienten que tengan futuro y, lamentablemente, no podemos decirle lo contrario. Tampoco podemos castigarlos haciéndolos sentir continuadores de nuestras pequeñas empresas y es muy doloroso ver, pensar y sentir, que años de esfuerzo de generaciones se acaban perdiendo porque no hay más fuerza, porque no hay más ilusiones, no hay más una utopía que nos proyecte.


Fuimos aquellos que salvamos a miles de compatriotas de la patria grande en la lucha contra la pandemia. Lo hicimos gracias a contar con máquinas, con tecnología, con ciencia y con empresarios que se preocuparon por el prójimo. Fabricamos 52 de los 53 productos indispensables para erradicar la enfermedad y lo hicimos orgullosos del deber cumplido. Orgullosos del país que nos brindó todo para lograrlo y que nos impulsó para alcanzar la meta. Ahora me pregunto ¿Cuándo no haya más PYMES quien hará nuestro trabajo?¿Quién ayudará en la próxima crisis de salud?


No es soportable vivir en un medio con el 55% de pobreza y el 18,5% de indigencia. No es soportable que un jubilado se le fije un ingreso de menos de un tercio de la canasta básica y el Presidente de la Nación diga que lo va a vetar porque le importa tres carajos el hambre de su pueblo. No es aceptable que alimentos imprescindibles estén guardados en galpones pudriéndose mientras en los comedores las alacenas están totalmente vacías.
Nuestro deber como ciudadanos, ocupemos el puesto que ocupemos, es luchar contra estas injusticias. Nuestro deber cómo ciudadanos es pensar cómo construimos un país mejor donde quepan todos. Porque este techo que hoy nos cobija llamado país es para los que piensan de una manera u otra, pero en definitiva nos debe cubrir a todos. No podemos seguir dispersando científicos, técnicos, ingenieros por el mundo. Los necesitamos a todos para reconvertir esta realidad pasmosa.


Señores diputados, el destino de la Patria está en vuestras manos. Nosotros les dimos con nuestro voto esa responsabilidad y ese mandato. Hoy nuestra casa está en peligro, no ya de venderla siquiera, sino de regalarla. Son ustedes nuestra primera línea de fuego. Son ustedes los responsables de proteger nuestro territorio, nuestros mares, nuestros minerales, nuestros ríos. Para nosotros, para nuestra posteridad y para todo aquel que quiera habitar el suelo argentino.